“Esta es nuestra modesta y cotidiana realidad, ayudar y cuidar de los mayores y enfermos”. En esa frase se podría resumir la carta de presentación de Hinomatri, una cooperativa de mujeres que en la actualidad presta el servicio de Ayuda a Domicilio en Hinojosa del Duque. Una cooperativa que ha conseguido imponer un modelo de negocio que va más allá de las cifras, que ha creado empleo en la localidad y que ha conseguido mantenerse en pie ante los ‘gigantes’ que se vienen haciendo cargo de prestar este servicio en muchos municipios. Buceamos en conocer la dependencia desde la base, desde esa cotidiana realidad que describen Irene Rey, Ana Ruiz, Toñi Morales, Rosa Murillo y Marisa Barbancho, las almas de Hinomatri.
Corría el año 2007 cuando estas cinco mujeres decidieron dar un paso al frente, dejar atrás el trabajo en una residencia y darse la mano para trabajar en el mundo de los cuidados a los mayores de otra forma, con una atención más cuidada y personalizada. En ese momento surge la oportunidad de iniciar el servicio de Ayuda a Domicilio en Hinojosa del Duque y después de ver la viabilidad de la cooperativa y de encargarse de este servicio toman la decisión. “Nuestra idea era cambiar un poco el plan de trabajo con los mayores, hacer un trabajo distinto, mejorar su calidad de vida”, relata Toñi que recuerda que “empezamos con una persona y ya en el segundo año los usuarios ascendieron hasta llegar a los 15-20, lo que nos obligó a ampliar la plantilla”. Once años después, la plantilla roza la treintena de mujeres –incluyendo a unas socias que son cinco trabajadoras más- y la prestación del servicio alcanza a más de ochenta usuarios.
Hinomatri llegó a nuestros oídos después de que recibiera la Medalla de la Ciudad de Hinojosa en el marco de la celebración del Día de Andalucía. Un reconocimiento que se empieza a entender en el momento que se llega a la sede de la cooperativa y empieza un relato que como todo en la vida tiene sus momentos alegres y los que no están tan llenos de sonrisas. Sin embargo, cuando una deja de preguntar, cuando escucha y puede reflexionar se queda con una idea que plasma quizás el sentido de este reportaje, acercarse a Hinomatri es hacerlo, como ellas mismas dicen, a la base de la dependencia, a sus entrañas, abandonar la cúspide, la calculadora de las horas que se le asignan a una persona que ya no puede valerse por sí misma al cien por cien, salir del despacho y entender que nuestros mayores son algo, mucho más, que números.
Mejorar la calidad de los mayores y de las personas dependientes, esa es la máxima y de ahí parten otras decisiones como por ejemplo permanecer tan solo en la localidad hinojoseña y no por falta de propuestas. “Para realizar un servicio bueno y de calidad hay que ser consecuente y no queremos abarcar más, sino que nuestros mayores estén bien”, narran para luego adentrarse en un proceso que arranca en Servicios Sociales y la posterior llamada a la Trabajadora Social de Hinomatri que conoce el caso, las horas concedidas, las necesidades y finalmente “vemos qué auxiliar es mejor para cada caso, no se trata tan sólo de dirigir una empresa, sino mirar por encima de todo en cada usuario”.
Evidentemente hacerse cargo del servicio de Ayuda a Domicilio es hacerlo paralelamente de las normas que marca este servicio, pero eso no implica el no poder personalizar el trato y asegurarse que la conexión entre la auxiliar y la familia sea la máxima. “Buscamos que la persona que contratamos conozca la casa, que la familia y el propio usuario tenga tranquilidad porque te abren las puertas de su casa y tienes que ganarte la confianza, es lo que hemos intentado desde que empezamos, que cada usuario tenga una auxiliar que conozca”. De ahí parten otras iniciativas, como los talleres que desarrollan para usuarios y para personas que no lo son y que permiten conseguir uno de los objetivos de Hinomatri, que los mayores no pierdan relaciones, salgan de sus casas, se sientan activos y fuertemente ligados a sus costumbres y tradiciones. Y así, entre talleres de memoria o de psicomotricidad aparecen esos que abogan por adornar una Cruz de Mayo, idear las máscaras del Carnaval o reproducir cada uno de los pasos de la Semana Santa hinojoseña.
El día a día
“Es un servicio complejo de prestar”, reconocen no sólo por la propia idiosincrasia sino porque de por medio hay familias con sus particulares y fundamentalmente porque hay que ponerle “mucho corazón”. “Aquí manda el usuario y su bienestar, si nos prestan tres quejas la auxiliar va a la calle, no podemos jugar con eso”, explican para profundizar en que ese día a día que también les lleva a tratar con encamados y con enfermos en fase terminal, lo que “nos obliga a actualizar nuestra formación”. El día a día de estas mujeres es el del ciclo de la vida, ese círculo que finaliza cuando ésta se apaga y de eso son testigos, unas veces en condiciones más duras que otras. “Te cuesta, hay situaciones que te duelen, pero tienes que sobreponerte a cada una de esas circunstancias, a que se muera una persona de 40 años con una enfermedad terminal, es así”, apuntan. Para hacerse una idea basta con escuchar a Toñi cuando cuenta que “hubo una persona a la que iba a leerle fuera de las horas de trabajo porque le gustaba mucho leer y ya no lo podía hacer. Le estaba leyendo un libro y un día me pidió que le leyese el final porque sabía que no le iba a dar tiempo. Murió al día siguiente”.
Las experiencias personales se acumulan, una tras otra a lo largo de estos once años y en cada una de las mujeres que forman parte de Hinomatri –los curriculums masculinos escasean, aunque ellas están abiertas a que este terreno se abra al género masculino-. Y esa experiencia les vale para agarrarse a un servicio que no quieren perder.“Las macroempresas miran al milímetro las horas, no estudian como nosotras las casuísticas de cada usuario, las trabajadoras no tendríamos problemas si el servicio es adjudicado a otra empresa porque nos tendrían que subrogar, pero es que no queremos eso, queremos seguir prestándolo y haciéndonos cargo como estamos haciendo ahora mismo”.
A pesar de estas sombras, las cinco socias que dieron forma a Hinomatri lo tienen claro, volverían a dejar la tranquilidad que aporta una nómina por una aventura que “nos compensa personalmente porque simplemente nos gusta nuestro trabajo”. Han conseguido lo que poca gente consigue hoy en día, de la nada crear una empresa que en la actualidad ofrece una treintena de contratos y que tiene un sello de calidad avalado por las propias familias.
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