La historia que van a leer en estas líneas podría contarse cualquier otro día del año, pero el camino es arduo y hay luchas que todavía tienen que sonar en las calles. La historia que aquí se narra se entiende desde el respeto, la libertad y la diversidad, tres pilares fundamentales para construir una sociedad más justa. La historia que ocupa los siguientes párrafos es una historia de amor, una historia que comenzó siendo de dos y que acabó siendo de tres. Es una historia envuelta en la bandera arcoíris, esa que para sus protagonistas implica “el orgullo de ser, de amar libremente, de ser como cada uno quiera y poder salir a la calle con esa libertad”. Es la historia de Moisés Antolín Serrano y Rafa Villarreal, pero también la de ella, la de Julia. Con los tres de la mano es una historia que habla del hilo rojo, del destino, de la magia, de la visibilización, de la conquista de derechos, de la lucha, de la reivindicación, de la diversidad, de la familia, pero principalmente, del amor.
La llegada de Julia lo cambió todo para esta pareja, no solo por lo que implica ser padre, sino por esa necesidad de reivindicar lo que uno es y siente. Moisés y Rafa coinciden en destacar que el hecho de ser homosexuales no ha implicado grandes traumas en su vida porque siempre lo han vivido “con naturalidad”. Sin embargo, la llegada de su hija a sus vidas cambió ciertas perspectivas y ahora reconocen que “estamos viendo que hay mucho camino por recorrer, pero nos hemos dado cuenta a raíz de su llegada. Ahora entendemos que es más necesario que nunca”. Es imposible hablar del Día del Orgullo LGTBI y no hacerlo de los discursos que marginan a este colectivo, mensajes que “duelen” y que entienden como parte de la polarización social y política que se vive en estos momentos. “Hay mensajes que están haciendo mucho daño, no todas las opiniones son respetables y muchas son denunciables, no estás opinando están yendo contra mis derechos. Me preocupan ciertas opiniones o que se cuestione si yo tengo derecho a formar una familia o no”, explica Moisés a lo largo de una conversación en la que también piden una mayor implicación a las administraciones, también a las más cercanas. Piden no solo hacerlo el 28 de junio, sino en campañas que hablan de la familia donde solicitan que se apueste por la “diversidad”. “Un político tiene que gobernar para todos y ciertas campañas o mensajes sirven para visibilizar, para que una persona que está pasando por un proceso complejo se vea identificado”, explican. Esos mensajes de exclusión también llegan desde un mundo al que están vinculados, la iglesia, y eso también les produce dolor pero tienen claro que “hay que pasar del mensaje a los hechos” en clara alusión a la apertura.
«No todas las opiniones son respetables y muchas son denunciables no estás opinando están yendo contra mis derechos»
A lo largo de la conversación hablan de sus procesos internos, de cómo ser gay puede significar la persecución en muchos países, en pleno siglo XXI, de los derechos adquiridos, de quienes han luchado para que ellos hoy sean más libres, ellos y el resto de la sociedad. Moisés y Rafa decidieron hacer uso de uno de esos derechos, el matrimonio, pero siempre quisieron añadir a ese núcleo familiar un hijo. Eso se denota en el sí al unísono que pronuncian cuando se les pregunta si siempre quisieron ser padres. No hay dudas. “Cuando me di cuenta de que me estaba enamorando de una persona de mí mismo sexo me decía que no iba a poder ser padre, estaba bien y tenía claro que era lo que quería, pero me quedaba con esa cosa”, cuenta Moisés antes de que Rafa apostille que “he tenido siempre claro que iba a ser padre y cuando nos enamoramos, no lo dudamos. Durante el proceso incluso nos preguntaron que quién de los dos había tirado del carro y es que fuimos los dos”.
El hilo rojo
Ese deseo marcó su destino porque el anhelo de ser padres no se iba a quedar guardado en el cajón y pronto emprendieron un proceso que se alargó durante algo menos de cinco años cargados de incertidumbre, de miedos que valieron la pena porque hoy se han transformado en sonrisas. “Lo tuvimos claro desde el principio, sin llegar a hablarlo entre los dos, cuando abordamos el tema teníamos claro que esa era nuestra forma de formar nuestra familia, la adopción nacional. Nunca he creído en el destino o en que esté todo escrito, pero desde que estoy con mi hija lo tengo clarísimo. Estoy convencido de que ella nació para estar con nosotros y nosotros para estar con ella”, asevera Moisés. Ambos se muestran satisfechos del acierto de su decisión, pero eso no es óbice para que dejan claro que “el proceso legal y administrativo es muy largo, eso genera problemas”.
