África García Cebrián pregonó la Semana Santa de Pozoblanco desde su lugar de nazarena de luz, de cofrade de a pie, casi con la túnica puesta y con los ojos bien abiertos para defender de manera vehemente las características propias de la Semana de Pasión taruga, sus singularidades y su idiosincrasia. Alentó durante todo su pregón a poner en valor esas peculiaridades que hacen única a la Semana Santa pozoalbense, ni mejor ni peor, simplemente como un elemento de creación de identidad colectiva a través de ejes como la fe, la cultura o la tradición.
Habló la pregonera desde el corazón y desde las entrañas, pero también desde la perspectiva y la experiencia. Porque hubo un recorrido vital indisoluble al mensaje, un recorrido que comenzó con esa niña que aprendió de la mano materna el amor por los diferentes titulares, que llegó a la mujer que se adentró en la cofradía del ‘Silencio’ casi por casualidad y por la hija que mantiene intacta la tradición familiar de acudir a la ‘Madrugá’ de la mano paterna.
Antes de dar su lugar a cada una de las cofradías y hermandades pozoalbenses, África García armó la cascada de mensajes que lanzó a través de la formación de una estación de penitencia. Desde la Cruz de Guía, un inicio en el que situó a las juntas de gobierno a las que animó por la soledad ante el trabajo; pasando por el cuerpo de nazarenas lo más «original» de la Semana Santa pozoalbense o el cuerpo de nazarenos del que destacó el «trabajo callado», el anonimato. Y así avanzó hasta llegar a los costaleros, los «pies de Cristo, el sonar de la noche silenciosa y oscura», a los que pidió una mayor implicación en el colectivo porque «os necesitamos y en muchos casos no os vemos». «Salir de costalero no es ser costalero», apuntó para finalizar ese camino en los músicos y en otra defensa a las bandas y agrupaciones locales.
Y es que la música tuvo un destacado protagonismo en el pregón con la interpretación de cuatro marchas por la Banda Sinfónica de Música de Pozoblanco. Abrió «Mi amargura» siguiendo «Salud del Lejío», de Carlos Arévalo, hijo de la pregonera y que protagonizó tras dirigir a la Banda un emotivo momento reflejado en un abrazo. «Amargura Salesiana», de Francisco Moyano y «Luna de Resurrección», de Joaquín Nevado pusieron el colofón a un apartado musical donde lo local y lo característico de la Semana Santa taruga también se reivindicó.
«Defendamos nuestra Semana Santa porque es grande, porque es única y como tal hay que vivirla y porque de todos nosotros depende su salud. Larga vida a nuestra Semana Santa», dijo la pregonera para cerrar un pregón en el que también hubo lugar para cada una de las cofradías y hermandades de Pozoblanco, un lugar para quienes trabajan porque esa salud sea estable. De esa forma cerró y quedó el pregón de África García Cebrián, abogando por respirar autenticidad.
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