La ciudad de Pozoblanco prosigue en diciembre (1923) por sus fueros. Como la vida misma. El título de ciudad en forma alguna altera el devenir de la comunidad en sus esencias, si bien es verdad que se constatan algunos créditos que le hacen valer dicha distinción. En el último mes de aquel año ocurren muchas cosas, pero fácilmente pueden observarse las mismas cuitas existenciales de nuestro tiempo, con evidentes giros de mirada, claro, e interpretación existencial diferente. Veamos algunas referencias. La fiesta grande de la Inmaculada se ensalza, entonces, con estridente voces de culto y devoción, con novena de la Virgen de las Hijas de María y predicación álgida del Rvdo. Padre Eliseo Sánchez Paredes, encomendando a la vecindad en loores de perfección personal, para que se consagren y limpien las almas (la impureza, el odio, la ira…). De otra parte, la cristiandad se potencia en las cohortes infantiles con habituales premios de catequesis (días 24 y 30), que validan las asistencias de los niños en el ejercicio diario de la Religión (ropa, juguetes, limosnas..). El repertorio de cultos y devociones de Pascuas al niño Jesús se celebra con intensidad, como siempre, con elevado aparato religioso de oficios. Estamos en un mes de elocuente religiosidad católica en un pueblo levítico. Entre las alegrías navideñas se ensalza la Banda Municipal, a la que no le faltan cuitas de sostenibilidad, pero saca pecho realizando un concierto de Pascuas el día 26 (2º. de Pascua) en las Casas Consistoriales, demostrando avances en el oficio, requiriendo humillante limosna para que se valore el esforzado ejercicio de composición (“que los corporativos vean lo que han adelantado”) y se les paguen e incluyan en los presupuestos municipales (sueldo). En aras de requerimiento algunos regidores se hacen eco de la población exigiendo que toquen en la calle Real y los paseos (Estación y Los Llanos) los domingos y festivos.
En términos políticos la dictadura primorriverista camina rauda, después del golpe de Estado de septiembre. La prensa local católica ensalza al dictador con entusiasmo (“…Un bravo e ilustre militar, entusiastamente secundado por otros abnegados compañeros..) y al nuevo régimen (“Hemos de aplaudir el ímprobo trabajo que se ha impuesto el Directorio para sanear la viciadísima administración del Estado… Apenas si han pasado tres meses desde el cambio y no queda orden alguno de la Administración pública que no haya sido estudiado con buena voluntad…). El Gobernador de Córdoba Pérez Herrera espolea a los alcaldes la nueva ruta política, después de dos meses y medio, para restituir la nación de los males que la tenían al borde de la ruina. Palabras altisonantes del gerifalte diciendo que la verdad y la justicia abren paso a la regeneración. En Pozoblanco la dictadura adquiere carta de naturaleza política con la llegada del delegado gubernamental don José Matta y Ortigosa, brazo ejecutor del nuevo régimen, constituyéndose el Somatén por el delegado local don Mateo Quirós García; el viejo capitán de artillería conmina a la población a la subscripción de una institución que puja –según dicen– por la autoridad, la ley y el patriotismo. Con sus proclamas altisonantes parecen curarse en salud de sus males (“…no tiene carácter político, porque es institución de tan elevado espíritu ciudadano que está por encima de esas luchas…No es una fuerza militar ni su acción social armada irá más allá de donde alcance el tañido de sus campanas parroquiale…”). La capital de Los Pedroches prepara de inmediato, como España entera, homenajes de alto voltaje propagandístico para ensalzar al caudillo.
El aparato productivo industrial de la ciudad, en otro orden de cosas, ensancha sus pulmones con la renovada industria textil de “Los Muñoces”, a quienes se les prepara un homenaje a lo grande en la nueva inauguración, después del fatídico incendio de 1922; con brillantez se abre camino anchuroso, igualmente, Industrias Pecuarias de Los Pedroches, que en este mes consolida la conformación y decide firmemente establecerse en Pozoblanco. Qué decir de los chocolates de don Hipólito, y sus típicos calendarios. Con destellos de lujo, de otra parte, alardea Pozoblanco de nuevos coches de marca que llegan para el lucimiento de la burguesía (Beliet, Dodge, Chevorlet), de la mano del incombustible don Antonio Bueno. En lo más doméstico del urbanismo al Ayuntamiento se le conmina para arreglar el Paseo de la Herradura que conduce a la Estación, que está descarnado de barrancos y baches por el temporal de lluvias pasadas; asimismo el acerado de las casas del Paseo de la Estación en muy mal estado, y el carril de carruajes. El Mercado de abastos (La Plaza) debe volver a acoger los puestos de pescado (situados en Plaza del Cronista), pero los setenta (69) hortelanos están más que apiñados la escuálida Plaza.
El sector servicio crece por doquier (almacenes de madera, comercios…), pero adolece como siempre de males graves, como observamos desgraciadamente en la actualidad. Educación precaria, entonces, y Sanidad como ahora, con déficits que explica con claridad el eminente doctor Enrique García Rodríguez: las papeletas de beneficencia no son equitativas, distribuyéndose con plácemes de amiguismo político; los pobres tienen que acudir fuera, como si no hubiera médicos (algunos no ejercitan, como don Florencio Palomo), siendo algunos claramente incompetentes, requiriendo exámenes de capacidad; asimismo deficiencias en el Hospital de Jesús Nazareno; faltas de higiene pública que causa epidemias y enfermedades, etc. También se quejan los practicantes (Miguel Rubio Sánchez), claro, de proveer con injusticia plazas en concursos de carácter político. El incivismo social no colabora en nada, con pedradas de los niños, agresiones violentas (cuchilladas…), violencia de género, etc.
Las Pascuas se endulzan, en fin, con elevado marchamo de prestancia navideña. Las pastelerías y confiterías de Ana Quirós (Cronista Sepúlveda, 22) y La Primitiva (Ayuntamiento, 3) hornean al calor del crecimiento de la ciudad con amplia exposición de pasteles de hojaldre, perrunas, turrones y mazapanes (de Jijona, Alicante, Yema Nieve, avellana…), sin que falten las “mantecadas” típicas de don Juan Domínguez en aras de singularidad local, cajas de lujo y juguetería. La ciudad vive un diciembre henchido de esperanza, porque la población experimenta sin duda acicates de desarrollo. La población vive, qué duda cabe, el sempiterno sueño de diciembre, sembrado de contrapuntos.
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