El Domingo de Resurrección en Pozoblanco amaneció con un cielo encapotado y un aire cargado de dudas. Los partes meteorológicos anunciaban lluvia, y con la prudencia que exige la experiencia, la cofradía decidió recortar el recorrido habitual de la procesión para evitar riesgos mayores. Pero, como si la propia Resurrección hubiera querido despejar el cielo, la amenaza de agua se desvaneció y la mañana terminó siendo más amable de lo que se temía.

A pesar del cambio de planes, la emoción no menguó. La plaza de la Iglesia se fue llenando poco a poco de fieles y curiosos, mientras el repicar de las campanas marcaba el tono festivo que distingue este día del resto de la Semana Santa. Con la solemnidad del Resucitado y la alegría contenida de quienes lo acompañan cada año, la procesión arrancó, aunque por un itinerario más breve de lo acostumbrado.

Un recorrido no impidió ver unas de las imágenes que se ha convertido en seña de identidad de la Semana Santa pozoalbense, el reencuentro entre el Resucitado y la Virgen de Luna en las confluencias de las calles San Cayetano y Jesús. No faltó la lluvia de pétalos cuando ambas imágenes se reencontraron para avanzar al unísono. 

Finalmente, no hubo lluvia, pero sí esa otra agua, la de la emoción y la fe compartida, que se deja ver en los ojos de quienes viven el Domingo de Resurrección como el broche de oro a una semana de recogimiento, promesas y tradición.