Prostituida hasta el sarcasmo, se nos vende que la palabra constitucionalista no puede entenderse más allá del mostrarse defensor de “no sé qué”, frente a “no entiendo cómo”.
A Luci Naciones
Querida Luci:
Lo recuerdo así: A 1978 le quedaba poco más de un mes. Yo estudiaba magisterio en la Escuela Normal de Córdoba (la del Sector Sur). Supongo que era una mañana de finales de noviembre y algo excepcional iba a ocurrir. Comunistas, poetas, profesorado, estudiantes y curiosos. El salón de actos se encontraba lleno a rebosar, las butacas, los pasillos, incluso cualquier espacio del escenario que no estuviera ocupado por la mesa donde se sentarían los intervinientes en el acto, se hallaba repleto de un público expectante. Íbamos a asistir a uno de esos momentos mágicos e irrepetibles en los que la poesía lírica y la reciente historia de España se ven acompañadas de la presencia de un autor y protagonista de excepción.
Y llegó Rafael Alberti. Y yo recuerdo de aquel acto, sobre todo, al poeta gaditano contándonos por qué había compuesto la “Balada del que nunca fue a Granada” y lo imaginé joven, planeando pasar unos días de aquel verano del 36 con su amigo Federico García que lo había invitado varias veces a conocer Granada y… y ya nunca pudo ser: La guerra, el exilio y pasar tu única vida fuera de tu tierra. Ahora, delante de mí, un viejo de pelo blanquísimo recitaba con voz grave: “Qué lejos por mares, campos y montañas! // Ya otros soles miran mi cabeza cana. Nunca fui a Granada. // Mi cabeza cana, los años perdidos. // Quiero hallar los viejos, borrados caminos. // Nunca vi Granada… “
A los pocos días, el miércoles 6 de diciembre, todos los españoles estábamos convocados a un referéndum en el que se nos preguntaba: ¿Aprueba el Proyecto de Constitución? Y los españoles lo aprobamos, votando Sí con una abrumadora mayoría. Hoy, algunos tratan de convencernos de que aquella Constitución Española del 78 es una antigualla. Incluso hay quien se muestra convencido de que siempre fue una mala constitución… Cuando escucho comentarios de esta índole, me vienen al pensamiento las dificultades (cuarenta años atrás) de aquel variopinto y plural grupo de españoles, llamados luego “Padres de la Constitución”, para redactar un texto que no ofendiera a nadie, que no excluyera a nadie y que permitiera vivir en paz a todos los pueblos de España. A unos les gustaba más que a otros pero, estoy convencido: ¡Lo consiguieron! Cuarenta años de convivencia les han dado la razón.
Tal vez necesitamos una Constitución más moderna, pero resulta mucho más urgente encontrar líderes más formados y con más memoria; con más generosidad y con mucha más empatía hacia posiciones distintas a la suya; con muchísima más capacidad de autocrítica y un poquito sentido de estado. Admito que puedo estar equivocado, sin embargo, tengo la impresión de que exigimos que la Carta Magna solucione lo que solo es consecuencia de nuestra incompetencia y, en gran medida, responsabilidad de nuestra negativa a entendernos. Y eso, aunque la cambiemos de arriba abajo y aunque la hiciéramos nueva de pe a pa, no hay Constitución que lo arregle.
Querida Luci: Supongo que aquella mañana de noviembre bastantes esperaban que el autor de “Marinero en tierra” se mostrara mucho más beligerante y pidiera cuentas y clamara justicia por el amigo poeta al que, (cuarenta años atrás) de manera infame, habían asesinado en Granada “por rojo y por maricón”. Pero él (sin claudicar en ningún momento) no había venido a Córdoba para eso, Rafael Alberti acudió a la Escuela de magisterio (lo comprendí bastantes años después) a pedir a comunistas, poetas, profesorado, estudiantes y curiosos y, sobre todo, a los futuros maestros y maestras, que nos formáramos en tolerancia, en respeto, en convivencia pacífica y en creer en la democracia (el menos malo de los sistemas políticos conocidos), para poder enseñarlo después. Dijo estar seguro de que, a los allí presentes no nos había convencido él, pero su comparecencia testimoniaba lo trascendental del momento y lo que nos jugábamos. Sí, aquel viejo poeta rojo y republicano, recién llegado del exilio, con su timbre de voz un tanto apocalíptico, dejó a un lado las cuentas pendientes que no servían para avanzar ni para vivir en paz y se recorrió muchos lugares de España pidiendo el SÍ para la nueva Constitución de los nuevos y los viejos españoles.
“Dadle un ramo verde de luz a mi mano.// Una rienda corta y galope largo. //Nunca entré en Granada…” Yo tenía veinte años y era un aprendiz de maestro, ingenuo e ignorante, que no comprendía muchos de los hechos (ni su alcance) que vivía nuestro país en aquel otoño del 78. Hoy, casi cuarenta años después, maestro a punto de jubilación, no albergo ninguna duda: Antes de que un chasquido nos arrastre a componer alguna balada como la del que nunca fue a Granada, deberíamos de releer nuestra Constitución con serenidad. Informarnos sobre quiénes la redactaron y en qué momento histórico. Sobre quiénes pidieron el Sí y qué argumentos esgrimieron. Sobre cuáles fueron los resultados de la consulta… Y todo ello deberíamos efectuarlo con las gafas de ver con mayor amplitud de miras.
Ojalá nos veamos muy pronto en Granada. Siempre tuyo.
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