Y qué nostalgia da cuando te topas en el trastero de casa con aquel legendario walkie-talkie que llevabas por móvil, ese ladrillo fantástico de tres kgs y medio a lo Hannibal Smith en el Equipo-A. Eran tiempos de antaño. El ordenador de tu casa parecía la máquina del tiempo de H.G Wells. Aquel mostrenco tecnológico, arcaico y rudimentario, que en nada se parecía a tu actual ordenador portátil, ligero como el viento,  fino y sofisticado. Ahora tenemos Smartphones, tabletas, y todo muy bonito y moderno. Novísimo todo. Hemos pasado del Equipo-A a Men in Black sin darnos cuenta: acceso a la red de redes las 24 horas allá donde estés, ya sea a través un dispositivo móvil de última generación o a través del netbook. Y localización permanente; aunque estés perdido en el quinto infierno, o en Tombuctú. Que se rían los Blade Runners, que yo me voy de ermitaño con un tapa-rabos a la “Cueva de la Osa”.

Cargamos sobre nuestra espalda el peso intangible de cientos de funciones que nos esclavizan de manera permanente y sin tregua. Son las férreas cadenas de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Qué angustia. Nos hemos convertido en robots multitarea, que estamos en todo y en nada; asediados por un aluvión desbordante de funciones, noticias, mensajes, notificaciones y referencias comunicacionales de todo tipo. Este frenesí tecnológico al que nos han y nos hemos sometido, difumina en no pocas ocasiones las posibilidades de concentración en una única tarea por un tiempo razonable. De este modo, se disminuye de manera importante la posibilidad de llegar a buen puerto en la finalización de una actividad concreta, ya sea en el ámbito laboral, o en el del ocio. Es como el que juega al tiro al plato, y le lanzan mil doscientos platos por segundo. Lo más probable es que acabe disparándole a la vecina del quinto antes que alcanzar un plato.

En las cuestiones del currelo, para aquellas personas que son dependientes de las drogas duras de la información y la comunicación, el simple y mero hecho de disponer de un Smartphone, los convierte en rémoras parasitarias e ineficientes para las empresas en las que trabajan. Estos sujetos, también conocidos como “los frikis del móvil en horario laboral”, viven pendientes de los posts sobre frases célebres de su página ñoña preferida en “Facebook”, de si la querida les manda un corazoncito de amor por el “LINE”, o de si han capturado al asesino de la matanza de Boston. La cuestión es que últimamente hay alguien, algún loco debe de ser, que está inventando unas aplicaciones para el móvil que son acojonantemente asombrosas e insólitas. Y aquí es donde los problemas de bajo rendimiento laboral, ineficiencia e ineficacia en el trabajo se disparan. Porque los consumidores de estas aplicaciones, no es que sean adictos a la información, es que son adictos al descubrimiento de aplicaciones. Estos tíos consultan todas las mañanas a través de su Smartphone desde el nivel de los pantanos, hasta el número de mapaches que invaden a diario el Parque Nacional de Doñana procedentes de Bollullos de la Mitación, sin olvidarse de la consulta meteorológica de rigor sobre el tiempo que va a hacer en Gandía porque allí van de vacaciones en verano, y en Burgos porque normalmente hace un frío del carajo, por curiosidad.

En fin, voy terminando que me acaba de escribir al “Whatsapp” la parienta. Que sabe que estoy aquí, que dice que me ha visto online hace dos minutos y diecisiete segundos.

Living la vida moderna…