Sin desfiles procesionales por segundo año consecutivo a causa de la crisis sanitaria del coronavirus, la Agrupación de Cofradías y Hermandades de Pozoblanco sí ha mantenido alguna de las actividades o cultos relacionados con la Semana Santa. Una de las primeras citas tuvo lugar ayer domingo en el Teatro «El Silo» de la mano de María José Martín Amor, la pregonera de 2020 y, por extensión, de 2021. Una pregonera que desempolvó un texto que descansó, confinado, en el cajón más tiempo del habitual, un texto que presentó como un sueño expresado en voz alta, un pregón cargado de profundos matices de fe y compromiso religioso. Un canto íntimo y a la vez compartido, un canto «a la esperanza y a la alegría», como ella misma lo definió, pero también una declaración de intenciones a través de la música. «Que alguien se ponga de pie, que alguien dé la cara, se necesita un luchador por la fe, un hombre que sea fiel a su causa. La gente ya no quiere ver cristianos de boca cerrada, es preciso que volvamos a ser profetas que no le temen a nada«.
A lo largo de su pregón, María José Martín defendió la necesidad de hacer Iglesia de hermandades y cofradías y, por supuesto, de quienes las conforman. Concedió su lugar a cada uno de los estamentos que componen esas cofradías, a los que unió a través de las vivencias de fe. «Un cristiano vive su fe en grupo, una cofradía no es más que eso, somos misioneros de fe y transmisores del amor de Dios a los demás», afirmó reivindicando de igual manera la necesidad de profundizar en los valores de quienes hacen posible la Semana Santa, no de «quedarse en el escaparate» porque «no salimos para que nos vean, nos ven porque salimos a la calle». Una Semana Santa, la pozoalbense, de la que también destacó el papel de la mujer -las nazarenas como singularidad de la Semana de Pasión de Pozoblanco- en su más amplio sentido, teniendo como referencia el papel de María. De igual manera, la pregonera se adentró en esas cofradías y hermandades para abogar por la comunión entre juventud y experiencia, alegando la necesidad de cuidar de «nuestros mayores» sin «planes de jubilación anticipados».
Fue también digno de resaltar el paseo que María José Martín realizó por la Semana Santa de Pozoblanco, por sus titulares, por sus gentes, por sus tradiciones y por sus señas de identidad. Lo hizo acercándose a sus barrios, arrancado en una Iglesia, la de María Auxiliadora, donde respiró el espíritu salesiano que conoce a la perfección, con mención especial para algunos de los sacerdotes que han pasado por el colegio y han dejado huella entre los jóvenes. Emotivo también fue su acercamiento al Martes Santo, a la Virgen de Los Dolores, una devoción que entroncó con las vivencias familiares. Después, ese recorrido del que hablábamos lo hizo a través de los titulares, pero también de los sentimientos que despiertan los mismos, del papel como parte de la Iglesia que tienen los cristianos ante la soledad, el perdón o la caridad.
«Sueño con la resurrección de todos nosotros, con nuestro paso hacia delante. Con las cofradías unidas entre ellas, que respeten el trabajo a los agrupados. Sueño con sacerdotes que valoren nuestro trabajo y no pongan trabas, que nos guíen, aconsejen y valoren. Sueño con no tener que volver a defenderme por mis creencias, sino que el respeto sea en todas las direcciones. Sueño con la curación de los enfermos, con la fuerza y el apoyo de sus familiares. Sueño con médicos y científicos que con sus conocimientos ayuden a que se le gane la batalla a las enfermedades que matan. Sueño con el respeto de todos hacia todos, con volver a abrazar a mi madre, con volver a poder tomarme un café con los amigos, con niños en el parque, alegría en las calles… Sueño con hermandades en la calle, con música cofrade en nuestra noche, con hacer estación de penitencia en familia, con mantillas, velos, capas y cirios, con volver a las tertulias. Con que nuestra sociedad vuelva a ser la que era, pero sin olvidar lo que está situación nos está enseñando. Sueño con disfrutar con ver una procesión en la calle. Sueño».
Ese fue el sueño de la pregonera de la Semana Santa de Pozoblanco, un sueño expresado en público, de alguien que dijo no considerarse una experta en Semana Santa porque «todos los días tengo que aprender», pero que encaró el pregón desde «el servicio a la Iglesia». Y ahí sí demostró tener anclajes inquebrantables.
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