Moisés y Rafa tuvieron que afrontar un proceso “duro”, que a la vez tachan de “bonito y enriquecedor” para que la historia de dos fuera una historia de tres. Un proceso que se remonta a 2014 y del que salieron fortalecidos como pareja pero que también “nos obligó a no obsesionarnos con las fechas, tiene su tiempo”. “Pasamos unos cursos de formación muy duros de los que salíamos muchas veces destrozados porque te exponen casos extremos para ofrecerte herramientas para abordar situaciones a las que puedes tener que hacer frente, te vienes destrozado al escuchar tan solo que hay niños que sufren esa realidad”, cuenta Rafa. Esa formación deja a gente en el camino, pero la pareja se prometió a la salida de una de esas sesiones que “le íbamos a dar lo mejor que tuviéramos”. Eso sí, tienen claro que “la adopción no es una obra social, es una opción de formar nuestra familia. No somos generosos, nuestra hija no ha tenido suerte, la hemos tenido los tres de encontrarnos, de que nuestro hilo rojo se ha unido porque estaba marcado”.
“La queremos antes de que naciese, la conocimos con dos años y la queríamos desde hace siete, sin saber que era ella”
Esa formación dejó paso, un año después, a otra fase “más dura” que implica el estudio personal de cada pareja o adoptante. “Vas con miedo, pero nos propusimos ser como somos, no engañar a nadie”, afirma Rafa que también deja claro que “el proceso no varió nada por ser dos chicos, en adopción nacional esto no tiene nada que ver”. Todo ello conllevó a que le dieran la idoneidad en 2018, cuatro años después de iniciar el proceso de adopción. Paralelamente, la pareja vivió otro momento mágico en sus vidas, su boda, un matrimonio que se suma a los que en España se han podido llevar a cabo entre personas del mismo sexo gracias a la aprobación de la ley del matrimonio igualitario en 2005. Aquel día sintieron que su hija estaba cerca y, otra vez, no se equivocaron.
La historia de dos se convierte en una historia de tres
Las palabras escritas quizás no hagan justicia a lo que consiguen transmitir, con una generosidad infinita, Rafa y Moisés en su relato. Lo hacen sin ser conscientes de que su historia sí ayuda a abrir caminos, horizontes y mentalidades. Sin pretenderlo, pero lo consigue. El proceso estaba llegando a su final y una llamada telefónica lo indicó porque tocaba ir de nuevo a un despacho, aunque ya el destino empezaba a cerrar el círculo. “Nos dijeron que había una niña que encajaba con nuestro perfil y nos enfrentamos otra vez a psicólogos que se cercioran de que la elección es la correcta, incluso puedes llegar a rechazar al conocer el expediente”, apuntan. “Ahí te entran todos los miedos, te planteas si vas a ser capaz”, indican sin ocultar esas dudas que asaltan en los momentos claves de la vida. No en vano, ambos se sometieron a un proceso de valoración continuo que conlleva la autovaloración, sin embargo ambos son conscientes tras pasar el proceso que “es necesario, te dan las herramientas necesarias, te preparan”. “La queremos antes de que naciese, la conocimos con dos años y la queríamos desde hace siete, sin saber que era ella”, afirman.
Aquella reunión terminó con una frase: “Tomaros unos días, nosotros estamos convencidos de que sois sus padres”. Poco después, las nubes se disiparon y no hizo falta el periodo de quince días, bastó un día para saber que no había nada que pensar, que el deseo de convertirse en padres iba a ser una realidad, aunque de nuevo la losa del tiempo hizo mella. Pero mereció la pena. “Fíjate como son las cosas, cuando la familia está asignada te piden que mandes un libro con dibujos, con fotos, para que se lo vayan enseñando y el menor vaya conociendo a sus padres. Preguntamos qué le gustaba, pusimos fotos nuestras, de los primos, del pueblo, para que se familiarizase con eso. Te piden también un vídeo para que te vean en movimiento. Cuando fuimos, en nuestro caso fue con una familia de acogida, se supone que no íbamos a conocerla pero hubo un momento en el que nos dijeron: “preparaos que la vais a conocer”. Y de repente empezamos a escuchar unas pisaditas, imagina ese momento, abrió la puerta, llegó, se paró, dijo papi, papá, y nos abrazó. La asistenta social nos dijo después: “Lo que he vivido ahí ha sido pura magia”.
Se cerró el círculo. Desde entonces, Moisés, Rafa y Julia son una familia. Su historia es como la de tantas otras en la que el amor es el eje y prevalece sobre absurdos prejuicios. Sin embargo, ese círculo que se cierra también vuelve al principio, a esa reivindicación para que la sociedad acepte que ellos son una familia, como otra cualquiera, sin etiquetas. La realidad les hace ser combativos, luchar por cuestiones que pueden ser insignificantes, pero que no lo son, porque luchan porque Julia vea reflejado en sus cuentos, en su día a día, su modelo de familia. “No somos abanderados de nada, pero queremos ayudar en esa visibilización, es muy importante mostrar las cosas como son, somos una familia como otra cualquiera, con los mismos miedos, sabemos que nuestra hija se va a enfrentar a ciertas cosas, pero nuestra labor es empoderarla para que ella tenga herramientas para afrontar ciertas situaciones. No somos activistas, pero con nuestro día a día ayudamos a que las cosas se vean con naturalidad”, explican. Lo relatan también en las redes donde dejan mil y una reflexiones que demuestran que hay camino para recorrer para defender el orgullo de ser.
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