Desde su designación como pregonero de la Feria y Fiestas de Ntra. Sra. de las Mercedes, los méritos de Antonio Arévalo se han desgranado por innumerables lugares. Ayer también se escucharon en el Teatro ‘El Silo’. Pero durante el pregón, sobre las tablas del espacio escénico, salió su lado más polifacético, ese del que ya ha dado grandes pinceladas a lo largo de su carrera profesional. Pocas personas son capaces de elaborar un pregón en un tiempo récord, de hacerlo casi sin papeles y conseguir hacer reír al personal. Ayer, Pozoblanco premió a Antonio Arévalo y él, a cambio, pregonó a la ciudad de Pozoblanco.
No es baladí eso de que pregonó a la ciudad de Pozoblanco porque el pregonero fue historiador para contar las vicisitudes de la localidad a lo largo de un siglo. Tomó como referencia el título de ciudad concedido a Pozoblanco en 1923 y a partir de ahí desgranó muchas de las historias de aquella villa que pasó a ser ciudad, de su forma de vivir y de sobrevivir. Para hacerlo se vistió del comunicador que lleva siendo desde hace décadas, pero también tiró de humor y de esa parte polifacética que le hizo hasta arrancarse a cantar.
Fue en la parte, quizás, más brillante del pregón, en la que su exposición se entremezcló con las piezas tocadas por la Banda Municipal de Música, pero él también tomó el micrófono para cantar. Acompañado por Javier Fernández Alameda al piano y Pili Acaíñas a la voz, interpretó el pasodoble ‘Ven Cirila, ven’ tomando el «traje de mi teniente» prestado. El público aplaudió la interpretación y se animó en las partes más corales.
Aunque las connotaciones históricas no faltaron durante su intervención, el pregonero también tuvo palabras para los suyos, para quienes viven el día a día de alguien que ayer demostró sus múltiples facetas profesionales.
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