A Luci Naciones

Querida Luci:

No creo que nos valga la pena discutir ahora si se trata de metonimia o sinécdoque, o tal vez personificación, el recurso que emplean los periodistas deportivos cuando utilizan expresiones como: “Ruge la grada” o “Aúlla el graderío”.  Como en tantas realidades que me acompañan, se me escapan su sentido literario y su trascendencia.

En la actualidad, eso que llaman simplemente deporte, se me antoja que supera –con mucho- lo que el término en cuestión define. Su práctica o asistir a presenciarlo como espectáculo concitan otras muchas pulsiones y relaciones sociales que se generan a partir del mismo. Fútbol, baloncesto o automovilismo, entre otros, además de grandes intereses económicos, congregan en torno a su exhibición pública con los mejores especialistas del mundo, el movimiento de enormes cantidades de hinchas, seguidores, fanáticos, forofos, incondicionales,…

Desgraciadamente, la estupidez, la maldad,… y la violencia han cogido la parte del botín que el deporte les cede y no es extraño encontramos con episodios como el que ahora se me viene a la memoria: El ataque con bombas al autobús del equipo de fútbol del Borussia de Dortmund, que pudo acabar en una carnicería.

Cuántas veces deben volar las balas de cañón, antes de ser prohibidas para siempre… y …Cuántas muertes serán necesarias, antes de que él (el ser humano) se dé cuenta, de que ha muerto demasiada gente… El poeta -apenas un veinteañero- Bob Dylan se preguntaba y nos formulaba estas y otras cuestiones, allá por el año 1963 y, como un visionario, sin mostrar una solución categórica, nos aseguraba que la respuesta flota en el viento. (The answer is blowing in the wind). Casi cincuenta y cinco años después, (con premio Nobel de por medio) las respuestas continúan en el mismo sitio.

No te lo voy a negar, muchas veces pierdo la esperanza en el género humano y en mí mismo, sobre todo cuando presencio y asisto a la barbarie, la destrucción, a los asesinatos masivos del hombre por el hombre y permanezco impasible, a mi bola. Y, de nuevo, el cantautor de Minnesota: Cuántas veces puede un hombre girar la cabeza, y fingir que simplemente no lo ha visto.

Pero yo te hablaba de aficionados, forofos, hinchas,… gradas rugientes y graderíos que se exaltan. Ha sido necesaria la explosión de unas bombas contra el autobús de su equipo para que caigan en la cuenta, de que ha muerto demasiada gente… Todos hemos visto las imágenes de jóvenes (y no tan jóvenes) de ambos equipos, con sus respectivos colores (camisetas de sus respectivos colores), cenando y pasando la noche en casa de los alemanes que los habían invitado para que, de esta forma, pudiesen asistir al día siguiente (se aplazó veinticuatro horas) al partido de fútbol Borussia – Mónaco.

Querida Luci, mirando esas imágenes reconfortantes, he comprobado con alivio que aficionados, hinchas, seguidores, fanáticos,… grada y graderío, han recuperado (nunca la habían perdido) su condición de seres humanos individuales y que no era el suyo un proceso irreversible. Como consecuencia, se les ha permitido reconocer en el rival a otro ser humano idéntico a ellos mismos, si bien el color de su camiseta (que no necesariamente de su piel o de su sangre) era distinto.

Las respuestas flotaban y muchas personas solo tuvieron que encontrarlas y hacerlas suyas. Estoy convencido de que quien acogió (¡No te digo nada del acogido!) en su casa, dio de comer y facilitó un techo donde pasar la noche a un rival deportivo, desde ese mismo instante, (si alguna vez lo había hecho) dejó de considerarlo -¡enorme desatino!-: Su enemigo. Y, al contarlo, abrió un camino transitable para otros que no lo habían sentido como él.

De la misma forma que no deseo discutir sobre recursos estilísticos, me niego a escuchar mil veces la misma mala noticia y me agarro, como a una tabla de salvación, a aquella otra (a la buena) en la que se me informa de que alguien, echándole valor y creatividad a la vida, encontró una respuesta en el viento y se abrazó a ella. Y desde entonces vive flotando y convencido de que con un gesto tan sencillo como contundente, la humanidad recomenzaba a ser un poquito mejor.

 

Intentando ponerme a flote y siempre tuyo.