No fue un pregón cargante, ni pretencioso, sino que fue uno de esos pregones donde los recuerdos y los sentimientos se impusieron a los méritos profesionales. Ayer el pueblo de Villaralto pudo disfrutar del pregón realizado por el tenor Pablo García López que sirvió para abrir la Feria y Fiestas en Honor de la Virgen del Buensuceso. En apenas un cuarto de hora, el músico supo dejar claro lo que quería, el por qué se había convertido en pregonero.

Empezó cuestionándose esa designación, reclamando a la vez los méritos que muchas personas jóvenes tiene para ocupar ese papel, y despejó las dudas, si es que quedaban, cuando empezó a recordar sus nexos con Villaralto. «Es cierto que nací en Córdoba, pero mis padres son de aquí y mi infancia también», indicó. El de ayer fue un pregón dedicado a sus padres, a la abuela Remedios, esa que «consiguió transmitirme el amor por el pueblo», un pueblo que «me acompaña allí por donde voy».

Recordó el tenor el rincón donde hoy se asienta el Museo del Pastor, sus paseos por la calle San Pedro, su primera conexión con la música al asistir a la Iglesia del pueblo donde se «encendió mi vocación musical». Una vocación que le hizo ingresar en el conservatorio primero en violín y luego en canto. No hizo Pablo García un extenso recorrido de su carrera, no alardeó de los países y escenarios que su prodigiosa voz le han permitido visitar, de los reconocimientos que ha ido atesorando. Se limitó a destacar que en esos momentos «me quedo con los que he vivido con vosotros, en los que me habéis acompañado porque esta es una profesión que requiere mucho sacrificio al estar lejos de los tuyos y sentir el aliento de este pueblo te hace seguir hacia adelante».

Y de todas esas experiencias tan solo extrajo el hecho de haber compartido escenario con Plácido Domingo. Todo un sueño. Y lo hizo con la humildad que le caracterizó durante todo su pregón para tener un recuerdo hacia el que fuera el alcalde de Villaralto, Manuel Gómez, porque «espero que desde la primera fila del cielo no se perdiera mi actuación».

Antes de recibir una cerrada ovación, Pablo García lanzó un último mensaje, una última consigna de vida: «Siéntate donde se canta, porque la gente mala no tiene canciones».