El verano se cuenta de muchas maneras, también de feria en feria porque son días de fiestas en los diferentes pueblos de la provincia. En el calendario veraniego las ferias se van sucediendo y el norte de la provincia no es ajeno a ese trasiego de pueblo en pueblo, cada fin de semana el epicentro de la diversión se traslada al ritmo de ese calendario que ve pasar el verano. Entre los planes de los más jóvenes se encuentra hacer ese “tour” por las fiestas patronales y aquí es donde emerge una figura presente durante el resto del año, pero que en verano incrementa a su carta de servicios, el taxista rural. 

No hay que levantar la mano ni “pelearse” con otros potenciales clientes como ocurre en las grandes urbes, aquí el servicio se contrata con antelación, se concreta el día y el lugar para la llevada y luego para el camino de regreso. Unas veces llaman ellos, los jóvenes que van a utilizar el taxi, otras lo hacen los padres y madres -que también pasan el verano ejerciendo de taxistas- para garantizarse la seguridad que otorga el saber que el regreso está pactado. 

Antonio Jesús Pozuelo es taxista en la zona de Pozoblanco desde el pasado mes de enero por lo que vive su primer verano de feria en feria como conductor. “El verano está siendo bastante ajetreado, la gente está muy concienciada que no se puede coger el coche después de una noche de fiesta y habiendo bebido, no se la juega, así que el trabajo se ha intensificado” cuenta. El perfil de los clientes nos habla de gente joven de entre 17 y 20 años que “reservan ellos mismos, aunque muchas veces son los padres los que se ponen en contacto para contratar el servicio para los hijos y así estar más tranquilos. Saben a la hora que se van y a la hora que van a volver, se pacta todo con el cliente y es más fácil”. Uno contrata y la pandilla comparte gastos porque en este tipo de servicios el grupo es esencial. 

“No dan mucha guerra, se comportan bien”, cuenta cuando se le pregunta cómo es enfrentarse a esas recogidas cuando la noche ya acaba y va asomando el día. Pero no son solo los jóvenes los que utilizan este servicio para ir de fiesta, los clientes son de todas las edades porque el verano también es una estación propicia para las bodas y ahí la figura de taxistas como Antonio Jesús Pozuelo aparece para quienes no aguantan hasta altas horas de la madrugada para hacer uso del servicio de autobús que, en muchos casos, contratan los novios. “Aquí el perfil cambia, es gente más mayor que contrata el servicio justo después de la cena o gente que no aguanta tanto para irse en autobús, aquí la media de edad del cliente sube”, explica. 

Mucho más allá de las fiestas

Pero que nadie piense que el trabajo de Antonio Jesús Pozuelo y del resto de taxistas rurales se ciñe a eso, hay mucho más. Su día a día habla de trasladar a pacientes hasta Córdoba para sus tratamientos médicos como, por ejemplo, la diálisis. Ese es su trabajo diario y donde se intenta hacer un hueco desde que empezó en el mes de enero, en la asistencia a mutuas, en hacer más llevadero ese ir y venir a los pacientes que tienen que desplazarse a la capital. Las dos caras de un mismo trabajo. 

Con su taxi Antonio Jesús Pozuelo también consigue paliar el déficit de transporte público que hay en zonas de por sí aisladas y dar servicio a una población envejecida. Por eso, entre sus clientes también “se cuelan” personas mayores a las que lleva a hacer la compra y cuestiones similares. “Son personas que no tienen otra forma de desplazarse y lo necesitan, así que ahí estamos nosotros”, relata. “Vivimos en una zona donde el transporte público va decayendo y por eso el sector del taxi se está desarrollando más en los últimos años”, puntualiza mientras nos atiende en el compás de espera de un servicio.

Lo que está claro es que de una forma u otra la figura del taxista rural aparece para dar seguridad, lo hace a quienes se divierten y esperan un regreso seguro a casa, pero también en un día a día más gris donde su trabajo ayuda a quienes necesitan de terceros para desplazarse para cuestiones mundanas.