Va a hacer un año o casi un año que en este mismo periódico casi escribí la mejor frase que he escrito en mi vida y que desde entonces ha vuelto constantemente a mí a lo largo de este año pasado.
Aquella frase decía o más bien venía a decir: que el comienzo de cada nuevo año no es como el prólogo de una novela que está por escribir, y es precisamente por eso, porque está por escribir; por lo que no es un prólogo: los prólogos se escriben al final.
Les reproduzco la frase dentro de su párrafo: «Toda esta parrafada la suelto el día uno del mes uno del año dos mil diecinueve; y aunque en sentido estricto y siendo el día que es esto debería de ser un prólogo no lo es: es un final en toda regla. Qué pena. El día uno del mes uno de todos los años es igual. Siempre es igual. En realidad nunca es el día de los nuevos propósitos ni de las promesas sino el de hacer cuentas y números del año anterior y de todo lo que no hiciste en tu paso por la vida el año anterior. Es un exordio que se escribe al final y por ende un epílogo del comienzo. Ya lo titulaba Javier Cercas en una novela suya: “Epílogo: Prólogo de una novela”. Nunca leí frase más sublime».
Aquel texto se titulaba Epílogo y me encantó escribirlo y guardarlo en un cajón (o casi). Aquel texto comenzaba: «No me gustan los Epílogos»; y me siguen sin gustar. Pero me desdigo. Porque aunque el día uno del mes uno de todos los años (que) siempre es igual no es un prólogo, tampoco puede ser un epílogo del comienzo de algo nuevo. Es imposible. Y es imposible porque los epílogos se escriben para concluir la novela: no para terminar los capítulos. Fue justo ahí donde me equivoqué al escribir la mejor frase que he escrito en mi vida: el día uno del mes uno de todos los años no es un epílogo, es un compendio de lo ya expuesto latamente. Es el día del resumen; de extraer la sustancia al fin: de entender el ser más íntimo de lo pasado.
Esta columna es difícil porque está hecha de entrecomillados, de paréntesis, de puntos y comas y de cursivas, de puntos y seguidos y de repeticiones, de citas propias y de citas ajenas que están porque tienen que estar y que son imprescindibles porque es muy importante que no todo se nos ocurra a nosotros: porque nos enriquece. Está hecha también de lo que (nos) falta y no está y nunca va estar. Es decir: esta columna es difícil porque está hecha de retales. Como difícil y de retales está hecha la vida que termina y comienza el día uno del mes uno de todos los años.
Pues eso: resume lo que has hecho y lo que no en tu paso por la vida el año anterior y empieza a escribir el nuevo capítulo: el eterno capítulo 1.
Feliz Año Nuevo.
A mi abuelo Pedro.
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