Al cabo formas de vidas, la política no es diferente al fútbol: en un minuto, pasas de tenerlo todo a no tener nada. Así lo manifestaron Florentino Pérez y El Cholo Simeone tras el partido de Lisboa y así deben estar pensándolo Alberto Garzón tras los resultados de las últimas elecciones europeas.

Alberto Garzón era hasta hace bien poco la next big thing de la Izquierda real, el niño bonito, estudiado y fotogénico de una ideología carcunda estéticamente representada por el feísmo agropoletario de un Frutos o un Cayo. Lo era hasta el bombazo mediáticoelectoral ocasionado por el nuevo Pablo Iglesias al frente de un Podemos que viene a ser en pleno siglo XXI lo que el POUM al comunismo, o sea, y pese a ser en esencia lo mismo, algarabía versus orden, lo nuevo contra lo viejo, la victoria de lo emergente sobre lo establecido, el triunfo del marketing sobre lo académico-programático.

Dice Arriola que los peces gordos del partido de la gaviota sabían al minuto del poder de Podemos. Puede, pero de lo que no hay duda es de que en IU tenían bien claro que les estaban creciendo los enanos, de ahí el mosqueo previo de la coalición y su interés en conformar después rápidas alianzas frentepopulistas. No les será fácil manejar los egos.