Por Servicio de Atención de la Ciudadanía (ASNC)

 

Más que una cuestión de gustos 

La inapetencia infantil, o falta de apetito, no es simplemente una cuestión de gustos, sino algo más complejo. Si el niño no come, lo hace a desgana, o devuelve, debemos preguntarnos por sus causas, que no serán casi nunca los alimentos.

Lo más conveniente es consultar al/la pediatra. Normalmente, todo será una cuestión de mayor atención al niño, mejor organización de sus horarios de comidas y más variedad.

Lo menos recomendable, en estos casos, es convertirlo en un drama continuo, que no hará sino empeorar la situación. Comer o no comer no es el dilema. Porque el niño es muy sensible a todo y cualquier cosa puede alterarle. La falta de sueño, el agotamiento escolar, el juego excesivo o unas tensas relaciones familiares pueden ser el motivo.

La falta de apetito, como se ve, es más que una cuestión de gusto.

Por algo será 

El niño habla a su manera y muchas veces sin abrir la boca. Preste atención a sus silencios y trate de comprenderle.

A veces un gesto vale más que mil palabras. La falta de apetito es una forma de dirigirse a sus padres, que puede expresar:

  • La dificultad del niño para relacionarse con su entorno
  • Los problemas que tiene en la escuela
  • La necesidad de mayor afecto y atención por parte de los padres
  • La rebeldía frente a una forma de vivir que no le hace feliz
  • Su disgusto por un ambiente familiar tenso y crispado, sobre todo a la hora de comer
  • Su protesta por los cambios inesperados, especialmente cuando va a la guardería y escuela por primera vez

Este puede ser el origen de su inapetencia. Obsérvele y consulte en todo momento a su pediatra. El/ella le podrá aconsejar mejor que nadie.

Los mayores enemigos

Los niños no saben lo que más le conviene. Se dejan guiar por sus gustos y apetencias, influidos por lo que hacen sus compañeros y lo que ven por televisión.

Podríamos hablar, pues, de una serie de malos hábitos que influyen en su falta de apetito a la hora de la comida. Hay que corregirlos poco a poco. No es tan difícil.

1.- Comer a todas horas

El niño es voraz por naturaleza y, si tiene algo de dinero, no duda en gastárselo en un capricho o una chuchería. Las panaderías, las pastelerías y los puestos en la calle están llenos de pipas, caramelos, chocolatinas, refrescos, dulces y cosas por estilo que tanto les apetecen. Y los comen a destiempo, quitándoles el apetito, además de ser muy poco nutritivos y contener demasiada azúcar y sal que no les beneficia en nada.

2.- Comer siempre a la misma hora

A veces, las comidas de los niños se reducen a una serie de platos que se repiten uno y otro día. Así, su dieta se empobrece y se hace monótona y aburrida y muy poco atractiva.

3.- Comer a la carta

En ocasiones, se empeñan en comer a la carta, sólo lo que más les gusta y apetece, aunque no sea lo más conveniente, despreciando otros alimentos más nutritivos. Esta es otra manera de hacer menos rica su dieta.

A la buena mesa

La solución a la inapetencia infantil pasa por la familia. Normalmente, no es una deficiencia orgánica. Por eso, hay que prestar atención a un montón de pequeños detalles que harán que el niño coma como es debido, se sienta a gusto.

  • El niño es un gran imitador. Es importante que los padres y hermanos coman de todo, para que él haga lo mismo.
  • Hay que controlar los horarios y la duración de las comidas.
  • Una dieta equilibrada y variada hará innecesario acudir a complejos vitamínicos.
  • Es preciso cuidar la presentación de los platos haciéndolos muy atractivos y apetitosos.
  • Los dulces y las golosinas no deben utilizarse como recurso de premio o castigo o como ingrediente exclusivo de cualquier celebración o fiesta.

Tener en cuenta estos pequeños detalles no le llevará más tiempo, pero hará que su pequeño/a se sienta mejor en la mesa. Y coma con gusto.