Un siglo de vida, cien despertares, diez décadas de vida que almacenar en la memoria. El placer de vivir. En la Residencia Municipal Fernando Santos de Añora saben lo que es celebrar la llegada a esa meta, tanto que tienen su pequeño y reservado club de los centenarios, que la semana pasada recibió a un miembro más. Antonia García Rodríguez celebró, rodeada de sus familiares y compañeros, su cumpleaños número cien. Toda una vida. Junto a ella, otros tres usuarios de la Residencia lo hicieron antes y otros que están a las puertas.
La proeza no es pequeña, resistir a todo un siglo lleno de avatares, de claros y oscuros, de la historia propia y ajena, de las circunstancias que toca capear. Por eso tocó celebrar por todo lo alto. Los familiares de Antonia fueron haciendo acto de presencia en el lugar que hace algo más de un año es su hogar. Besos a la madre, a la tía, a la abuela y a la bisabuela. Flores para recordar que la vida puede ser hermosa y que a pesar de las vicisitudes lo importante es vivirla y sentirla.
Entre los regalos que recibió Antonia se impuso uno, el cariño de sus familiares. Viuda desde los 36 años, esta noriega se convirtió en pilar de una familia que hoy gira en torno a ella y a los valores que supo inculcarles. No lo tuvo fácil, a la temprana muerte de su marido hubo que sumarle la de un hijo pero “ella es fuerte, tiene carácter y siempre ha sabido salir hacia delante apoyada en su familia y en su inmensa fe”, como relata su hija Luisa.
Genio y figura
Con la celebración llegaron los recuerdos, cien años acoplados en nueve minutos de un video donde se dejó constancia de una de las grandes aficiones de Antonia, los viajes, conocer, las ansias de saber. El ciclo se cerró con los buenos deseos de sus compañeros en el último año, de los que ahora viven su día a día. Fueron momentos para la emoción, la suya, la de sus familiares y también la del resto de usuarios de la Residencia. Algunos no pudieron evitar derramar alguna lágrima, pero predominan las risas de saberse vivos.
“La vida de mi madre ha sido una vida muy intensa dentro de una familia muy especial que ha sido educada bajo unas profundas creencias religiosas y con valores como el respeto y la educación”, relató su hija Luisa que no puede evitar emocionarse cuando su madre se dispone a soplar las velas de la tarta que le han traído sus familiares. Queda mucho aliento, también para apagar las velas.
Los sueños frustrados
En el relato de esos cien años, Luisa recuerda que “la Guerra Civil le marcó, esa tragedia le marcó, aunque cuando acabó fue presidenta del Auxilio Social que atendía a todos los niños, fueran del bando que fueran”. El sufrimiento le llegó perdiendo a su compañero de vida, una vida de luto físico pero que siguió viviendo y queriendo conocer esos rincones con los que había soñado. Una espinita le quedó clavada al no poder estudiar “porque era una mujer muy inteligente, por eso luchó para que yo sí fuera a la Universidad”.
El cumpleaños llegó a su fin con más palabras de agradecimiento, también las de la familia hacia quienes hacen de la vida de Antonia algo mejor cada día desde su estancia en la Residencia. Un grupo humano que trabajo “dando lo mejor de nosotros” y que recuerda que “la vida no es sólo existir, sino que también hay que crear y soñar”, tal y como indicó su directora, Inmaculada Gil. Antonia García es, desde ayer, una de los miembros del club centenario de la Residencia de Añora y entró pensando en seguir disfrutando de la vida, como hasta ahora.
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