Diez semanas después de la celebración de elecciones en España seguimos sin saber el gobierno que deberá dirigir el rumbo del país durante los próximos cuatro años… ¡Y lo que nos queda! Hoy empieza en el Congreso de los Diputados el debate de investidura que está llamado a acabar, salvo sorpresa de última hora, de la misma forma que ha comenzado, con mucho postureo pero sin acuerdos que superen las matemáticas. Para acabar con la inflexibilidad de los números hace falta que algún partido ceda lo que hasta el momento no ha sido capaz de ceder y visto lo visto la nueva convocatoria de elecciones sería la vía de salida o directamente la escapatoria.
Hablo de postureo porque parece que los movimientos que realizan unos y otros están más encaminados a que su bagaje electoral no se vea afectado mucho en esas hipotéticas elecciones anticipadas que a llegar acuerdos reales. El primero de los acuerdos establecido parece tener un recorrido muy corto porque la suma de diputados de PSOE y Ciudadanos no es suficiente para que la legislatura se inicie. PP y Podemos, las dos formaciones políticas que pueden modificar esa realidad, han dejado claro que no se abstendrán, unos porque no van a hacer a Pedro Sánchez presidente, los otros amparándose en las políticas económicas «de derechas» suscritas por los socialistas tras el acuerdo con la formación de Albert Rivera. Estamos en el mismo sitio algo más de setenta días después.
El PP de Mariano Rajoy quiere un pacto de coalición con PSOE y Ciudadanos, el llamado gran pacto, emulando a otros países de Europa donde sus homólogos se dan la mano para conseguir gobernar. Piden los populares diálogo después de cuatro años donde no han buscado en ningún momento el consenso, pero mientras tanto esperan que el partido que le «habría robado» un puñado de votos -Ciudadanos- se desgaste para que en esa hipotética cita con las urnas la situación se revierta a su favor. Parecida es la estrategia de los socialistas, que tenía dos salidas para sumar y se ha ido a una tercera que no va a ningún sitio, de momento. Pero mientras el tiempo pasa, el discurso del PSOE está claro: Podemos sólo quiere ministerios y hará pinza con el PP para votar en contra de la candidatura de Sánchez.
Luego están los dos partidos que no iban a pactar con nadie en campaña electoral pero que han virado en sus posturas iniciales en estos días de «reflexión». Ciudadanos sigue en la línea marcada desde los albores de la campaña electoral. Pasado el «bajón» de la última semana de campaña y de unos resultados que se quedaron cortos para las expectativas creadas, Rivera vuelve a ser el político que cuenta con más beneplácitos que contras, el chico bueno de la política española. Su mensaje al electorado también está claro, somos la única formación que ha tendido puentes a todas las fuerzas políticas -excepto a Podemos- y es el PP el que no quiere sumarse a cuestiones como el fin de los aforamientos o la modificación de la Constitución. Y en cuanto a la formación de Pablo Iglesias pues está claro que han aprendido la lección, les dijeron que abandonaran las calles para hacer política y han entrado con 65 diputados en el Congreso y con tanta fuerza que se han puesto a repartir ministerios, a sabiendas que su acuerdo no iba a ningún lado. El mensaje al electorado de los de Iglesias pasa por anular a un PSOE del que tienen que seguir arañando votos.
El debate de investidura dejará, si las previsiones se cumplen, otro periodo para llegar a nuevos acuerdos antes de convocar un nuevo proceso electoral. Un periodo en el que habrá que convivir con la realidad que recae sobre los españoles sin piedad. Una realidad que hoy vivía a las puertas de Grapesa, cuando un trabajador no se quejaba de poder perder su trabajo, sino que me preguntaba qué se había hecho mal para que en un país una persona con trabajo se tuviera que ver abocada a pedir dinero para poder mantener a su familia. Eso no era postureo, el postureo en el Congreso. Así estamos y eso se les olvida a muchos porque igual entre tanta cábala deberían introducir el desencanto que puede provocar que numerosos ciudadanos ‘pasen’ de una nueva cita con las urnas.
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