La denominada gripe española o gran gripe, fue una pandemia de inusitada gravedad y es considerada la más devastadora de la historia de la Humanidad. Estimaciones recientes apuntan a que acabó con la vida de entre 50 y 100 millones de personas en todo el mundo. En nuestro país la gripe infectó a 8 millones de personas (de una población de 20 millones) y mató a 300.000 de ellos. Además, dejó a España con el sambenito de darle apellido a una de las plagas más infernales de la historia.
La pandemia comenzó en marzo de 1918 al parecer en un campamento militar en Kansas, donde se localizó el paciente cero. Daría la vuelta al mundo en dos años y en tres oleadas mortíferas que se llevaron por delante entre el 2,5 y el 5 por ciento de toda la población mundial. El campamento norteamericano suministraba soldados a otros campamentos del país y a Francia, uno de los frentes más duros de la Primera Guerra Mundial que en esos momentos asolaba Europa. A mediados de abril, la gripe ya hacía estragos en las trincheras de Europa Occidental. Pasó a Gran Bretaña, Italia y llegó a España. En nuestro país enfermó incluso el rey Alfonso XIII y los periódicos se hicieron eco de esa infección que se propagaba de modo alarmante.
Cuando la enfermedad llegó a España, los contendientes de la Primera Guerra ya contaban por miles las víctimas de la gripe. No obstante, la férrea censura impuesta por los gobiernos para no minar la moral de la población ni de los soldados, evitó que los medios difundieran la noticia. Como España era neutral sí se hizo pública la crudeza de la enfermedad y así, aunque autoridades y prensa española protestaron en vano, la pandemia se quedó con la denominación de ‘gripe española’.
En Pozoblanco oímos hablar de esta enfermedad por vez primera en las actas de la Junta Municipal de Sanidad del 28 de septiembre de 1918. Las Juntas Municipales de Sanidad son creaciones de mediados del XIX para tratar los temas sanitarios más relevantes, sobre todo lo relativo a epidemias como la viruela, tifus, paludismo, difteria, etc. La solían formar el alcalde, como presidente de la misma, un médico, un veterinario y un farmacéutico, además de algunos vocales y un secretario que levantaba actas de las reuniones. En esta ocasión se celebra para adoptar medidas para “evitar el que se presente la gripe o que pudiera desarrollarse dicha enfermedad”
Las primeras medidas que se adoptan son la desinfección con sulfato de cobre de “fondas, teatros, posadas, así como de las pilas de los lavaderos públicos y que se proceda a la limpieza de viviendas y principalmente de las cuadras y estercoleras de las mismas donde hubiera habido personal extraño a la localidad”. El 24 de septiembre se dicta un bando por la alcaldía en el que se añade a las recomendaciones anteriores “la conveniencia de no ingerir alimentos o bebidas en crudo”.
La propagación de la gripe debió ser rápida ya que, una semana después, se dictan nuevos acuerdos, entre ellos que un médico y un practicante deberían estar presentes en la llegada de todos los trenes a Pozoblanco para inspeccionar la entrada de viajeros que pudieran venir infectados con la gripe. En el caso de detectarlos habrían de conducirlos “al lugar destinado al efecto”. Aunque no lo especifica, seguramente a las ermitas de San Antonio y San Gregorio que sirvieron de lazaretos en otras epidemias. También se acordó solicitar a la compañía del ferrocarril de Peñarroya, la limpieza y desinfección de vagones y la prohibición de aglomeraciones de personas en sitios poco ventilados. Además se mandó cerrar locales donde se celebrasen espectáculos públicos y obligó, de nuevo, a los dueños de cafés y fondas, a la desinfección diaria de sus locales.
No debieron ser muy eficaces las medidas porque el 22 de octubre la situación ha empeorado y el alcalde de Pozoblanco, Francisco Dueñas Rojas, señala que la epidemia está desde el día 20 en uno de sus periodos más agudos. Se clausuran la Escuelas Públicas y particulares, “pues si bien se observa que la enfermedad no ataca a escolares, pudieran ser estos un medio de contagio”. Como en otras ciudades, se prohíben los toques de campana o cuanto menos su duración para “señales de sacramentos, agonías y dobles, por cuando se observa que causan gran alarma en el vecindario y gran apocamiento en los enfermos”. En estos momentos se producen, según el alcalde, de seis a ocho defunciones diarias. El panorama de Pozoblanco debía de ser dantesco.
Las cosas no mejoran ya que, el 26 de octubre,vuelve a reunirse la Junta a la que asiste el Inspector Provincial debido a las “noticias alarmantes” que han llegado a la capital de la situación de la epidemia en Pozoblanco. Las penurias de la población trabajadora, la más necesitada, hace que se cree una Junta Local para “arbitrar recursos y repartir socorros que alivien a la clase menesterosa”. También se apunta que escasea la leche y el suero antidiftérico por lo que se solicita urgentemente, además de dicho suero, leche condensada y aparatos para la desinfección de locales.
Igualmente, se dividió a la población por distritos y se crearon comisiones presididas por los tenientes de alcalde que decidieron sobre la mayor limpieza y desinfección de viviendas. Se trajeron de la capital, del Instituto Provincial de Higiene, más medicamentos, desinfectantes y aparatos destinados a la limpieza. Se prohibió la estancia del ganado de cerda en los domicilios y su vagabundeo por las calles de la ciudad y se hizo un análisis de las aguas potables, mandando las muestras de los pilares y fuentes públicas.
Por lo que respecta al número de muertos causados por la pandemia, Merino Madrid en su estudio ‘Epidemias en Los Pedroches’1, usando datos del Registro Civil, apunta a “solo” 37 muertos en Pozoblanco. El comportamiento fue desigual en la comarca. Así, en Villanueva de Córdoba, por ejemplo, solo en el mes de octubre hay 80 muertos por la gripe, en cambio otras localidades, como Añora o Pedroche, se libraron de la misma.
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