Con alharacas de emoción y reencuentro concluye, de facto, el cincuentenario del Colegio Público Ginés de Sepúlveda de Pozoblanco. Existen colectivos y espacios de una ciudad que están sembrados de significación, y basta con espolear un poco para sacar los afectos a flor de piel. Como decía Gardel en su tango “Volver”, que “veinte años no es nada”, pues consintamos que cincuenta tampoco. La evocación siempre arrastra un poso de melancolía y añoranza. La existencia de medio siglo de un colegio público en una ciudad pequeña, como es Pozoblanco, está sembrada de significación. Son muchas las señas de identidad de un centro de enseñanza en un espacio urbanístico muy determinado. La celebración festera de reencuentro constituye siempre un halo de emoción, indudablemente, pero a poco que se escarbe salen a flote los miles de flecos de lo que representa un colegio en un periodo relativamente largo.

El Ginés no es un centro cualquiera. No. Tiene un marchamo indiscutible. Tiene un origen preciso y una evolución dilatada, que ha visto muchas cosas, muchas gentes y eventos. Un centro educativo se sostiene esencialmente en cuatro pilares fundamentales: emplazamiento, alumnado, profesorado y un ideario o espíritu colegial. El derrotar del tiempo acaba definiendo a dicha institución, el imaginario colectivo y un substrato histórico nada mermado en el concierto de la ciudad. El colegio Ginés de Sepúlveda surge al comienzo de los setenta (1972 se pone en funcionamiento) en el contexto del desarrollo económico incipiente del País, después de décadas de miseria; han surgido grupos escolares en la ciudad previamente, pero resta el ámbito sur que ha estado marginado (históricamente), muy especialmente en el espectro educativo con centros precarios (El Cerro, Crisanto Luna, Microescuelas de la Diputación).

El Colegio Público Ginés viene a resolver de forma fehaciente una necesidad acuciante, haciéndolo con un edificio moderno, amplio de instalaciones y funcional. Había llegado la modernización de verdad. Daba una nueva cara al barrio. El alumnado constituye otro pilar fundamental, definido por un entorno socioeconómico y material muy concreto (degradado históricamente), revitalizado en dignidad y nuevos horizontes a partir de la creación de la parroquia de San Bartolomé y su primer párroco don Francisco de Paula Ruiz Herrero; la evolución vertiginosa producida en los últimos años es notoria, aun cuando los servicios terciarios siguen basculando hacia el norte de la ciudad. De otra parte, las maestras y maestros –con nombres y apellidos recordados siempre, que todos tenemos en nuestra memoria con cariño)– constituyen un pilar esencial de esta institución educativa, porque han dotado como nadie de alma, corazón y conocimiento al colegio.

Una sociedad no funciona sin estos profesionales (aunque no se tengan ya estima, y estén desautorizados), y ellos dieron y dan al Ginés la dignidad que requiere el alumnado y la sociedad, porque la educación es el fundamento del ser humano, del progreso y del avance. Todas las generaciones de alumnos del Ginés, que son legión, recuerdan a los docentes como auténticos padres, sus voces y afectos, trabajos, exposiciones, actividades diarias…, etc. Con qué emoción escucho siempre hablar de todos ellos. Qué poco generosa es, generalmente, la sociedad con quienes definen como nadie las sendas del respeto, cariño, responsabilidad…, ¡Educación con Mayúscula! Los miles de alumnos que celebran hoy la efeméride saben mejor que nadie lo que es un colegio, su colegio, el Ginés. Saben que en el horno de esta casa se han fraguado vivencias inolvidables; saben que de aquí salieron los mejores cimientos como personas, pero también sus amigos de toda la vida; de aquí emergen los recuerdos más gratos de la infancia, niñez y primera adolescencia; los trabajitos que en forma incipiente apuntaban con mucha claridad lo que más tarde se consolidan como profesión, anhelos, amistades…futuro.

Las generaciones del Ginés de Sepúlveda rememoran con los recuerdos un imaginario sembrado de emoción, porque volver atrás, en el campo de la educación de los amigos y profesores es mirarse en el espejo de nuestra existencia. Solamente mirándonos con detenimiento y reflexión somos capaces de comprendernos, de entender a los demás, la sociedad. Sobre todo, convivir puntualmente con los demás nos reaviva la mejor existencia, la más afable y dicharachera, porque hasta los tragos más amargos son también lecciones de la vida. El Ginés de Sepúlveda ha sido y es, digo, un puntal fundamental en la última historia de Pozoblanco, la que empezó a  dotar de servicios educativos dignos a un barrio que precisaba avances y progresos en todas las esferas (social, económica…) de la vida, muy especialmente la educativa, que representa el mayor pilar del ser humano. Mi enhorabuena al Colegio Ginés. Nada hay mejor, ni más bonito, que sentir orgullo de un colegio de tanta identidad.