No se sale. Tres palabras. Una frase demoledora, al menos en Semana Santa. El Viernes Santo pozoalbense finalizó así, con una nueva Hermandad sin poder realizar su estación de penitencia. En esta ocasión le tocó a La Soledad, que vivió esta Semana Santa en la intimidad de San Sebastián, rodeada de quienes durante todo un año han trabajado para sacarla a la calle, pero no hay suerte.
Y esa falta de suerte se nota desde primera hora de la tarde. Hay muy pocas posibilidades de realizar el desfile procesional y todos lo saben. Conforme van pasando las horas esas opciones van mermando. Las previsiones hablan de lluvia, lluvia y más lluvia y nadie se va a arriesgar en esas condiciones. Casi nadie confía en los milagros y se espera que se comunique la decisión. No hay vuelta atrás.
Cuando el presidente de la Hermandad coge las riendas y comunica una decisión que es un secreto a voces apenas se escuchan reacciones. El dolor y la desilusión se mitigan con la previsión de lo esperado. Es momento para la oración y para el recogimiento. Pero también para disfrutar en la intimidad de una Hermandad que brinda a los suyos el poder ver a sus pasos a hombros de sus costaleros y costaleras. (VER VÍDEO)
Se apagan las luces. Se enciende la música, suenan los primeros sones. Primero le toca al paso de la Santa Cruz, después es el turno de la Virgen de La Soledad. Se respira emoción y solemnidad. A nadie se le escapa que es una de las estaciones de penitencia más esperadas en la calle, un lugar donde se dan citan numerosos ciudadanos que han acudido a la cita de cada Viernes Santo. Se escucha el bullicio y por fin, aunque tarde, se abren las puertas y los de dentro y los de fuera pueden disfrutar de su Virgen.
Ya no se ocultan los sentimientos, las sensaciones y la frustración. Las lágrimas comienzan a aparecer y los abrazos se suceden entre quienes no entienden que desde arriba no se haya dado una tregua para poder sacar a hombros a la Virgen de La Soledad.
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