Por Rafael Muñoz Dueñas, Técnico de Promoción de Salud del A.S.N.C.
Dejar de fumar puede ser como comprar un coche nuevo.
Hay personas que tienen un viejo coche, con algunos problemillas, y algunas prestaciones que ha perdido, pero ello no nos importa, porque hemos adaptado nuestra conducción y necesidades a ellas. Algo así le pasa al fumador de muchos años que ha ido adaptándose a los cambios de su cuerpo producidos por el tabaco, voz más ronca, piernas más fatigadas, resfriados más frecuentes, mayor cansancio ante los pequeños esfuerzos… Pero al ser progresivo y no mermar sus funciones drásticamente, la adaptación no ha sido difícil; casi sin darse cuenta.
Ninguna de estas dos personas cambiará su coche o sus hábitos porque alguien se lo diga. Su primera respuesta será: estoy bien así, le tengo cariño, es como unos zapatos viejos me queda como un guante… ¿A qué fumador y conductor le suena esto?
Sin embargo, si el coche va dando ya problemas mayores, o cambio de trabajo y ahora necesito hacer más kilómetros, o maniobrar más; las nuevas necesidades van haciendo que me plantee cambiar de coche. ¿No es cierto?
¿Qué hace que al final decida cambiar de coche y ponerme a buscar? Pues o bien el coche se rompe del todo y no me queda más remedio, o los inconvenientes se van haciendo más notorios, incómodos y trastornantes en mi vida diaria. Me hacen llegar tarde al trabajo, no funciona definitivamente alguna pieza menor, pero necesaria para la comodidad del habitáculo, etc. ¿Algún fumador se siente en este momento? ¿Los inconvenientes de fumar, precio, tos, cansancio, mal olor, falta de energía; se están volviendo difícilmente soportables?
Así damos el paso de comenzar a buscar coche nuevo. Vemos precios por Internet, vamos a algún concesionario, preguntamos a los amigos que han cambiado recientemente. Va llegando el día en que debemos tomar la decisión definitiva. Incluso puede parecer que esta no dependa del todo de nosotros, sino más bien de las circunstancias del nuevo coche y de las nuestras. Por supuesto que estas influyen, pero el paso definitivo dependerá de donde pongamos nuestros ojos. Todos, al menos mentalmente, hacemos una lista de pros y contras, de beneficios y perjuicios, de ventajas y costes del nuevo vehículo. Pero lo que realmente nos llevará al cambio será el peso que le demos a cada una de estas ventajas y costos. Si miramos mucho a los costos, los sobretasamos o sobrevaloramos, comenzaremos a justificar el NO al cambio. El viejo no es tan viejo, tampoco esta tan mal, me apaño con él… Además es mucho más cómodo no cambiar que cambiar. Para cambiar hay que hacer cosas nuevas, moverse. Para no cambiar sólo hay que seguir igual. ¿Fácil verdad?
Por el contrario si te fijas y aprecias lo que vas a ganar, mejoras en conducción, seguridad, rendimiento, comodidad, durabilidad, etc., los costes, el esfuerzo del cambio, a pesar de ser el mismo, seguro que dirás: ¡Mereció la pena!, tampoco era tan difícil! Y seguidamente, buscaremos algunos extras del cambio, que al principio no contemplamos, pero que nos servirán para reforzar nuestra decisión: las plazas traseras son amplias, lleva un carrito de compra en el maletero, el audio es de ocho altavoces, lee mp3… Todo ello hará que cada vez estemos más convencidos de la decisión, incluso compartamos nuestro éxito con amigos, familia, etc.
¿Algún exfumador está de acuerdo con esta historia? ¿Vale también para empezar a equilibrar nuestra alimentación, o para hacer actividad física?
Cuéntanos tu historia.
[…] de mis post en el periódico digital hoyaldia.com 28 nov […]