«A todas las mujeres que con su trabajo alimentaron y engrandecieron este pueblo, y a las que la historia dejó en el olvido«. Con esa dedicatoria se cerró el pasado sábado la Ruta Violeta promovida por la Asociación de Mujeres Ventana Abierta y que se convirtió en un homenaje al papel, muchas veces silenciado, de la mujer en la sociedad, en la política, en la cultura, en el campo o en la economía. Hubo nombres propios, pero por encima de todo estuvo la reivindicación de dar lugar a quienes a lo largo de los años desafiaron a la lógica, a las normas establecidas y lucharon por tener algo más que un papel testimonial. Con ánimo festivo y lúdico la ruta recorrió Pozoblanco deteniéndose en los puntos establecidos, sin que ese ánimo eximiera de un punto reflexivo que invitó a detenerse en unos tiempos donde el papel de la mujer estaba relegado a una sombra de las que muchas quisieron salir.
Y con esa idea de darle visibilidad al trabajo de muchas mujeres pozoalbenses arrancó una ruta que se centró en su primera parada en el papel de la mujer aceitunera, esa que recogía las aceitunas del suelo, en jornales interminables, preparando el ‘jato’ y con los ‘deiles’ en sus manos. La historia de esas mujeres se relató, a modo de recreación, con los recuerdos que una abuela narró a su nieta y que quisieron homenajear y recordar las vivencias comunes a centenares de mujeres. El grupo de jotas ‘La Faneguería’ puso la nota musical con acordes y letras que reconocieron quienes se sumaron a esta iniciativa.
Las miradas pasaron del campo a la industria textil de la mano de la figura y el recuerdo de Luciana López Cabello, una mujer que ya en sus tiempos hizo suya la palabra emprendedora y consiguió dar trabajo a muchas mujeres después de sortear las vicisitudes de la época, las históricas y las sociales. El proyecto de Luciana permite en 1976 hablar de doscientas mujeres trabajando y una producción de más de 7.500 prendas diarias. Al nombre propio de Luciana López le siguieron otros y no menos importantes, nombres de mujeres que llegaron para enseñar a otras, para abrirles ventanas al mundo a través de la enseñanza básica. Juana Lepe, Zoila Muñoz, Mercedes Muñoz y Angelita Cabrera tuvieron un reconocimiento como «mujeres valientes» que ayudaron a otras a encontrar su camino.
La conquista de derechos en el terreno de la política estuvo también presente en la Ruta Violeta. Quizás fue uno de los momentos más emocionantes a nivel representativo porque se escenificó el debate que mantuvieron en 1931 por el derecho a voto de las mujeres Clara Campoamor y Victoria Kent, frente a frente, para que todo acabase en aquel 19 de noviembre de 1933 cuando las mujeres pudieron ejercer el sufragio activo. Las mujeres pozoalbenses que decidieron, poco a poco, introducirse en el mundo de la política fueron también reconocidas, todas las que han ido formando parte de las diferentes corporaciones desde las elecciones de 1979. Nombres que siguen sabiendo a poco en términos porcentuales frente al predominante componente masculino.
Los telares y su aportación a la economía a través del trabajo de muchas mujeres y el homenaje a las trabajadoras de «La Salchi», a «las matanceras de lustre» cerraron un sentido homenaje del que se quedó constancia para el recuerdo en cada parada con el descubrimiento de diferentes cerámicas obra de Domi Calero. El monólogo que permitió acercarse al trabajo de las matanceras puso el colofón de manera emocionante al camino andado, pero no completado. Por delante aún restan más reconocimientos y homenajes que se presumen que formarán parte de próximas rutas y, sobre todo, respirar de un sentimiento que nace de que la historia es compartida.
Pero la última imagen quedó reservada para las mujeres de Ventana Abierta que homenajearon «a todas las mujeres que con su trabajo alimentaron y engrandecieron este pueblo, y a las que la historia dejó en el olvido», mujeres satisfechas ante la aceptación de una iniciativa que tuvo un amplio componente de documentación y que nace con la vocación de permanecer en el tiempo.
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