Cánticos para disfrutar. El Coronavirus nos está privando casi de todo en el presente año por exigencias sanitarias, bien comprensibles, y hará lo propio con Semana Santa. Existen no obstante alternativas para disfrutar de los ritos y manifestaciones culturales vinculadas a esta efeméride católica. Casi todas se contemplan habitualmente en las guías y referencias turísticas que proliferan a espuertas, y no tengo la menor duda de que sea una información veraz y exhaustiva de todo ello, pero en algunos aspectos indudablemente no pueden recoger más allá de datos formales (calendario, horarios, etc…). Los Cantos de Pasión que tienen lugar habitualmente en Los Pedroches no solamente son un referente festero y cultural con una impresionante impronta, por ser una seña de identidad en varios de los pueblos y ciudades del norte de Córdoba (Pozoblanco, Pedroche Añora, Alcaracejos, El Viso), sino que son una manifestación tan apasionante que merece la pena escucharlos hasta fuera del contexto tan especial en que se desarrollan.
En tiempos normales (sin Coronavirus) cualquier foráneo que visita la comarca se queda rápidamente prendido tanto de los valores musicales como de la sencilla puesta en escena, que atrae por su simplicidad. Bien es cierto que guardan el profundo sabor de una tradición en la rememoración de actos religiosos que han dejado fuerte impronta en imaginario popular católico: secuencias que relatan episodios bien conocidos de la vida de Jesús. Sin embargo, lo más apasionante es la manera en que se desarrollan en las calles de estos pueblos en un ambiente de silencio en el periplo previo a la Semana Santa: en las noches-madrugadas de los domingos de Cuaresma, en tiempos preparatorios de antaño sembrados de mucha emotividad religiosa. Se trata de algo tan simple como la interpretación musical de cánticos de intensa sonoridad interpretados por personas embargadas de pasión, amor a la música y un fuerte sentido interno de religiosidad; porque desde un punto de vista completamente profano difícilmente conmueven como lo hace a gentes plenamente integradas en el acervo católico.
Como decimos, en esas madrugadas desde el plenilunio último del invierno algunas cuadrillas de hombres y mujeres recorren las calles de la población cantando en ciertos enclaves de los callejeros –antaño quizás, itinerarios del imaginario del Calvario– para expresar en el silencio de la noche su magistral cántico de pasión, con la secuencia íntima de la última existencia del fundador del credo cristiano. Ciertamente no son profesionales de la música, sino aficionados que viven y sienten una tradición señera, que acaso no sea muy antigua, pero que sin duda ha calado fuertemente en el espíritu de la comarca y están sembrados de singular belleza. Escuchar estas cancioncillas con unas composiciones tan particulares y una musicalidad tan pegadiza realmente conmueve. Hacerlo en el silencio de la noche ciertamente estremece. Nadie quedará impasible ante expresiones artísticas tan propias del ciclo religioso (con mayores o menores creencias), tan metidas en ambiente semanasantero, agradables en sensibilidad musical, y cumplidamente ejecutadas por voluntariosos que siguen fijando con sus Cantos de Pasión pilares fuertes de tradición. Mayor riqueza se puede encontrar aún escuchando rasgos diferenciales en los diferentes pueblos, que seguramente obedecen a simples variaciones musicales, evolutivas, rítmicas, interpretativas, etc.
En algunos de los pueblos de Los Pedroches se han recogido sus particulares manifestaciones (en grabaciones; en redes; por grupos musicales…), pudiendo hoy día disfrutar de los susodichos cánticos tranquilamente en casa; disfrutando en el silencio de estas noches las estrofas sembradas de emoción de unos pasajes religiosos que han constituido un acervo importante las enseñanzas de tantas generaciones y recogen hoy día para nosotros (más allá del sentimiento religioso) el peso de la tradición más señera. Desgraciadamente han desaparecido un sinfín de manifestaciones teatrales o escenográficas realizadas en estas fechas, manteniéndose otras de mucho fuste y con amplio aparato mediático (como el Pregón de la madrugada del Viernes Santo de Pozoblanco) y concurrencia, pero es preciso no perder las pequeñas tradiciones arraigadas que guardan parte de un legado importante de nuestros pueblos; especialmente cuando observamos que dichos Cánticos de Pasión se desarrollan y ejecutan simple y mayoritariamente por personas mayores movidas por la afectación y carga sentimental, pero alejándose cada vez más de una población joven distante a dichas expresiones; pues lógicamente se encuentran ajenos al imaginario tradicional y completamente descontextualizadas de su existencia y experiencias vitales. No obstante, más allá de las creencias y la significación que embarga a dichas composiciones, merece la pena escucharlas con un mínimo de sensibilidad, pues no son pocas las ocasiones en que las hemos presenciado en amables escenografías, con simples instrumentos de cuerda y cantones profanos en los ejercicios de voz, conmoviendo realmente a quienes las escuchan y se quedan ensimismados. Evidentemente son, sin que uno entienda nada de música, una expresión importante de musicalidad, acervo cultural y belleza. En los prolegómenos de la Semana Santa, sin necesidad de grandes alardes de protocolos ni rituales, preñados de impronta por los mass media, invitamos a propios y extraños a escuchar esta maravilla musical de Los Pedroches, que tiene un punto notable de magnificencia. La excelencia de Los Cantos de la Pasión no deja a nadie defraudado.
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