Hace unos días me enteré de que La Oreja de Van Gogh había despachado a otra cantante, Leire en este caso. Años antes Amaia Montero se piró o la piraron del grupo y se convirtió en un mito. Y entonces siguiendo aquella historia me di cuenta de que en realidad de lo que estaba hablando el personal era de otra cosa. De lo que quería hablar todo el mundo no era de lo injusto que es que a Leire nadie le hubiera perdonado jamás haber sustituido a Amaia, de ser la otra (no te conviertas en amante de nadie; nunca lo dejan), como si hubiera sido culpa suya, que es de lo que habría que estar hablando.
Sin embargo, de lo que estaba hablando todo el mundo era de algo mucho más universal y que está más cerca de todos y todas: del primer amor o lo que es lo mismo: de que si lo primero que ocurre o que pasa o que está en tu vida, como Amaia, es lo mejor que te puede ocurrir o pasar o estar, por esa cosa que ocurre siempre en los buenos comienzos, como Amaia, que es súper intenso, como Amaia o como pasaba siempre a principios de los 2000 con todo (que íbamos a ser todos ministros como Boyer y casarnos con la Preysler pero nos engañaron); que lo que viene después, aunque lo venido después sea más duradero, como Leire; sea más seguro, como Leire, más interesantemente rentable, como Leire; pero que no te acaba de convencer aunque te da el apaño, como Leire. Conformarse vendiendo todos los discos del mundo o siendo la pareja perfecta. Y no consiste en eso, querida.
Al final todo esto del primer amor o de lo que pasa en La Oreja de Van Gogh con Amaia y Leire es nostalgia y no otra cosa; aunque es nostalgia mal llevada, que es distinto o al menos eso creo a echarte de menos a ti mismo cuando eras feliz. Una cosa es verte feliz en tu momento adolescente mientras te enamorabas con cierta inocencia, que es bonito o muy bonito; y otra muy distinta es pensar que eso que pasaba mientras sonaba Rosas en la feria de tu primer beso sería insuperable y nunca jamás volverías a sentir lo mismo y sería lo mejor que te iba a pasar nunca y dabas gracias a todos los santos del cielo porque te había pasado y no eras el raro o la rara de tu clase de 3º de la ESO.
Y, seguir creyendo que el amor adolescente y el primer amor es el amor verdadero, como Amaia; y ser incapaz de superarlo, como Leire; y pensar que todo lo que no sea lo primero no vale, porque no es lo mismo, que es lo que les pasa a los cuatro maromos de la Oreja de Van Gogh, a los que no conocen ni en su casa; o a una parte de los fans del grupo. Es decir: si no diferencias a Amaia o a Leire cantando en un directo “llega tarde el 28” la culpa no es de ellas, nunca fue de ellas, es tuya; como tuya es la manera en la que recuerdas: la manera en que te recuerdas o el hecho buscar esos besos en otra cama y con otra.
En 1998 se publicó el disco Dile al Sol, hace 26 años, y todo estaba apunto de empezar y tener quince años era un grado y seguro que hace mucho que no escuchas El 28, su single más exitoso. Póntelo. La portada de aquel disco, búscala, era un filtro de Instagram que hoy no te atreverías a poner; pero aquello del “Cuentame al oído” era otra cosa, era La Playa, como Amaia cantando 20 de enero en 2003 cuando todo era perfecto o casi perfecto. O eso creíamos.
El origen de la palabra recordar no puede ser mas bello y no puede enamorar más. La palabra procede del latín Re- (de nuevo) y cordis (corazón), es decir, que recordar viene a significar pasar de nuevo por el corazón; y es que quizás es un poco eso o quizás es todo esto: que lo que nos pasa al echar la vista hacía atrás, lo que vuelve es el corazón y las pasiones que sentías cuando la razón no entendía; y es normal y no estaba nada mal. Pero tiene que quedarse allí porque la vida, que es todo la vez, tiene bellísimos momentos en todos y cada uno de los estadíos que nos brinda a nuestro efímero paso por este planeta. Y estaría bien ser justo con Leire pero quizás, lo que pasa muchas veces, es que lo que recuerdas es a Amaia cantando París.
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