Cuatro meses sin que el equipo de salud mental de Pozoblanco, que abarca una zona mucho más amplia que la propia localidad, cuente con un psicólogo. Y si miramos a la zona de Peñarroya-Pueblonuevo la situación no es mucho mejor porque no cuenta con psicólogos y el único psiquiatra que atiende a pacientes se cogerá una baja que dejará al equipo de salud mental a cero, si no se pone remedio. No son datos inventados ni exagerados, son datos ofrecidos desde dentro del Área Sanitaria Norte de Córdoba (ASNC) donde algunos profesionales empiezan a alzar la voz ante la falta de especialistas que pone en jaque el funcionamiento de la sanidad pública en la zona norte de Córdoba. No parece ser un problema exclusivo de este Área Sanitaria, pero es más acuciante en una zona de difícil cobertura. Quédense con esa expresión porque intuyo que nos va a perseguir.
Mientras, por supuesto, las familias siguen esperando una valoración de sus hijos que permitan las correspondientes adaptaciones curriculares, pacientes con patologías graves y menos graves siguen sin ser tratados y, paralelamente, las cifras de petición de asistencia en salud mental creciendo y el número de suicidios, igual. Y no hay que mirar el telediario para ser testigo de eso, hay que mirar a nuestro alrededor. ¿La respuesta? Que no hay PIR y que esta es una zona de difícil cobertura -otra vez-.
A raíz de publicar esa información este periódico empezó a recibir mensajes donde se hacía hincapié en que la situación que se vive en el área de salud mental de falta de especialistas se puede extrapolar a otras unidades. Ya lo contamos en el mes de mayo también en este periódico, la situación afecta a otorrinolaringología, urología, a intensivistas o los problemas puntuales en periodo estival que provocan, por ejemplo, que solo se disponga de un traumatólogo de urgencias. Tampoco son datos exagerados o inventados, es la realidad. Una realidad que nos gustaría que fuera otra, pero que hay que contarla porque, en mi opinión, hay que rehuir de esa idea perversa de que hay que reducir las cuestiones negativas de nuestra tierra por mejorar nuestra imagen exterior. No puede haber discurso más perverso.
Pero ante esa realidad conocida parece que se asienta el silencio. El silencio de quien lo sufre -que somos o vamos a a ser todos- y el silencio de quien debería abanderar una lucha que resulta vital para que nuestros derechos no se vean mermados. No es una situación nueva, ya salimos a la calle para reivindicar que la sanidad pública en la zona norte no se tocara, para que se pusieran los mecanismos necesarios para dotar de profesionales tanto a los hospitales como a la atención primaria -ojo a las jubilaciones-. Pero la historia se vuelve a repetir, ahora con lugares políticos intercambiados, pero con los mismos discursos y las mismas contestaciones. Estaría bien que nuestros representantes políticos luchasen, como lo hicieron en su día sus antecesores encerrándose de manera colectiva, para que la zona norte no siga perdiendo servicios. Si las mancomunidades tienen alguna razón de ser, igual debería ser esa, la fuerza que provoca la unión. No fueron capaces de hacerlo con el tema del agua, ahora tienen una oportunidad de vital importancia.
Luego estamos nosotros, la sociedad, que también deberíamos ser parte activa de esa lucha. No vale con quedarnos mirando, con las quejas en los pasillos cuando necesitamos asistencia y nos damos cuenta que hay que recorrer 80 kilómetros para encontrarla. Son numerosos los casos que, irremediablemente, no podemos solventar en nuestra zona como los viajes que miles de personas tienen que hacer para, por ejemplo, afrontar tratamientos de radioterapia o quimioterapia. Hay cosas que aceptamos, pero hay otras ante las que no deberíamos resignarnos y esas no son otras que mantener los derechos adquiridos. No nos conformemos con ser tratados como números, no nos conformemos con el argumentario oficial y luchemos por lo que nos corresponde, que no es otra cosa que una sanidad pública de calidad.
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