A Luci Naciones, 15 de Marzo de 2014. (7)
Querida Luci:
Un amigo que disfruta filosofando y que, como buen filósofo, se apoya en dos o tres principios que le bastan y le sobran, me asegura -siempre que la conversación se atasca- que “No es lo mismo morir que perder la vida”. A veces, su profundísimo pensamiento viene como anillo al dedo, para el tema que se trata, otras –a mí me lo parece- no guarda ninguna relación, pero los contertulios adivinamos que, cuando suelta la sentencia, toca hablar un ratito de otra cosa.
Hasta hace dos días, Glenn Ford sólo era, para mí, ese actor canadiense al que he visto en muchas películas del oeste y al que “Hilda”, gracias sobre todo a Rita Hayworth, hizo inmortal. Eso era hasta hace dos días. He conocido a otro Glenn Ford, este es un hombre de color: negro, que se ha pasado treinta años en la cárcel y veinticinco de ellos en una celda de un corredor que llaman de la muerte. En dicho corredor se puede morir o no pero, sin ninguna duda, se pierde la vida.
No te estoy contando una película policíaca ni de ciencia ficción, se trata de la vivencia de un ser humano que, cuando se han dado cuenta de que -todo lo que lo llevó a aquella celda y a vivir solamente para esperar que se cumpliera su pena de muerte- no era verdad, había transcurrido… casi la vida. Te imaginas, un hombre (de color: negro) proclamando su inocencia, en el asesinato de un joyero y cuando, por fin, se enteran de que estaban equivocados todos menos él, es demasiado tarde y resulta que la sociedad que debía salvaguardar sus derechos, sin matarlo, le ha quitado la vida: “Mis hijos eran bebés cuando me llevaron. Ahora son hombres mayores con sus propios bebés”.
Sin comentarios. Cualquier persona se conmueve ante esta manera de expresar lo que le ha ocurrido, especialmente los que hemos tenido la suerte de criar a nuestros hijos.
Querida Luci, supongo que conocías sobradamente la noticia. En realidad, te he contado esto porque quiero pedirte un favor o, mejor, dos. Cada vez que me veas juzgando y condenando a alguien que tenga la más remota posibilidad de ser inocente, recuérdame que no es lo mismo matar que quitar la vida, que hay seres humanos consumiéndose a causa de sentencias injustas o erróneas. Que existen personas a las que se les ha negado ver crecer a sus hijos porque todas las apariencias, los juicios mediáticos, las informaciones sesgadas e interesadas, el color de su piel, su origen extranjero, su afiliación política o religiosa,… nos hacían ver evidencias donde sólo había conjeturas. ¡Personas! ni siquiera líderes ni grandes hombres que, al menos, ocuparán una página en la historia. Recuérdamelo, sobre todo, cuando esas personas a las que vaya a condenar a muerte me caigan mal o no piensen como yo: Tiendo a considerarlo un agravante.
El otro favor es que cuando me veas perdiendo el tiempo y tristón, por culpa de las penas derivadas de las miradas al ombligo, de las nostalgias hueras, de que las cosas no me salen como esperaba, del entreguismo,… el otro favor es que, en esos momentos, no me proclames el Carpe diem, sólo te pido que, de ahora en adelante, cuando me veas así, me susurres al oído este nombre: Glenn Ford. Espero que sea suficiente.
Tuyo afectísimo.
No hay comentarios