Yo daría mi reino por una Thermomix; pero nunca me la compro. La batidora calentadora que dicen los cocineros modernos. Lentejas programadas. Es como comprar por Amazon, que tampoco lo hago, aunque me apetezca: no lo hago por decencia. No critico es algo de la casa. Gracias por el título Felipe.
Juan Gabriel me dijo el otro día que su abuelo se tiraba un día para ir desde el campo hasta el pueblo a por suministros y otro día para volver y no pasaba nada. «No estrés», fueron sus palabras. Ahora el panorama es otro. No hay huevos de hacer un cocido sin olla exprés. De hecho hacer cocido o cualquier comida de puchero se ha convertido en una fiesta: el plan del fin de semana. Los que viven en Madriz lo saben bien. Te quiero Luis.
El otro día leí una crítica cinematográfica de una serie de Netflix – la olla exprés de la tele – , The Crown, que hablaba de lo bien que está escrita y filmada la vida de Isabel II de Inglaterra. Pero que en realidad hablaba de un momento de la serie en el que se enfrentaban la reina, Isabel, y Margaret Thacher. Esto es, hablaba de la victoria del neoliberalismo y del charco en el que nos metió. Crisis de 2008, por ejemplo, no digo más. Luego vino Merkel, y ahora que se va, parece que es de las nuestras. Que no te engañen. Su victoria ese tupper de macarrones a las cuatro menos cuarto de la tarde en el curro mientras te crees el o la number one de la empresa. No hay estafa mayor.
Lo que quiero decir con todo esto es que Margaret Thacher, Ángela Merkel y la Thermomix son lo mismo: el neoliberalimo. Lo contrario a la olla del puchero. Lo contrario al tiempo tranquilo. Lo contrario al fuego lento. Lo contrario al amor. Lo contrario a ti. Son el estrés. Un zócalo de azulejos feos. La portada apagada de la feria. Temblar cuando habla el médico. Irse a Alemania y no a divertirse.
La cocina de hoy como decía Sebastián es el espejo del capital. Me decía que su abuela ponía una olla de barro con el guiso a las 7 de la mañana para comer a las 3 y le iba dando vueltas al fuego y que eso ya es inviable. Y lleva razón. Las condiciones de vida materiales no te permiten nada más allá del microondas. La candela del siglo XXI. Qué triste todo. Garbanzos de bote. La miseria de la paga extra. El estrés de un sábado yendo al súper. Contentarte con las cervezas del viernes. Casarte y amar a quien no debes.
Juan Miguel hace las mejores tortillas de patatas que te puedes tirar a la cara. Chasca las patatas con navaja como la abuela y las fríe a fuego lento. Mira la sartén con vicio. Bate los huevos a parpadeos. Él no se da cuenta, pero yo lo veo. Es igual que Luis Daniel haciendo los callos en la candela: se recrea. El problema es que todo esto siempre pasa en fin de semana. Lo que decía más arriba: convertirlo en una fiesta. Otra victoria. No se puede cocinar a fuego lento en una sociedad capitalista. Thatcher nos ganó la partida.
Mari Carmen, que es la reina de la Thermomix, siempre me dice que me compre una porque es una maravilla porque cuando llega a casa, después de estar harta de currar, casi a las 4 de la tarde, la olla está caliente. Y no le quito la verdad. Hay vida ahí; pero qué pena. Y esto, conciliar y que la comida a fuego lenta se haya convertido en objeto de museo: es el triunfo de la Thermomix.
A María, Julia, Beatriz y David.
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