Que la cuna del Carnaval es Cádiz no se le escapa a nadie y mirando a la «Tacita de Plata» empezó el pregonero del Carnaval 2016 pozoalbense, José Manuel Calero. Lo hizo recordando el inicio de uno de los cuplés de la comparsa «El Brujo» (1995), de Antonio Martínez Ares, uno de los autores de referencia para los aficionados a esta fiesta. En los albores de su pregón, también hizo otro homenaje al propio carnaval de la forma más simple y auténtica posible, pintándose dos coloretes. Y es que el pregón de Calero fue el pregón de los abrazos y los coloretes. Coloretes para quienes le metieron el gusanillo de la fiesta, coloretes para quienes le han acompañado en su trayecto, coloretes para los compañeros de agrupación, coloretes para modistas, coloretes…. Pero vamos a empezar por el principio.
Arrancó el pregonero recordando, con palabras e imágenes, sus primeros carnavales, los familiares, sus primeros Domingos de Piñatas, los primeros disfraces a imagen y semejanza de su padre, las primeras cintas de cassette con coplas y letras gaditanas… El inicio de la afición. Se acordó también Calero de aquel año, 1996, cuando le tocó hacer el servicio militar en la tierra por excelencia del carnaval. Un año donde fue imposible no seguir con esa afición con agrupaciones como la comparsa «La Trinchera«, también de Ares, o «Una chirigota con clase«, del ‘Love’. Fueron años donde Pozoblanco también bebía de ese carnaval con las muestras que se celebraban en la Plaza de Toros, muestras que el pregonero pidió recuperar. Pero la historia de José Manuel Calero con el carnaval no se limita a escucharla, empezó también a vivirlo sobre las tablas en la chirigota «A trigo limpio» allá por el año 1997. Empezaba entonces otra historia.
Y esa historia la fue desmenuzando el pregonero a base de tipos, cada uno de los que llevó y lució con la que considera su agrupación, «Los Batallitas«. Desde 2002 a 2007 fue desgranando cada uno de los tipos, algunas de esas letras, años llenos de pasodobles y cuplés, de ensayos y también de anécdotas. Todo para configurar un nuevo tipo, el que surgió con la unión de elementos de los disfraces que interpretó durante esos años. Una historia que comenzó de la mejor manera posible, debutando en el Gran Teatro Córdoba donde la chirigota consiguió un primer premio histórico que luego se repetiría en Pozoblanco, «el sueño se hizo realidad». Desde ese año, Calero comenzó a contar el carnaval por tipos e hizo suyos los de «Maricón el último«, «Los toreros muertos, el regreso«, «Los tontos de la polla«, «Los que hacen la calle» y «Los mecánicos de Alfonso«. Todos esos tipos se llevaron abrazos y coloretes y también quien ayudó a darles vida.
Pero el carnaval, aunque a veces no lo parezca, también tiene su trastienda. Y esa la conoció el pregonero cuando asumió la presidencia de la Agrupación «Amigos del Carnaval» de Pozoblanco, en un momento donde la fiesta no pasaba por sus mejores momentos. También de esta época supo sacar Calero abrazos y coloretes para quienes junto a él «tiraron del carro» e intentaron revitalizar el Carnaval a base de esfuerzo y trabajo. También fueron años de conocer «a personas que se convirtieron en amigos». Y el paso por todas esas facetas le permitió, finalmente, al pregonero reivindicar una fiesta que también tiene «sensibilidad, pellizco» y a esa magia alegó para que cada febrero suenen las guitarras, los bombos y los pitos, para que cada febrero las plumas se afinen y las voces se entonen para cantarle a la vida misma. Eso sí, si es posible que sigan lloviendo carnavales pero con una sede para la agrupación y es que como no podía ser de otra forma, la crítica tampoco faltó en el pregón de los abrazos y coloretes con el que comenzó el Carnaval de Pozoblanco.
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