¿Eres una persona meteorosensible? No, no es un insulto. Si te afectan los cambios bruscos de temperatura, la humedad o los cambios de presión atmosférica, lo eres. Eres un meteorosensible.

Tranquilo, no es una enfermedad mortal. De hecho tiene hasta su parte buena. Estas personas son capaces de predecir cuando va a cambiar el tiempo simplemente porque empieza a dolerle alguna parte de su cuerpo o sufre repentinos dolores de cabeza. Es cierto que tienen que aguantar pequeñas molestias pero son unos instrumentos perfectos para pronosticar la meteorología.

El estado anímico de estas personas está marcado por el estado del tiempo. Según los psicólogos, en otoño o invierno, los meteorosensibles pueden sentirse tristes o taciturnos debido a la falta de luz. El hecho de que los días sean más cortos los deprime y les arrebata las ganas de hacer nada, el estar rodeados la mayor parte del tiempo de oscuridad es algo que les agobia. Sin embargo, en primavera y verano se encuentran más activos y alegres y con ganas de comerse el mundo.

Pues bien, si este es el panorama con un tiempo normal dentro de cada estación, imaginad lo que supone un verano como éste para una persona meteorosensible. Con olas de calor, exceso de humedad, viento caliente, tormentas que estallan de pronto, lluvias que van y vienen sin venir a cuento… Todo esto produce efectos negativos en la conducta de estas personas: están de mal humor, son más impulsivo, pierden la paciencia con facilidad o tienen mayor falta de atención.

El caso es que hay que tener paciencia. Aunque no vale poner la excusa de: «pobre de mí, soy un meteorosensible…ahora puedo ser insoportable y caprichoso todo lo que quiera». Tampoco es para tanto. El calor se puede combatir comiendo alimentos con pocas calorías, no beber alcohol, por supuesto no exponerse al sol de forma directa y beber muchos líquidos.

Si después de leer estos síntomas te has dado cuenta de que eres una persona meteorosensible, enhorabuena. Ahora puedes culpar al tiempo de tus problemas.