Por Antonio Carrasco 

 

El Festival WhiteWell tuvo lugar el pasado viernes en la Plaza de Toros de los Llanos, en Pozoblanco, y como muchas de las cosas que ocurren últimamente en dicha localidad, dicho evento venía despertando cierta controversia. La que sigue es una resumida crónica de alguien que participó en este festival WhiteWell (Festival PozoBlanco, en castellano…) como “artista” y como “público”, y como tal, ha decidido dejar descansar a los festivales que por unas causas o por otras nos dejaron y centrarse en la noche del sábado en sí, una noche en la que a decir verdad pocos creían. Y puede que razones no faltaran, porque tanta sorpresa causa conocer que el primer grupo tocará a las ocho, como imaginarse a Loquillo despidiéndose a las dos… Entre otras cosas.

Sea como fuere, en cuanto a horarios se refiere, a nuestros amigos Agentes Judiciales les tocó bailar con la más fea. Y si alguien pensaba que eso en algo desluciría su actuación, no podía estar más equivocado. Con el albero aún mojado y un sol tocando a retirada, desplegaron con descaro y soltura su enérgico elenco de versiones rockeras, de las de hoy y siempre. Si bien es cierto que una vez más no pude evitar echar de menos a aquella ”Vecina”, he de admitir que quedé gratamente sorprendido al ver a Ángel convertido en el mismísimo Dan Auerbach mientras versionaban a Black Keys. Grandes nuestros Agentes.

Los segundos de la tarde fuimos Algunos Hombres. Presentamos casi íntegramente nuestro “Temario” de canciones e incluso nos atrevimos a versionar a una de nuestras bandas más admiradas, The Band, con su clásico The Weight. Conforme iba avanzando nuestra actuación, más cómodos nos sentíamos sobre el escenario. El público cada vez era más numeroso, y la noche cada vez más palpable en la plaza; todo sumó y entró en juego para poder afirmar que hubo momentos en los que lo pasamos verdaderamente bien allí arriba.

El tiempo apremiaba, claro, y tuvimos problemas para completar nuestro set programado. Pero ya no importaba, porque los que venían eran los buenos. Después de acudir por primera vez a la barra para tomar algo, llegué a la conclusión de que seguramente el sujeto que puso los precios en la barra y el que programó los horarios de la noche obtuvieron su cátedra con los mismos méritos. Pero eso tampoco importaba ya, porque los que venían eran los buenos. Llegó el momento y allá estaban, quince años después, en la plaza. Los Enemigos derrocharon honestidad, oficio y sabias maneras. Tocaron el grueso de sus clásicos (Complejo, Desde El Jergón, Septiembre, La Otra Orilla…), repasaron lo mejor de sus últimos discos (Ná De Ná, An-Tonio, Me Falta Carnaval, Alegría, Dentro…) y presentaron algún tema de su próximo Lp Vida Inteligente. La integridad y sencillez con la que Josele y compañía afrontan su directo son a mi modo de ver dignas de toda admiración. Mientras ellos hacían lo suyo, yo, mimetizado entre la vieja trova rockera taruga, pensé que la noche bien podría acabar evocando a aquella muestra innombrable que hoy muchos seguimos llevando clavada.

Con cierta sensación agridulce nos preparamos para la última actuación. Lo que venía seguía siendo rock, pero con otro tipo de roll. Loquillo presentó el repertorio incluido en su último disco El Creyente, grabado en directo en Granada y que incluye los clásicos de siempre con los Trogloditas (Cuando Fuimos Los Mejores, El Rompeolas, Rock And Roll Star, Cadillac Solitario, Feo Fuerte y Formal, La Mataré, Carne Para Linda, El Hombre de Negro, El Ritmo del Garaje, Rock Suave, Qué Hace Una Chica Como Tú En Un Lugar Como Este, Rock&Roll Actitud…) y una selección de las canciones más molonas de sus últimos discos (Línea Clara, Sol, Cruzando el Paraíso, Memoria de Jóvenes Airados, Political Inconrrentness, Contento, De Vez en Cuando…). La actuación del showman barcelonés estuvo marcada por una banda perfectamente engranada, liderada por un enorme Igor Pascual. Shows como el de Loquillo hacen recordar que el rockandroll es naturalmente música, pero también actitud. Sobre todo actitud.

A las 1:58 la actuación de Loquillo ya había pasado a la historia de la plaza. Aún tuvimos dos minutos para reflexionar sobre la magnitud del componente absurdo en la organización de un festival de rock que termina a las dos de la mañana. Y es que definitivamente para según qué cosas nuestro querido pueblo es en sí una verdadera Muestra. A pesar de todo, fue bonito mientras duró, y fuimos muchos los que lo pasamos en grande en esta primera edición del WhiteWell Festival.