Querida Luci:
Esta carta, con la que después de tanto tiempo nos reencontramos, podía llevar un título más modesto y llamarse sencillamente “Comparaciones” pero, me lo aseguraba un conocido: Un buen titular o, simplemente, un titular atractivo garantiza la lectura de más de un artículo mediocre. Así, de forma traicionera, me sirvo de un verso de “Algo personal” de Serrat para intentar que vuelvas de nuevo tus ojos hacia mí.
No lo podemos evitar, desde el momento en que comenzamos a interactuar con otros seres humanos se estrena un camino en el que derrochamos muchas de nuestras energías en competir con ellos. Desde la guardería (y antes), los niños y las niñas son clasificados y comparados según sean los que más duermen, los que mejor comen, los más obedientes,… y esta forzada competición y este espíritu competitivo se nos mete dentro y nos acompaña durante el resto de nuestras vidas.
Aceptemos que los seres humanos (individualmente o en equipo) pugnen por lograr un éxito lúdico o profesional, pero de ahí a desperdiciar nuestras mejores cualidades, formación, aptitudes,… y un tiempo que no nos sobra, en medirnos permanentemente con los demás, media un gran trecho. Por no hablar del sufrimiento estéril que conlleva.
Por desgracia, los “encargados” de establecer los cánones de belleza, de éxito, de bienestar, etc. son, demasiadas veces, seres mezquinos, interesados en que dichos cánones condicionen nuestra conducta y el destino de nuestro dinero y acaban por lograr que los interioricemos como propios, camuflados detrás de estilos de vida o marcas de moda, por ejemplo. Así, entre lo que nos empujan y lo que nos imponemos nosotros solitos, habitamos un sinvivir en el que no basta con comer, beber, vestir, sentir, saber, amar,… o, incluso, sufrir. Hasta en esto, la nuestra ha de ser la más grande (me refiero a la pena). Es como que, si no somos más que los demás en algo, no somos.
Escuché en cierta ocasión que es un dislate comparar la dicha de un músico con la de un arquitecto, sencillamente porque lo que ambos priorizan en sus vidas nada tiene que ver. Uno gozará proyectando edificios y el otro disfrutará interpretando música. A final de mes, seguramente, sus ingresos no serán homogéneos, pero cómo establecer (y para qué) quién goza mayor calidad de vida o es más feliz.
Querida Luci, un amigo me recomendaba (ni siquiera tú has de leer tanto párrafo) que si alguna vez retomaba estas cartas, me esforzara en la brevedad. Como me fío de mis amigos y resumiendo: He perdido todo interés en llegar el primero o ser el mejor en alguna disciplina. Me preocupa mucho más encontrar cada mañana una razón para levantarme y, a día de hoy, cuento con ella. Y no me inquieta tenerla más o menos grande que nadie (me refiero a la razón para levantarme).
Incomparablemente tuyo.
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