No hay placer mayor y más bello. Al menos para mí: caminar con los pies al desnudo mientras notas el frío o el calor del suelo y te das cuenta de que no barres tan bien, de que no eres perfecto. Andar descalzo es eso: darte cuenta de que fallas. Y eso no tiene precio. El precio es pincharte el cristal de una copa que se rompió en Navidad. En las cenas de Nochebuena todo se complica. Pregúntale a tu cuñado. Y no importa. Como nada importa en la vida cuando estás disfrutando. Vestirte y sentirte guapa un martes cuando vas a trabajar. Hazlo.

El peso que cae sobre tus pies descalzos justo después de quitarte los zapatos tras un lunes terrible es similar a un agujero negro que todo lo atrae y todo lo absorbe. La gravedad. Y la gravedad es un fenómeno natural por el cual los objetos y campos de materia dotados de masa o energía son atraídos entre sí: el amor. Es un efecto mayormente observable en la interacción entre los planetas y las galaxias o entre la mirada de los amantes. Es una de las cuatro interacciones fundamentales de la física y que origina la fuerza y pega la masa de tu cuerpo a la tierra con una tensión tan brutal igual a la atracción que la Luna hace con el mar. Como tus pies desnudos pisando el escalón que te lleva al sitio donde quieres estar, a ti, a nosotros.

Andar descalzo es lo más parecido a vivir y no hablo de meter los pies en la arena de una playa infinita: es tu hija corriendo hacia ti. Que te pare la Guardia Civil y tener claro que te han pillado. Remangarte. Es comer bien en un sitio donde no te lo esperas. Y comer barato. Comer barato y bien es pisar el frío de los azulejos recién puestos de tu casa. O de una casa que no es tuya, pero va a serlo. Ganar las elecciones.

Observar tus pies descalzos cuando te levantas justo antes de tomar café por la mañana es un instante de realidad, luego todo se cubre. No se puede ir en chanclas todo el año. Ojalá. No me puede gustar más el subjuntivo: quisiera o quisiese. Andar descalzo es llegar nuevo a un sitio donde te reciben bien. O no andas: flotas. Y es justo ahí cuando entiendes que todo merece la pena. Que quemarse los pies en verano merece la pena, que salir de la piscina y resbalar merece la pena, que todo merece la pena cuando tus pies descalzos tocan a otros pies descalzos en la cama y parece el final perfecto de una boda perfecta. Tus pies junto a los suyos; y sabes lo que digo: la relación entre dos planetas o dos galaxias que por gravedad se atraen.

De niño andaba mucho más descalzo que lo hago ahora, pero me estoy quitando. Si llevas mucho sin andar descalza o descalzo déjate esta noche las zapatillas de paño más lejos de la cuenta y revive el instante de correr hacia tus padres como lo hace ahora tu hija hacia ti, David. Y recuerda como el frío o el calor toca las plantas de tus pies desnudos y la vida se abre paso. Y el martes cuando te quites los tacones y vayas a la cocina piensa en todo esto. Y piensa en la libertad y lo bello de la vida y de andar descalzo.