Por Rosa García Aperador, periodista

Ser voluntario o voluntaria no es ajeno a ninguna persona de esta sociedad. Ser voluntario es una forma de ser, de sentir y, sobre todo, de actuar. Es regalar tu tiempo, tus conocimientos, tu experiencia, tus acciones en pro de un aspecto de la sociedad que te conmueve, que te remueve por dentro y que te hace sentir que necesitas actuar. Regalar tu tiempo, ese bien tan escaso en la sociedad actual en la que vivimos, donde el estrés nos lleva de un lado para otro como autómatas. Parar, respirar y sentir que necesitas ser parte de la sociedad que actúa, que lucha contra algo que considera injusto, o simplemente necesario, para construir un mundo mejor. No hacen falta grandes acciones, ni grandes inversiones, sólo tiempo y voluntad.

En un día tan especial como el de hoy, cuando se conmemora de forma internacional el Día de la Mujer, cuando desde los movimientos asociativos feministas se anima a «parar» para demostrar que somos parte de la sociedad productiva, muchas veces participando en la misma de forma invisible, es ahí donde la mujer y el voluntariado se igualan, en la necesidad de visibilizarse y darse el valor real que tienen. Máxime cuando la mayor parte del voluntariado está conformado por mujeres.

Adoleciendo de un análisis exhaustivo que nos revele la realidad en el voluntariado en las distintas asociaciones de carácter social, nos acercamos a cinco de ellas para que nos hagan un retrato de la realidad de su voluntariado. Cruz Roja Española Asamblea de Pozoblanco, Acuide, Asociación Española contra el Cáncer, Cáritas Interparroquial y Peludos Los Pedroches, nos acercan su realidad y nos ofrecen unos datos que pueden ayudar a hacer una radiografía del voluntariado en Pozoblanco, intentando cada una de ellas valorar el porqué de la composición de un voluntariado en su gran mayoría femenino.

Los datos nos ofrecen una realidad muy esclarecedora, en cada una de las asociaciones consultadas el número de voluntarias supera al de voluntarios. El caso más llamativo es el de Acuide, con un 98% de mujeres voluntarias que se encuentran en una horquilla de edad de entre 45 a 76 años de edad, mujeres trabajadoras que encajan las labores de voluntariado como pueden, otras mujeres son cuidadoras, ex cuidadoras o mujeres sin empleo ni perspectiva de tenerlo, según nos relata Teresa Dueñas.

En el caso de la Junta Local de Pozoblanco de la Asociación Española Contra el Cáncer, su presidenta, María Jesús Arias, nos ofrece una cifra muy significativa, del total de 59 personas voluntarias sólo una de ellas es hombre, que ofrece su tiempo para dar clase a los operados de laringe.

De manera ascendente en cuanto a una mayor participación masculina en las tareas de voluntariado se sitúa la Asociación Peludos Los Pedroches, con un total de 31 voluntarios, 3 de ellos hombres y 28 mujeres, la mayoría de los voluntarios y voluntarias coordinan su trabajo con las labores de voluntariado, según los datos que la que escribe estas líneas puede aportar como presidenta de la asociación.

De una manera más equitativa en cuanto a representación de ambos géneros en el voluntariado están Cruz Roja Española Asamblea de Pozoblanco, con 31 hombres y 39 mujeres, mientras que en Cáritas Interparroquial están registrados como voluntarios 19 hombres y 36 mujeres. En ambas entidades de carácter social existe un patrón continuado a lo largo del tiempo, posiblemente derivado de la larga trayectoria de ambas en el panorama asociativo de Pozoblanco.

En Cruz Roja, según nos explica Javier Cantero, se hace una especie de cuestionario para conocer qué atención o sector puede ser de mayor interés para el voluntario, con el objeto de que su compromiso e implicación con la causa sea mayor. Esto permite que los voluntarios sean de larga duración, aunque Cantero destaca que el perfil de voluntario más activo son los hombres jubilados, que al contar con mayor tiempo libre participan de una manera más activa y continuada, mientras que las voluntarias se centran más en la atención a las personas mayores.

En el caso de Cáritas Interparroquial, Isaías Plazuelo nos argumenta que “el motor de nuestro desarrollo es nuestra creencia de que se puede hacer algo por los demás y conseguir con ello un mundo más justo. Es por eso que nuestros voluntarios y voluntarias han puesto su tiempo en Cáritas por su fiabilidad y coherencia para hacer posible su voluntad de ayuda a los demás”.

En el análisis de estos datos se ha querido dar un razonamiento lógico a la mayor participación de las mujeres en las tareas de voluntariado de asociaciones de carácter social o ambiental, si es que lo hubiera. Sin embargo, las personas preguntadas del porqué de esa mayor presencia de mujeres que prestan su tiempo para ayudar a los demás o por poner su granito de arena en una causa que creen justa, no han podido huir de los estereotipos marcados socialmente hacia las mujeres. María Jesús Arias, presidenta de la AECC en Pozoblanco, explicaba que “las mujeres empatizamos más, nos abrimos más a la sociedad y a los demás. Solas no somos nadie y buscamos a los demás. Por el contrario, los hombres son más introvertidos, y si se asocian son en organizaciones donde pueden desarrollar y compartir sus hobbies”. Una de las peculiaridades de sus voluntarias es que participan de varias asociaciones, es decir, que tienen pleno convencimiento de que su trabajo desinteresado puede ayudar a distintas causas sociales. María Jesús va más allá y argumenta que las mujeres de su edad han sido educadas como cuidadoras porque tenían más tiempo antes y buscaban emplearlo en algo útil y de carácter social. “Creo fundamentalmente que la educación y la sensibilidad de las mujeres ha sido fundamental para que crezca en nosotras esa necesidad de ayudar a través de acciones de voluntariado, mientras que a los hombres les cuesta más salir de su zona de confort”, indicaba María Jesús.

