Más de 900 trabajadores, 30 millones de euros de presupuesto, más de mil personas a las que se presta servicio y una extensión que engloba a las ocho provincias andaluzas con 48 unidades de negocios que abarcan sectores tan diferenciales como el de la energía, la hostelería, la tecnología o los servicios. ¿Algo que podía pensarse hace cuarenta años? No. Pero, ¿qué pensarían quienes en 1984 sembraron el germen de Prode? Blas García lo tiene claro: «No se lo creerían». «Hay miembros en la junta directiva de aquellos tiempos y están muy sorprendidos, esto ha sido algo que ha venido no porque estuviera proyectado, ha sido algo que ha venido por lo que decía anteriormente, la vocación», indica Blas García, haciendo esa retrospectiva de una historia que llega ya a las cuatro décadas.
Cuarenta años, ese es el aniversario que celebra la Fundación Prode durante este 2024. Hay que remontarse a 1984 para encontrar el punto de partida de unas familias que buscaron, desde el inicio, el bienestar de sus familiares. Es imposible desasociar a esta Fundación con el territorio donde se fraguó, la comarca de Los Pedroches, aunque hoy esté presente en las ocho provincias andaluzas. Cuarenta años antes nadie podía pensar en ese crecimiento porque la idea era mucho menos ambiciosa, nacía para dar respuesta a las necesidades no cubiertas de las personas con discapacidad intelectual. Ese movimiento se produjo en toda España, aunque a Los Pedroches llegó en los años 80 del pasado siglo, liderado por Blas García Rodríguez, buscando una sensibilización hacia las personas con discapacidad que dictaba mucho de la que hay en la actualidad.
Costó arrancar, pero el germen de lo que es hoy la Fundación Prode salió hacia delante por el componente solidario y de voluntariado, bajo el concepto de intentar ayudar a quien más difícil lo tenía. Tampoco hay que olvidar el estigma con el que convivían muchas personas con discapacidad intelectual por lo que hubo que romper la resistencia a reconocer los derechos que las personas con discapacidad tenían. Para hacerse una idea de ese estigma solo hay que tener en cuenta un dato, ha sido en 2023 cuando la palabra disminuido se ha eliminado de la Constitución española.
«El éxito radica en los valores»
Blas García, el actual presidente de la Fundación, asegura que el éxito del movimiento que surgió en 1984 radica en «los valores». No se mueve de ahí. «Mi padre nos transmitió el espíritu que es el que ahora continua, lo que mantiene a la organización son los valores», explica. Esa base firme, contundente e inamovible se sigue transmitiendo y por eso el trabajo está enfocado a la igualdad, a entender que la sociedad no tiene sentido si no existe ese trabajado encaminado a dar cabida a los sectores más vulnerables. Por eso, antepone los valores ante un talento que es «incuestionable» entre quienes lideran esta organización en sus diferentes sectores.
Puntos de inflexión
Esa profesionalización que habla de los más de 900 trabajadores que hay en la actualidad y que siguen la estela de sus antecesores, dignificar a las personas con discapacidad intelectual, arranca de un grupo de voluntarios. Prode estaba, por entonces, ubicada en la Casa de las Obispas, un espacio cedido por el Obispado, con un comedor con la materia prima cedida en muchas ocasiones. Paralelamente, la Fundación alquiló sus primeras viviendas tuteladas en el Paseo de la Herradura, que luego trasladaron hasta la calle Cádiz, con viviendas ya propias de la Fundación. Los tiempos evolucionaban y los retos también y entre ellos estuvo esa autonomía que sobrepasaba el cubrir las necesidades básicas. Se pasó a otro modelo más ambicioso que acabaría con la Fundación volcada en la inclusión laboral.
Hay otra fecha importante, otro hito histórico, el año 1999. En ese momento, ese primer domicilio queda atrás y la sede central abre en Pozoblanco superando situaciones ciertamente precarias y se empiezan a tener unos recursos acordes a otros tiempos. Además, se pasa de un sistema de subvención al procedimiento de concierto por parte de la Junta de Andalucía, algo que Blas García califica como «otro punto de inflexión».
La terna de los puntos más importantes que da la Fundación en sus cuarenta años de historia se completa cuando «no nos quedamos en lo asistencial». El apostar por lo laboral fue «determinante» porque la Fundación es consciente de que «para ser felices las personas deben tener un empleo». Una seña de identidad ante la que la Fundación saca pecho porque no encuentra una entidad con parámetros semejantes en el territorio andaluz. «El 80 por ciento de personas empleadas están bajo el paraguas de centros especiales de empleo y esa es nuestra opción porque no queríamos depender de terceros. Hemos montado nosotros los propios negocios con el único fin de darle empleo a estas personas y con la gran dificultad de que esos negocios fuesen sostenibles económicamente, algo que no es fácil», explica Blas García.
Familias
Hay otro puntal que ha sido fundamental desde los inicios, las familias. Y lo son porque Prode surgió de un movimiento de familias que siguen teniendo «un papel fundamental» y ahí entra también la diversificación que ha experimentado la Fundación. La atención temprana, por ejemplo, no sería posible sin el apoyo familiar que junto a los profesionales constituyen equipos de trabajo. Lo sabe bien José Andrés Jurado, que desde que nació está vinculado a través de esa atención temprana a la Fundación y que ahora es uno más como trabajador del departamento económico. Las familias también son vitales en la parte de mayores y lo demuestra la historia de José Sánchez Coleto, que lleva diez años en el Centro de Día donde más allá de superar sus límites físicos, consiguió sentirse realizado a través de actividades porque «siempre quise estudiar» y las circunstancias de la época se lo impidieron. Llora y se emociona pensando en esas cuentas que realiza cada día y que le recuerdan a las que hacía «bajo los chaparros» en su juventud. Es la evolución de la Fundación, un crecimiento imparable.
Trabajo por delante
El presidente de la entidad tiene claro que «todavía nos quedan muchos retos por delante». «Nos queda mucho, mucho, mucho camino por delante», asegura. Lo argumenta con datos, el índice de actividad de la población con discapacidad está 40 puntos por debajo del resto de la población. «Nos estamos moviendo en población activa, personas que están trabajando o buscando trabajo, nos movemos en el 34 por ciento, estamos hablando de que no están en el mercado ni buscando ni trabajando el 70 por ciento de la población. Eso es una barbaridad. ¿Hay trabajo por hacer? Todo el del mundo», argumenta. «Pero si nos vamos a otros ámbitos, como es el del alojamiento, por qué la personas con discapacidad o con discapacidad intelectual no tiene derecho a vivir como el resto, en una casa elegida por ellos, con quien quieran ellos y como quieran ellos, por qué les tenemos que dar residencias cuando sabemos que eso no les hace felices. ¿Hay por hacer? Mucho. Nos vamos al ocio, el tiempo que tenemos más allá de la ocupación o del empleo, y nos damos cuenta de que no hay alternativas», prosigue. No le tiembla el pulso cuando afirma que «hay cosas que siguen como hace mucho tiempo por eso el camino de mejora es largo».
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