El confinamiento dentro del confinamiento, así es como se llamó al hecho de que trabajadores y trabajadoras de residencias decidieran vivir parte de la cuarentena en sus centros de trabajo para minimizar los riesgos de contagio de los residentes. Hoy empezamos una serie de artículos en los que nos acercamos a esa experiencia a través del testimonio de personas que la han vivido o están viviéndola en estos momentos.
El capítulo 1 de esta especial entrega lo dedicamos al Centro Andaluz de Alzheimer de Alcaracejos donde desde el pasado 31 de marzo diecisiete trabajadores y trabajadoras de la plantilla hacen vida en su lugar de trabajo, cada uno deja momentáneamente su vida personal atrás, conformándose con ver a los suyos a través de una pantalla, la misma que utilizan los residentes para encontrar una ventana hacia el exterior. El esfuerzo ha merecido la pena porque hasta la fecha el Centro no registra ningún caso con todos los test rápidos dando un negativo tan esperanzador como reconfortante.
Asunción Tirado Dueñas es Integradora Social en el Centro Andaluz de Alzheimer y una de las personas que no dudó, bajo la firme convicción de que «esto es nuestro futuro», cuando Ayuntamiento y dirección plantearon la posibilidad de llevar a cabo el confinamiento en el centro. «Creí que era lo que tenía que hacer, que es nuestra labor, mi marido no podía trabajar esos quince días y se podía quedar con mi hija, así que decidí estar donde creo que se me necesita», explica. La renuncia es incuestionable más cuando se tienen responsabilidades familiares y a una hija de cuatro años a la que ahora no puede abrazar.
«Es verdad que se lleva bien, pero hay momentos de bajón, es inevitable porque no veo a mi familia, a mi hija, eso es lo más difícil de todo», afirma. Con todo, Asunción Tirado asegura que «se pasan los días rápido» porque por delante está el trabajo que durante estos días ha cambiado con los compañeros asumiendo las tareas que haga falta y después queda un tiempo libre, de ocio, para compartir con esos compañeros, para hacer deporte, en definitiva, «para desconectar, que es algo muy importante». «Tenemos un grupo estupendo, el compañerismo es tremendo, tenemos muchos ratos de risas, hemos celebrado cumpleaños, el grupo es genial», algo que también facilita que la experiencia se viva con otro ánimo.
También ayuda a superar ese confinamiento dentro del confinamiento el sentirse respaldadas por la sociedad, por los residentes, por sus familiares y por los vecinos de Alcaracejos que «nos han puesto carteles dándonos ánimos, nos han traído dulces, comida, es su forma de agradecer lo que estamos haciendo. Igual que los familiares, de una manera u otra te lo agradecen», relata. Y es que no ha sido fácil porque hasta reconocer esa «valentía» han quedado por el camino muchas explicaciones cuando hubo que limitar las visitar o cuando el centro se cerró.
Y a pesar de esa firme convicción de estar haciendo lo correcto, Asunción Tirado reconoce que «al principio entramos con miedo porque no teníamos test, pensabas en si salía algún caso, es algo que no comentas ni con tus compañeros, te pasas un rato sin dormir y ya, lo haces así para no agobiarte». Por eso, cuando todos los test rápidos dieron negativo el estallido de alegría fue mayor, la presión y el miedo se reducen, aunque vuelvan a aparecer en días sucesivos, pero de momento el sacrificio ha valido la pena. Está previsto que la semana que viene se produzca un relevo, que llegará una vez que los trabajadores actuales hayan pasado más de veinte días renunciando a todo por sus mayores, porque aunque no sean de la familia, sí lo son.
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