Pozoblanco rompió el martes una, digamos más que aceptable, racha donde las sesiones plenarias se habían alejado de ese tono zafio y bronco al que parecía que nos acostumbramos en su día. Y se rompió por tres cuestiones, la primera de mera lingüística porque es lo mismo, pero parece que no lo es, decir que alguien falta a la verdad que decirle que es un mentiroso. La segunda porque ciertos concejales entendieron que el apartado de ruegos y preguntas se volteó, es decir, en lugar de un espacio donde la oposición fiscaliza al equipo de gobierno fue el alcalde el que fiscalizó la acción de la oposición. La tercera fue por una cuestión tan subjetiva como el tono empleado. Y todo saltó por los aires.
Pero hay que dar un paso más allá y profundizar en algunas cuestiones para entender que ese estallido no fue fruto de la casualidad. El equipo de gobierno y en especial el primer edil, Santiago Cabello, está afrontando sus momentos menos plácidos de lo que lleva de mandato. Hasta ahora las cuestiones planteadas por la oposición se repetían y hablaban de parálisis, improvisación y, digamos, una autoridad mal entendida. A estas alturas del mandato, el equipo de gobierno se ha encontrado con un escollo que es más difícil de superar y que es tangible, los problemas, ajustes o incorporaciones del Ayuntamiento tienen su extensión en el entramado empresarial que no cobra o cobra a destiempo. Y cuando se toca el bolsillo es complicado que el silencio siga siendo cómplice.
No dudo de que los primeros interesados en que esos 273.000 euros lleguen a manos de los proveedores o que se vuelvan a agilizar los pagos son los miembros del equipo de gobierno, pero cuando uno gestiona no solo asume deseos, sino también la responsabilidad del cargo. Aquello de que la mejor defensa es siempre un buen ataque es una táctica que en política no siempre sale bien porque el ataque se puede traducir, que fue lo que ocurrió en la sesión plenaria del martes, en activar un ventilador para que se salve quién pueda y en política cuando uno activa el ventilador para defender la propia gestión se aprecia un atisbo de que quizás no hay tanto de lo que presumir.
El equipo de gobierno y, vuelvo a reiterar, en especial el alcalde de Pozoblanco, se está encontrando con una realidad de la que él ha presumido, pero ante la que ahora tiene que sacar sus dotes de gestor. No queda otra. En 2015, junto a Emiliano Pozuelo, sacó pecho de resolver la problemática de la Policía Local y activar la llamada «paz social». Seis años después toca volver a sentarse, a negociar porque el colectivo exige que se cumpla un acuerdo firmado hace dos años. El primer paso público ha sido dar datos económicos, curiosamente los que no se dieron cuando se celebró el acuerdo firmado entre ambas partes. Otra vez el ataque como defensa, pero esta vez quizás sea necesario algo más.
Mención aparte merece el ataque frontal contra el personal del Ayuntamiento donde recaen todos los males del Consistorio pozoalbense. Dijo el alcalde en la rueda de prensa del martes por la mañana que sufría «zancadillas en el camino, trabas administrativas que están provocando la demora en la gestión municipal o la obtención de proyectos con el retraso injustificado durante meses de informes, así como una falta de compromiso en algunos departamentos que nos han ido frenando en los objetivos y que no vamos a permitir ni un minuto más». Lo venía dejando caer, pero nunca había sido tan claro. Y si es así, ¿cuánto tiempo va a esperar para actuar? Porque la «amenaza» o aviso permanente de apertura de expedientes o cuestiones similares tampoco conducen a nada. Y, ¿dónde queda la responsabilidad política? Mientras se despejan esas incógnitas el tiempo sigue pasando para Pozoblanco, para el Ayuntamiento, para la ciudadanía, hasta para el Mercado, que a la espera de que alguien decida reformular el proyecto presenta una imagen de dejadez lamentable.
Pero hay algo mucho más importante detrás del «espectáculo» político, mucho más preocupante. Si no viviéramos de lo inmediato, de lo fugaz y de lo superficial estaríamos más preocupados por la ausencia de debate político en nuestro municipio entre quienes se presentaron a unas elecciones para hacer eso, política. Uno se presenta a unas elecciones para ganarlas y a través de la política cambiar -o no- lo que entiende como incorrecto o injusto. Uno entra en política para hacer política, para mejorar la vida de las personas sin política, uno se mete en una asociación, en un colectivo o en una ONG. Empecemos a llamar las cosas por su nombre, que a estas alturas a la ciudadanía se le presume la madurez suficiente como para hacerlo. Y a partir de ahí muchos de los discursos, eslóganes o mantras que se escuchan en ese salón de plenos se caen con la velocidad que lo hace un castillo de naipes. En Pozoblanco nos hemos acostumbrado a lo «histórico» sin hacer historia en nada.
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