El pasado 8 de marzo se conmemoró el Día Internacional de la Mujer y el lunes el Ayuntamiento de Pozoblanco aprobó un manifiesto institucional que destaca el papel de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad.

Un manifiesto que destacó la necesidad de la conmemoración como parte del recuerdo y para no olvidar las situaciones de desigualdad que se viven aún entre hombres y mujeres. Por ello, el manifiesto matizó que:

«No olvidamos a esas niñas que desde edades muy tempranas asumen los roles de género cuando reciben su primera muñeca o cocinita. Demasiado pronto aprenderán cuál es el papel que les ha tocado en el mundo: el de ser fieles esposas, amantes madres y abnegadas amas de casa.

No olvidamos a esas, todavía muchas, jóvenes que, según se desprende de un reciente informe de Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud “Jóvenes y género”, creen que “los celos son una expresión de amor” o que “cuando la mujer es agredida por su marido, algo habrá hecho ella para provocarlo».

No olvidamos a aquellas estudiantes que se forman durante años para enfrentarse a un mercado laboral donde, a pesar de estar mejor o igualmente preparadas que sus compañeros, no tendrán las mismas oportunidades que ellos para conseguir un trabajo. Tampoco a aquellas que cuando lo hayan conseguido, comprueben que haciendo lo mismo que sus colegas hombres no reciben el mismo sueldo, pues hoy la brecha salarial en nuestro país se sitúa en un 24 por ciento. 

No olvidamos a aquellas profesionales que, por el simple hecho de ser mujeres y sin importar sus capacidades, no consiguen llegar a lo más alto en sus trabajos porque atributos como “poder” o “liderazgo” son todavía hoy cosa de hombres. No olvidamos que el 94,1% de los jefes de estado son varones, según reconoce el informe Women in politics de la ONU. Como tampoco olvidamos a las mujeres que, ocupando cargos de responsabilidad, son víctimas de un doble rasero que las obliga a esforzarse más que sus compañeros para demostrar su valía.

No olvidamos a las mujeres trabajadoras que cada día afrontan su doble jornada laboral, haciendo auténticos malabares para conciliar su vida personal y familiar sin tener que renunciar a su carrera profesional. A las trabajadoras del medio rural cuya labor en el campo y cuidado de los animales es fundamental en economías como la nuestra, pero que siguen siendo invisibilizadas, sin llegar a generar en la mayoría de los casos derechos propios ni beneficios sociales que les garanticen una seguridad económica.

Y no olvidamos a las miles de mujeres que a lo largo de los años han luchado por conseguir avances en el terreno de su equiparación con los hombres, conquistando derechos con enorme sacrificio y pagando a veces incluso con sus vidas. Unos derechos que hoy se encuentran claramente en fase de regresión.

Por todas ellas, niñas, jóvenes, trabajadoras, amas de casa, esposas, madres, luchadoras, no podemos permitir que se dé un paso atrás en lo que tanto esfuerzo ha costado conseguir. Debemos seguir concienciando, enseñando y sabiendo transmitir desde la infancia los valores de respeto, igualdad y solidaridad que devengan en la construcción de un nuevo modelo de sociedad más ética, más justa, más sostenible.

Debemos seguir fomentando políticas que favorezcan la conciliación y corresponsabilidad en el plano laboral, personal y familiar. Políticas que impulsen el acceso de las mujeres en igualdad de condiciones al mercado laboral, garantizando asimismo la igualdad salarial. Que permitan a las mujeres cualificadas ocupar su puesto al frente de la política y la economía para así, mano a mano con los hombres, construir la sociedad del mañana.

No debemos permitir que las políticas de igualdad, y en general las políticas sociales, se perciban como algo meramente accesorio. Algo de lo que se puede prescindir en épocas de crisis, pues es precisamente en esos momentos cuando las mujeres ven más recortados sus derechos.

En definitiva, que los años arrastrados por la historia de intransigencia e invisibilidad se transformen en el acicate que reafirme la inviolabilidad e inamovilidad de lo conseguido».