Vuelta a la normalidad tras unos días de intensa actividad en Pozoblanco con la celebración de la Feria en Honor de Ntra. Sra. de Las Mercedes. Con unos magníficos días, de prolongación del marchito verano, la localidad ha lucido más colorida que nunca optando por la eficacia a través de la simplicidad, los ciudadanos han podido disfrutar de una amplísima programación que ha cubierto tanto el espectro cultural como el de ocio. Y, de nuevo, se ha corroborado que se si se confía en lo de casa el éxito también está garantizado.

Esa afirmación la demostraron el Grupo de Teatro Jara y Antonio de Pozoblanco que llenaron el Teatro «El Silo» y la Caseta Municipal, respectivamente. Los primeros demostraron que van mejorando en sus apuestas teatrales y dedicándole esfuerzo a avanzar en la puesta en escena sin olvidar sus señas de identidad. El cantaor flamenco, por su parte, volvió a demostrar su arte con un espectáculo que aglutinó a un público muy diverso. También tuvieron aceptación los conciertos planteados en la Caseta de la Juventud donde, por ejemplo, Dover tiró de su más antiguo repertorio para levantar a un público que tuvo que esperar algo para ver a la banda madrileña. El otro lleno lo protagonizó el que era la estrella de la programación y de nuevo se vivió en «El Silo» porque, ¿quién se resiste al arte de Miguel Poveda?

El mundo del caballo también ha dado color a estos días de feria y el paseo de caballos de la jornada del sábado recalcó la importancia que tiene en estos días. Siguen teniendo aceptación los toros en Pozoblanco, lejos de las entradas registradas hace años, pero el aficionado sigue estando presente y el sábado y el domingo disfrutaron de una feria que perdió a uno de sus máximos valedores, Sebastián Castella, que finalmente no pisó el albero del Coso de Los Llanos tras lesionarse en Logroño. Al aficionado taurino le pasó lo de casi siempre, sobre todo el domingo, mucha voluntad pero poca suerte con el lote.

En la parte del debe queda también algo que está en el imaginario colectivo y que no es otra cosa que solucionar el problema de ofrecer una alternativa a la gente joven, más allá de trasladarla a la zona de los álamos. La iniciativa privada, que en esta feria sí se ocupó de ofertar algo, no cubrió todas las expectativas y corresponde a la administración trabajar en este campo. Y entre esas se ha movido una feria a ritmo de pasodobles en la Caseta Municipal, de atracciones para los más pequeños, de búsqueda de la suerte en el azar para la jornada dominical, del olor a los churros que ponen fin a jornadas maratonianas, de estampas con ellas vestidas de lunares y ellos de corto.

Un nuevo modelo

Lo que resta una vez pasada toda la vorágine es volver a repensar el modelo de feria que se está fomentando. La feria de Pozoblanco ha constatado este año que se está optando por otra forma de plantearla, dejando a un lado ya el papel de un Recinto Ferial que no tiene vida hasta bien entrada la tarde ya que la ciudadanía sigue optando por empezar sus jornadas en el centro del municipio. Una vez allí, este año, más que nunca, ha habido una diferenciación y la zona donde se asientan las casetas familiares sigue perdiendo fuelle. Complicado ha sido ver la calle central donde se instalan este tipo de casetas abarrotada como en años anteriores. La feria se ha desplazado a la oferta que presentan las casetas de los partidos políticos -gestionadas por terceros- y ese cambio de eje central viene influyendo para que el número de casetas familiares vaya decayendo y para que las asociaciones se lo vayan pensando.

Otra feria. Y ahora sí, para los pozoalbenses se pone final al verano y la llegada del otoño marca la vuelta a la más estrictas de las rutinas.