Los cascos de los caballos anuncian que el Cristo de Medinaceli no tardará mucho en salir a las calles de Pozoblanco, en los aledaños de San Bartolomé todo un barrio espera para demostrar su devoción al «Rescatao». La cuadriga avanza, nazarenos y nazarenas van encendiendo sus cirios para alumbrar la salida de un Cristo que ya se divisa, que ya camina a hombros de los braceros que, más unidos que nunca, hacen de pies de aquel al que veneran. Las primeras notas de «los tolitos» ya se escuchan, el Miércoles Santo ya se siente, se huele y se escucha.
Unas horas más tarde, el Miércoles Santos se completa con el Vía Crucis que la Cofradía del Santísimo Cristo de La Caridad comienza a realizar. Una procesión donde se recuerda el calvario de Jesús, sus caídas, la traición vivida, el dolor y el sufrimiento. La solemnidad se impone durante todo el recorrido, en cada estación de penitencia, en cada rezo. También aquí olor a incienso y colores, el granate y el negro, que desde hace algunos años ya también aparecen en este día de la Semana Santa pozoalbense.
Mientras el Cristo de La Caridad afronta sus últimas estaciones, el de Medinaceli se adentra en las calles de su barrio: Muñoz de Sepúlveda, Juan Ramón Jiménez, Ángel y vuelta a los orígenes, a San Bartolomé. Restan momentos para el recogimiento, imágenes de devotos que le rezan a su Cristo, de gente emocionada por haber podido disfrutar del «Rescatao» un año más. Dos procesiones, dos formas de entender las estaciones de penitencia, pero un mismo sentimiento y una misma devoción se dieron cita en el Miércoles Santo pozoalbense.
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