Son muchas las veces que hemos escuchado que Pozoblanco no sería lo que es sin el trabajo de las personas que forman y dan vida a sus colectivos, asociaciones en diferentes ámbitos que requieren la implicación de personas que dedican muchas horas de su vida en busca de fórmulas e ideas que hagan crecer el colectivo al que pertenecen. Los barrios de Pozoblanco no serían lo mismo sin sus asociaciones, como tampoco lo sería el entramado social y ese grupo de gente que busca tenderles la mano a quienes la vida les ha dado en parte la espalda. El deporte es otro de los ámbitos donde Pozoblanco tiene que sacar pecho con clubes y escuelas que permiten que niños, niñas y jóvenes se involucren en la práctica deportiva permitiendo su desarrollo individual o colectivo.
Aunque cada vez es más complicado encontrar el relevo que permita que el engranaje de los colectivos se mantenga, se consigue sobrevivir gracias al compromiso decidido de quienes dan un paso hacia el frente. Hace ocho años el Club Promesas Pozoblanco vivía una reforma en su junta directiva y Antonio Torrico se ponía al frente de un grupo que ayer decía adiós en una asamblea donde se convocaban elecciones con el objetivo de que entre una nueva junta directiva.
Fue el adiós oficial y que ya se avanzó durante la celebración de la jornada de clausura de la entidad, donde el último presidente del baloncesto pozoalbense recibió un merecido homenaje que llegó con el agradecimiento de muchas de las personas que han sido conocedoras del trabajo de un grupo que por encima de todo ha destacado por su forma de entender la gestión y el deporte. La humildad, el estar en un segundo plano, el dejar más amigos que enemigos en el camino y el defender la práctica deportiva desde la formación en valores ha sido una constante a lo largo de estos años. Y lo ha sido porque esa forma de entender el deporte es simplemente una extensión de cómo entiende ese grupo humano la vida.
En la noche de ayer un emocionado Antonio Torrico decía adiós y con él lo hacían José María Migallón, Antonio Jurado, Rafael Entrenas, Juan Bautista Castro, Bartolomé Mansilla y Miguel Ángel Torrico poniendo final a su relación institucional con el club. Durante estos años de trabajo han dado continuidad al baloncesto en Pozoblanco permitiendo que centenares de niños y niñas sigan engrandeciendo este deporte. No puedo ser muy objetiva por haber estado implicada en este proyecto, pero más allá del reconocimiento al trabajo realizado escribo estas líneas con el convencimiento de que ese trabajo silencioso que realizan decenas de personas en Pozoblanco es bueno que alguna vez se vea reflejado. Escribo estas líneas con el deseo de expresar un agradecimiento público a quienes durante años se han dejado la piel por el baloncesto, a ese grupo que ha creado un ambiente casi inmejorable y que ayer dijo adiós con la tranquilidad que aporta el trabajo bien hecho. Gracias por permitir que año tras año las canchas sigan escuchando el bote del balón; gracias por la apuesta por el baloncesto femenino; gracias por las enseñanzas y sobre todo gracias por las eternas risas. Gracias a todos. Y a los que se quedan, suerte.
Ayer fueron mis compañeros de junta directiva los que dijeron adiós, pero sirvan estas líneas de reconocimiento hacia todas aquellas personas que se desviven por mantener vivo Pozoblanco. Sirva para reconocer la labor de Vicente Morales al frente del fútbol sala; de Alfonso Cardador haciendo lo propio con el balonmano; de Miguel Sánchez al frente del pádel; de Teresa Dueñas liderando el proyecto de Acuide; de Isaías Plazuelo con Cáritas… y de tantas otras personas que ceden parte de su tiempo para trabajar por los demás, para trabajar por Pozoblanco.
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