Querida Luci:
Forma parte de esa enciclopedia popular no escrita, inventada mucho antes que la Wikipedia: El Saber no ocupa sitio. Nuestros padres nos mandaban a la escuela y, además, nos enseñaban los trabajos del campo, reglas de urbanidad, recetas de supervivencia, moralidad, curiosidades,… y no por eso nos estalló la cabeza. Será que, de verdad, aquellos conocimientos no llenan espacio o que la capacidad de aguante del ser humano es territorio a medio explorar y -ni de lejos- conocemos sus límites. Algunos de esos saberes los fuimos dejando olvidados, como quien no quiere la cosa, mientras hacíamos caminos al andar y nunca nos molestamos en volver a recogerlos: Saber lo que no quiero también es Saber.
Como proverbio –¡El Saber no ocupa sitio!- no está mal, si no lo manoseamos demasiado, pero atravesamos tiempos de fusión y mestizaje y nos lo han combinado con otros de dudosa catadura moral. Ejemplo: No basta con ser bueno, sino parecerlo. Y ocurre que, lo que por separado significa lo que significa, en combinación, ha generado un cóctel en el que el Saber se nos sirve acompañado de buenos y de apariencias. La despreocupación por saber que el Saber no ocupa sitio se ha tornado obsesión enfermiza por colocar, en lugar bien visible, todos los “saberes” que uno posee.
Y no me preguntes cómo pero, a base de tragarnos esos combinados, el popular pensamiento se ha reconfigurado y (se reconozca o no) ha quedado más o menos así: Si posees saberes, ponlos donde todos se enteren y, si no los tienes, ha de parecerlo. En la sala de espera de la consulta del dentista o psicólogo primerizos, las paredes lucen con los muchos certificados que acreditan su formación. Cuando todos reconocemos su valía, los diplomas se esfuman y dan paso a una decoración minimalista.
Los asesores de imagen de muchos de nuestros próceres no reconstruyen virgos ni preparan pócimas para mudar la dirección de las flechas de Cupido. Estos -postmodernas Celestinas– reparan currículos. O recosen con gruesas puntadas la redacción de los títulos para que: Posee conocimientos de… se torne: Doctorado en Ciencias… O añaden cuarto y mitad, y se les va la mano, generosa, a la hora de que luzca brillantemente titulado el sujeto o la sujeta que se acogió a sus artes.
Llegados a este extremo ¿Dónde queda el Saber? Generalmente desbancado por el parecer o el aparentar y, cuando esto ocurre, el esfuerzo y el sacrificio carecen de valor y se desprecia con desparpajo soez a quienes lo poseen y a quienes lo transmiten. Para justificar lo injustificable, vale desde descalificar a un simple maestro hasta cargar contra toda la universidad. Es preciso Morir matando. ¡Otra sentencia para el archivo!
Querida Luci, ante la actualización exprés de historiales académicos y titulillos, siento vergüenza y se me pone muy mala sangre (no repetiré lo que mil veces has oído). Y, desgraciadamente, tan asociado a una clase política excesiva en número, incompetente en demasiados de sus miembros, con unos malos hábitos y un distanciamiento inasumible, de sus votantes y -es lo más triste- con la complicidad cutre de compañeros que, lejos de plantarse y denunciar, guardan silencio en un interesado ejercicio de corporativismo.
Referido a esto del Saber, nuestros políticos -¡Sálvese quién pueda!- deberían aprender cuanto antes la socrática: Solo sé que no sé nada. Y deberían colgarla en su despacho. Y bajo el retrovisor interior del coche. Y en el llavero. Y en el salvapantallas del ordenador y del móvil. Y tatuársela en lugar bien visible,… Se acercaría más a la verdad: Esa es la frase que todos, sin excepción, (monárquicos y republicanos; nacionalistas A o B; de izquierdas, centro y derechas; casta y menos casta;… incluso infanta y duque consorte) repiten ante los magistrados y ante las comisiones de investigación, cuando los cogen con las manos en… “el currículo”: ¡No sé nada!
Tanto enmarcar diplomas, lucir medallas, repintar sus blasones y engordar currículos para terminar delante del juez con la misma y simplona cantinela. Así, mientras muchos se atrincheran en su “¡Yo no sé!”, demasiada gente en la calle se reafirma en su: ¡Lo sabía!
Saberte ocupa un sitio muy importante. Siempre tuyo.
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