Por Juan Andrés Molinero Merchán
Andalucía brilla con luz propia –aparte del acervo histórico y monumental– con su patrimonio natural. La tierra, la luz, el color y el sabor de Andalucía son las mayores verdades de la comunidad, lo más relevante y encomiable de sus esencias (culturales, antropológicos…), más allá de los tópicos y convencionalismos que nos alegran los oídos. Constituyen los mayores quilates de satisfacción y disfrute junto al concierto territorial del solar español. La dimensión superficial de la comunidad facilita mucho la extraordinaria variedad, pues esos 87.268 km², que equivalen al 17,3 % del conjunto español (más que Valencia y Cataluña, País Vasco, Navarra y Asturias juntas), constituyen el pilar fundamental de tanta diversidad. La estratégica situación al sur de España y Europa, y norte de África, la convierten en un nexo fundamental de aislamiento y relación; compensando no poco las tierras amplias de interior con los ingentes kilómetros de litoral (poblamiento pesquero, sañudo en el arte de la mar) que la hacen completamente singular (costas de la Luz, Sol, Tropical…); con puertas de acceso que han sentenciado en la Historia principios de fusión social y cultural.
Sin embargo, la proliferación de tierras de interior, completamente rurales, quedan a veces ensombrecidas por el marasmo de las grandes capitales con valores demográficos, centros urbanos notables, industriales, etc. Muchas veces predomina en el exterior (nacional e internacional), con mirada tibia, la imagen errática de esa Andalucía periférica que es sin duda una seña de identidad. Pero Andalucía es plenamente rural, de interior, nadie se engañe. La tierra adentro, agrícola y campesina, ha sido siempre la veta de mayor fuste a pesar de su voz callada y sigilosa. En diferentes momentos de la Historia y en los distintos cardinales del territorio rezuman brotes de ruralidad: desde el norte de Los Pedroches y Aracena, Sierras de Jaén hasta los empingorotados riscos de la Penibética, Sierra de Alpujarras y Grazalema. Tierras y gentes de campo que claman con su silencio las chirriantes voces de identidad andaluza. Como dijera el poeta, andaluces de los Llanos, de los mares y páramos…los que pueblan la Alpujarra, El Andévalo y Los Campos, Los Montes, El Aljarafe, La Campiña y Marquesado (Granada). La inmensidad andaluza brota por doquier con un paisaje abrumador de diversidad. El imponente olivar de Córdoba y Jaén, es santo y seña de la tierra, sustento de nuestras gentes, seguro de futuro y estampa imperecedera en nuestra retina. Rurales hasta la médula, y patrimonio de nuestra sangre, son también las vegas (Guadalquivir, Granada, Guadix, Baza…) que enriquecen la huerta española con los mejores sabores del sur, con el verdor impresionante de esa esperanzada industria agrícola que vende sus mejores productos a media Europa.
Con inmensa hermandad emerge el campo por excelencia de la Andalucía agraria, el encinal de Los Pedroches y lasinmensas comarcas de las campiñas de Jaén, Córdoba, Sevilla, El Condado y El Aljarafe (Huelva). Tierras llanas en las que tiembla el cielo con los reflejos de los cereales tradicionales, girasoles en lontananza e inmensos plantíos de arroz y viñedo. Con ese blanco azulado de los algodoneros que templa el corazón más puro de Andalucía. Rural hasta la médula es también la Andalucía mineral, con los emporios históricos de Linares y La Carolina, Los Pedroches y el imponente pecio de Tarsis y el Andévalo onubense, que asientan lospilares fundamentales de las entrañas de la tierratantas veces olvidados. En las cumbres de la tradición rural hablan muy fuerte las voces de las Alpujarras y Grazalema, Cumbres Mayores de Huelva y todas las sierras marianicas que conforman el cielo de Andalucía. Con el mayor avalúo de parques naturales de España (Doñana, Alcornocales, Magina, Cadeña-Montoro…). Sobran las palabras para sentenciar verdades como puños. Nuestras tierras y comarcas son rurales de cuerpo y alma. El cancionero popular y los poetas han aclamado siempre el solar andaluz, la riqueza y la pobreza, el trabajo y el sudor; Andalucía canta y sueña desde lo más profundo de su ser, desde la tierra y el mar, en lo alto y en lo bajo, a oriente y occidente. Por sus venas corre sangre de pueblo, que gusta del sol y la libertad del campo abierto, de horizontes grandes y miradas altas. Andalucía es rural. Ahora que tanto se presume (y habla) y defiende la España vaciada, y de los quilates de nuestros pueblos, nuestrascomarcas refulgen con gran intensidad e inmenso orgullo. Nunca ha perdido las esencias de un Pueblo vinculado a la tierra.
Ser entornos rurales no solamente es naturaleza física, es una forma de vida, una filosofía existencial pura y una rica culturatradicional. Ni mejor ni peor que otras, pero completamente distinta. Sin renunciar un ápice al desarrollo, a la economía sostenible y próspera, a la rica tradición y la cultura en sintonía con la naturaleza. Se trata de encontrar el equilibrio entre nuestras raíces y formas de vida satisfactorias en plena sintonía con la modernidad, los avances tecnológicos y la estrecha comunicación con entornos urbanos complementarios. Encontrar dicho equilibrio es la mejor respuesta a las exigencias actuales. Sin perder ni un punto de las identidades del ruralismo andaluz.
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