La educación recibida de una sociedad claramente patriarcal en la que la mujer se dedica a las labores del hogar, del cuidado de las personas que componen la familia y que por la tardía entrada en el mercado laboral contaba con mayor tiempo libre que ocupaba en tareas de voluntariado, es el razonamiento más lógico y comprensible de porqué encontramos hoy en día más mujeres voluntarias que hombres. Y por qué ofrecemos este razonamiento que no resulta sino la confirmación de un estereotipo claramente marcado a fuego en la mujer, pues porque la mayoría de mujeres voluntarias son de mayor edad, que han sido educadas bajo estos estándares. Teresa Dueñas de Acuide explica esta afirmación diciendo que “a las mujeres se las educaba a cuidar a los suyos por obligación generacional, y a los demás de forma altruista. Además, el desempleo afecta más a las mujeres, con lo que tienen más tiempo “libre”para dedicarse a estas labores sociales y solidarias”. Continúa su argumentación diciendo que “desde las chicas de la Cruz Roja hasta ahora, las mujeres desempeñan ese papel conciliador, no hay nada más que echar un vistazo a las consortes de altos y medianos mandatarios que se dedican casi exclusivamente a este tipo de acciones. Aún queda esa etiqueta de sombra, de fragilidad y de poca intelectualidad”. Sin embargo, en el análisis más emocional de las mujeres, Teresa Dueñas cree que las mujeres son más proactivas que los hombres, sobre todo en edades más avanzadas, también muchas de ellas se ven abocadas a esta tarea por imposibilidad de acceder al mercado laboral. “Cuidar, educar a hijos, cargar con ellos, labores de limpieza y aseo, auxiliares a domicilio, etc, es femenino aún”, concluye Teresa.

En el caso de Cáritas, Isaías Plazuelo nos explica que “es por cuestión laboral en parte, y también porque los grupos parroquiales de voluntarias fueron constituidos por grupos de amigas que querían ayudar en su parroquia y se incorporaron después a la actividad de Cáritas”.

Por otra parte, desde Cruz Roja Española, Javier Cantero nos explica que a los voluntarios se les hace una entrevista enfocada a sus intereses y a su trayectoria profesional, para destinarlos a una actividad que sea acorde a sus experiencias y que el voluntariado sea de larga duración, sin embargo, los hombres se dedican más a las tareas del área de extrema vulnerabilidad, aunque poco a poco va cambiando esta tendencia, mientas que las mujeres se han dedicado más al área de mayores. Sin embargo, un dato muy alentador es que en el área de juventud el voluntariado es mixto, debe ser que algo está cambiando en la sociedad.

En nuestra asociación, en Peludos Los Pedroches, hay mayoría de mujeres, aunque la empatía y dolor hacia el maltrato animal no tiene sexo, pero son más las mujeres voluntarias que se comprometen con la causa, mujeres que están en una horquilla de edad amplia, desde los 25 a los 60 años, mientras que los voluntarios la edad es más avanzada pero el compromiso es estable y permanente. Nuestras voluntarias coordinan sus trabajos y sus vidas familiares con las tareas de voluntariado, haciendo en ocasiones verdaderos juegos malabares para poder atender todas las áreas de su vida e integrar en ellas el voluntariado.

Este análisis pretendía encontrar una explicación razonable a esa mayor significación de la mujer en el voluntariado, pero no existe un gen extraordinario o una predisposición genética que lleve a las mujeres de nuestra sociedad a ser más abiertas a luchar y trabajar por causas que creen que necesitan de su ayuda. Sólo hemos conseguido demostrar que existe un condicionante educacional que se ha trasladado generación tras generación en el que las mujeres estamos destinadas de alguna manera a dedicarnos a los demás, a su cuidado, a atender su vulnerabilidad. Tal vez, por una vez, tengamos que agradecer a esta sociedad patriarcal que nos haya educado en un mayor desarrollo de la empatía que nos haga seres más extraordinarios aún si cabe. Personas que además de su vida, de su trabajo, de su familia y de sus hobbies, aún consideren que aún pueden robarle unas horas más al reloj para luchar y trabajar por una sociedad justa y un mundo mejor. Aunque si existiera igualdad en el voluntariado, duplicando así el número de voluntarios en cada una de las asociaciones, no cabe duda que sería una gran labor, incluso se librarían grandes batallas para alcanzar mayores metas.

Por todo ello, mujer y voluntariado deberían ser más visibles, deberían estar más presentes en la realidad que nos rodea, deberían ser más valoradas, porque gracias a esas manos femeninas que ayudan, que acompañan, que acarician y que consuelan estamos construyendo los cimientos de una sociedad mejor para el mañana.