El Premio Solienses vivió el pasado sábado su decimocuarta ceremonia de entrega, probablemente una de las más especiales porque se realizó a los pies del Castillo de los Sotomayor y Zúñiga. Un hecho impensable hace años y que llevó al responsable del blog que da nombre a los premios, Antonio Merino, a afirmar que «esos viejos anhelos nos enseñaron que el que resiste gana» como colofón a la historia de una fortaleza que estuvo muy cerca de perderse como gran baluarte del patrimonio de Los Pedroches.
El sentido discurso de Antonio Merino, que defendió la cultura, se unió al del ganador de esta edición, Fernando González Viñas por «El cordobés y el milagro pop», que para Merino se suma a «grandes nombres que nos han dejado una visión de nosotros, de nuestra tierra y de ellos mismos». El jurado eligió la obra del escritor villaduqueño por delante del poemario ‘Parte de ausencias’, de Alejandro López Andrada, y la novela ‘La isla del gavilán’, de Pedro Tébar. Así las cosas, González Viñas recogió la réplica de un arado romano realizada por la asociación de artesanos Ofiarpe.
Y si Antonio Merino reivindicó el mundo de la cultura, González Viñas también lo hizo pero no se dejó atrás la libertad. Lo hizo a propósito de la temática y protagonista de su libro lo que «ha conllevado debates en el blog y aunque no comparto la opinión de Antonio sobre ese ritual -el toreo- sí defendería hasta las últimas consecuencias su derecho a expresar su opinión, aunque esté en las antípodas de la mía». «Creo que el derecho a ejercer la opinión es el último reducto para que una sociedad pueda sentirse orgullosa de sí misma y de sus gobernantes y nadie lo expresó mejor que Cervantes cuando pone en boca de Don Quijote: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida».
Con la cultura y la libertad como banderas, González Viñas se adentró en los tebeos de El Jabato y El Capitán Trueno como «mis grandes influencias para contar historias escritas o dibujadas», aunque su batalla con las letras comenzó en la década de los 70 del siglo pasado cuando tocaba escribir cartas desde la «fría»Alemania porque el autor también cerró el círculo de la inmigración durante su discurso.
Del libro que le ha hecho ganador del Solienses dijo que «es el canto a una década, un relato histórico de una sociedad en cambio, la disección del cadáver de una dictadura, el análisis del movimiento cultural llamado pop. También una constatación de que Manuel Benítez ha sido a lo largo de la historia el punto de encuentro de un pueblo que no pregunta quién deben de ser sus héroes«. Por último, expuso que «en mis libros se desliza el mundo de Los Pedroches, un mundo tal vez más irónico que místico, más excusa que realidad, un mundo que encuentra a Doroteo y Rogelia» -sus abuelos- y receptores de aquellas cartas que podían tardar meses en llegar.
El punto y final llegó con la actuación del grupo de folk Aliara, que puso el colofón a una jornada donde los asistentes también pudieron disfrutar de las vistas que ofrece el Castillo de Belalcázar desde la torre del homenaje más alta de la península.
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