«Hablar del suicidio no mata, lo que mata es el silencio alrededor del tema«, esa fue una de las ideas que se pudo extraer de la conferencia sobre el suicidio que tuvo lugar ayer miércoles en el Teatro «El Silo» y donde participaron el alcalde de Pozoblanco, Santiago Cabello; el psicólogo clínico y coordinador de la Unidad Cicerón de intervención y prevención en conductas suicidas, Miguel Guerrero; el médico especialista en salud pública, Joan Carles March; y la superviviente por suicidio de una hermana, Nunci Rojas. Una conferencia que tuvo mensajes directos hacia la población joven, con presencia de estudiantes entre los asistentes, y que caminó entre la formación y el aprendizaje a través de los profesionales, pero también de la mano de Nunci Rojas. 

Se dirigió a los asistentes exponiendo que «el 11 de diciembre de 2019, hace ahora tres años, perdí a mi hermana pequeña y me convertí en superviviente, que es así como nos llaman a quienes perdemos a una persona por suicidio». «A partir de ese momento, de esa pérdida tan trágica, intentas sobrevivir ante las infinitas preguntas sin respuesta que nos rondan, al asfixiante sentimiento de culpabilidad, incredulidad, rabia e impotencia por no haber podido impedirlo. El suicidio nos pilla por sorpresa, no existía en nuestro esquema de vida, pero se convierte desde ese momento en parte central«, afirmó en su intervención. Nunci Rojas también quiso poner de relieve la importancia de abordar este problema, que deje de ser un tabú porque «de lo que no se habla no existe y a un problema que no existe, no hay que buscarle solución«. Pero las cifras que aportó hablan, precisamente de esa necesidad, más de 3.000 personas se suicidaron en España en 2020, lo que equivale a 11 suicidios al día y a un suicidio cada dos horas. 

Por eso, esta superviviente abogó por hablar, por informar de «una manera rigurosa y sin caer en sensacionalismo» principalmente «porque es un problema de todos y nadie está a salvo». «Nunca imaginé que se podía sufrir tanto hasta que me convertí en superviviente, te levantas cada mañana concediéndote el permiso de vivir», relató para, posteriormente, hacer mención a la «incomprensión» de la sociedad derivada, en parte, por la falta de educación e información ante un problema que deja una importante soledad ante «uno de los duelos más largos e intensos que se pueden vivir». Antes de recibir un emotivo aplauso del auditorio, Nunci Rojas pidió que «no se nos ignore, que se nos visibilice, somos reales y somos muchos. El suicidio no es culpa de nadie, pero sí es responsabilidad de todos«. 

Tomó el relevo Joan Carles March, que profundizó en las cifras, pero también abordó la obligación de ayudar porque «todos tenemos que ayudar a quien vemos que está mal». «Suicidarse es una solución eterna para un problema temporal«, apuntó para, posteriormente, defender que «hablar de la salud mental es un derecho que todos tenemos, aunque el suicidio no está siempre ligado a problemas de salud mental, sin embargo la realidad es que necesitamos invertir más en salud mental, no puede ser un privilegio». Respecto a los indicadores o aspectos que pueden hacer pensar que una persona tiene problemas señaló aspectos individuales, familiares y sociales. De igual modo, durante su exposición pidió abordar el Plan Nacional de Prevención del Suicidio y una mayor concienciación entre los profesionales sanitarios, señalando también el papel de los medios de comunicación, apostando por una correcta información, y de las asociaciones de pacientes porque tildó como clave «contarlo». «La clave para intentar disminuir el número de suicidios es que todos nos pongamos al frente, mirar más lejos de nuestros ojos, pensar que alguien necesita ayuda y que nos tiene a nosotros a su lado», finalizó. 

Un problema multidimensional

La última ponencia del día la ofreció Miguel Guerrero que empezó con la pregunta quizás más fácil de hacer y más difícil de responder, ¿por qué se suicida el ser humano? Esa fue la base de una conferencia que defendió, desde el primer momento, que sin poder tener una respuesta a esa pregunta sí existe una idea clara, para comprender este fenómeno hay que hacerlo desde la multidimensionalidad. Es decir, es una pregunta que se debe de contestar teniendo en cuentas diferentes perspectivas como la biológica, la psicológica, la evolucionista, la social, la cultural, la antropológica, la mediática o la sanitaria, entre otras. «El suicidio se mueve entre el estigma y el enigma y es la investigación la que nos puede ayudar a comprender para ayudar a las personas que lo sufren«, apuntó. 

Antes de analizar esas diferentes perspectivas, Guerrero repitió una idea ya reflejada con anterioridad y vital, «las personas que se suicidan no quieren morir, no niegan la vida, lo que quieren es dejar de sufrir. Aquí no hablamos de la muerte, sino de la vida. Si pudiéramos paliar ese dolor se reducirían los suicidios«. A partir de ahí, y de una manera muy didáctica, abordó el suicidio como fenómeno histórico, cómo ha ido evolucionando el paradigma social y cómo influye a la percepción que tenemos en la actualidad. También se adentró en el fenómeno del suicidio desde un punto de vista social señalando la primera movilización para pedir ese Plan Nacional y dejando claro que «antes se consideraba un problema de salud pública, pero es un problema social. Es un fracaso de todos porque la vida que se pierde está denunciando a su comunidad la exclusión, el dolor, la discriminación, la desigualdad, la desesperanza a la que se ha visto sometida y no ha podido salir».

 

En este aspecto, señaló que una de las principales estrategias de prevención es la cohesión social y expuso una serie de valores de la cultura occidental que no caminan en esa dirección, valores como el individualismo, la dictadura de la felicidad, el culto a la imagen o la fragilidad de las relaciones. Por último, abordó el suicidio como un fenómeno psicológico a través de cinco conceptos: dolor, sufrimiento, desesperanza, vínculos y sentido de la vida. En el cierre, y antes de dar participación al público, señaló la población de riesgo encabezada por la tercera edad, pero también conformada por las víctimas de malos tratos, de abusos, las minorías sociales, las personas con enfermedad mental, la población reclusa, los inmigrantes o, incluso, los sanitarios y personas que han pasado el Covid 19. Un apunte que dejó para dejar claro que esos grupos de riesgos varían. La jornada finalizó con otra pregunta, ¿cómo se puede ayudar? «Simplemente dejando el egoísmo a un lado», se escuchó.