El Plan Funcional para la actuación en centros educativos Covid-19 diseñado por la Consejería de Salud y Familias contempla la red de enfermeras de referencia en cada distrito o área sanitaria. Un protocolo que estableció que el número de enfermeras referentes para la atención a los centros escolares se calculara en base a una ratio del alumnado general de unos 3.330 alumnos escolarizados por enfermera referente. Aunque el devenir de las semanas, la revisión continua de los protocolos y la mayor incidencia han provocado que los efectivos se amplíen, Gabriela Sánchez asumió esa responsabilidad en las zonas básicas de salud de Pozoblanco y Villanueva de Córdoba. Esta enfermera del Área Sanitaria Norte con su lugar de trabajo en el Centro de Salud de Pozoblanco aceptó la designación y el reto que supone la responsabilidad de atender las situaciones que pueden surgir en torno al Covid-19 en 41 centros escolares. A lo largo de esta entrevista relata cómo ha variado su trabajo y las situaciones a las que hace frente desde su nueva responsabilidad.
«Mi trabajo no tiene nada que ver con lo que venía haciendo, ahora es mucho de ordenador y de teléfono», explica esta profesional sanitaria que no niega que «tuve algo de recelo cuando acepté porque es un trabajo nuevo, no sabías lo que podía dar de sí», aunque se impuso en la decisión final el pensamiento de que «era una manera de contribuir a la situación por la que estamos atravesando». El punto de arranque no fue sencillo porque «no todos los centros educativos llevan de la misma manera las comunicaciones, el comenzar algo siempre es lo más costoso». Pero, ¿cómo funciona esa comunicación entre la parte docente y la sanitaria? «Tenemos una plataforma en la que los centros tienen que subir los alumnos sospechosos de tener Covid-19, al principio afectaba tan sólo al alumnado que presentaba síntomas, pero luego la situación se ha ido desbordando porque han crecido los contactos estrechos. De igual manera tenemos que controlar las cuarentenas, estar pendientes de los resultados de las pruebas para determinar si tenemos que intervenir en un aula o en el centro», detalla.
Ese camino se inicia con un protocolo que determina que al inicio de la mañana los coordinadores Covid de cada centro tienen que tener el listado de estudiantes que han faltado y hacer un filtro de los que presenta síntomas compatibles con la enfermedad para que los profesionales comiencen su trabajo. «Nos ponemos en contacto con la familia para ver qué síntomas tienen, para intentar en algunos casos adelantarles la cita con el pediatra y, en los casos más leves, determinar la observación domiciliaria», explica Sánchez que hace un alto en su relato para destacar que «las familias han asumido que ante cualquier síntoma es mejor no acudir ese día a clase, eso lo están haciendo muy bien».
Este Plan Funcional no es ajeno a algo que venimos viviendo desde el inicio de la pandemia, las rectificaciones en busca de una eficacia mayor. En este caso, los controles de los contactos estrechos también han variado y si en un inicio se entendían como los compañeros que están sentados alrededor ahora eso ha cambiado. «Hemos visto, por la experiencia, que esos van saliendo negativos por lo que hemos pasado una plantilla con unos ítems para estudiar mejor los contactos estrechos que ahora se centran en el recreo, en el transporte escolar o en el comedor. Analizamos esos ítems para asegurarnos que son contactos estrechos», matiza reconociendo que se trata de «ir mejorando el sistema a través de la experiencia que vamos adquiriendo». Y es que todo está enfocado a «hacer nuestro trabajo de la manera más precoz posible para evitar la propagación».
Protocolos, rastreos y espacio seguros
Para conseguir que los casos no crezcan y se desborden entran en juego las labores de rastreo donde «hay que ser responsable para contar la realidad, hay gente que se asusta y mete a mucha gente como contacto estrecho y otra que no quiere confinarse y toma la postura contraria, pero por norma general la gente es responsable». Lo mismo ocurre con las cuarentenas ya que «hay veces que antes de llamar hay personas que ya han tomado la precaución de aislarse pero, de nuevo, vuelve a entrar en juego la responsabilidad de cada uno para cumplir con los aislamientos que se determinen». En este punto, los profesionales se encuentran al otro lado del hilo reacciones de todo tipo porque «hay personas que tienen mucho miedo por sus circunstancias y otras que no se lo toman bien» y entra también el componente psicológico, la capacidad de empatía de las profesionales que como Gabriela Sánchez están dedicadas de pleno a ponerle freno a la pandemia.
La complejidad de esta situación aumenta si tenemos en cuenta algo anunciado, la coincidencia de síntomas entre un simple resfriado y el Covid-19 que lleva a que «tenemos que hacer test porque un caso que crees que no es coronavirus pude ser positivo, no es tan fácil dilucidar entre ambas enfermedades porque presentan muchos síntomas coincidentes». Con todo, y a pesar del miedo al inicio del curso escolar, Gabriela Sánchez pone énfasis al afirmar que «se están haciendo bien las cosas, se están cumpliendo en líneas generales los protocolos y yo diría que los colegios son espacios seguros, teniendo en cuenta que el riesgo cero no existe, pero no los veo un lugar más inseguro que el ocio o el ámbito laboral».
No cabe duda de que la presión con la que se trabaja es alta, que la comarca de Los Pedroches vive una situación muy alejada de la realidad de la primera ola ya que la incidencia de la pandemia es mucho mayor, que los test diarios se acumulan y al punto autocovid se ha sumado un nuevo punto cercano al Centro de Salud donde también se hacen pruebas. Una radiografía que provoca que la dedicación sea completa, que las franjas horarias de trabajo se hayan difuminado y que en cualquier momento haya que afrontar una «crisis», un estudio pormenorizado de los casos que implican muchas casuística y posibilidades. Y eso nos lleva, de nuevo, a ponerle rostro a quien trabaja diariamente viéndole la cara a la enfermedad, intentando frenar su propagación y soportando una responsabilidad que impide «desconectar con facilidad» en las últimas semanas como reconoce Gabriela Sánchez.
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