La culpa de todo lo que voy a decir aquí la tienen dos personas: Santiago Jesús Aranda y Ana Iris Simón. Vivan los nombres compuestos, catetos. Uno por ferretero y la otra por ferianta. Será la fe-. Este país tiene muchas cosas buenas y una de ellas es echarle la culpa a los demás de lo que haces. Lo siento, Santiago. Yo que quería hablar de banalidades, que es lo que vende, y de la diferencia entre Instagram y Twitter, y de cómo la gente es gilipollas o casi gilipollas; me he dado cuenta de que el imbécil soy yo.
Hace unas semanas seguí una polémica articulística en la que había mucha gente implicada: Pablo Simón, Ana Iris Simón y Esteban Hernández (al menos hasta donde pude leer). La cuestión era que Ana Iris, autora de Feria, y que es la C. Tangana del variopinto rojerío periodístico (lo digo por rompedora , igual que Tangana, que usando lo antiguo trae el debate a la actualidad: cantar con la Húngara Tú me dejaste de querer es lo que hace Ana iris con Feria: hablar de España) fue apelada sin mención por Pablo Simón (no, no es su primo ni su hermano) a razón de un artículo que escribió en el diario El País en el que da la palabra clave, nostalgia. Este trataba sobre la mirada atrás que hace la autora de Feria de aquella España ochentera, donde los sueldos subían y la gente se compraba una casa con su sueldo sin agobio excesivo, algo que hoy no existe.
Esta mirada para Pablo Simón es nostálgica y cuasi reaccionaria. Mirar al franquismo. Simón, Pablo me refiero, trata de rebatir la tesis de Simón, Ana Iris, que entiende que vivimos peor que la generación de nuestros padres. Fundamentalmente en cuanto a condiciones materiales de vida. Ana Iris mira atrás y ve cómo sus padres a su edad (tiene 29, creo) tenían casa, hijos y trabajo. Aspirar a esto para gente como Pablo Simón es reaccionario: rojipardismo, Santi.
A todo esto llegó Esteban Hernández, director de opinión de El Confidencial y autor de Así empieza todo, soberbia biblia de nuestra geopolítica y cultura contemporánea, quien explicó detalladamente por qué hay gente como Simón (Pablo) que piensa que mirar atrás, en cuanto a condiciones de vida materiales, las de los 80 -casa, sueldo, hijos y estabilidad- es reaccionario o algo así.
Antes de escribir esto mandé unos 50 mensajes de los cuales me respondieron unos 35 en los que lancé una pregunta: ¿Crees que vives peor que tus padres? Me abrumé por las respuestas por dos cosas: la primera, por la velocidad de respuesta y el argumentario de las mismas (queda desmontado el mito del pasotismo político); la segunda, por la clara división de las respuestas, casi al 50 por ciento. Entre los preguntados había gente, hombres y mujeres, de todo tipo, estudios, trabajos o situación civil y laboral. Es gracioso como gente de izquierdas y derechas puede estar de acuerdo y afirmar los mismos argumentos, en ambos sentidos. Eso sí, en privado. Qué maravilla de país: qué asco de país. Viva España.
Me posiciono con los que piensan que vivimos peor que nuestros padres. Matizo: vivimos peor en cuanto a perspectiva material presente y futura: en los 80 había esperanza y suelo estar en contra de la esperanza. Hoy no. Siempre se puede; o casi siempre. Aún recuerdo el día que te dije no pude. No es pena, es certeza. Todo esto es un fraude, lo siento.
No quiero dejar de hablar de la nostalgia. No la del franquismo o del viejo comunismo que dice Hernández. No es esa. La nostalgia es echarse de menos a uno mismo cuando era feliz y no otra cosa, por mucho que digan los modernos o la RAE. Creo que la confunden con la melancolía y para eso no estamos.
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