El ciclo de conferencias patrimoniales «Pozoblanco, de villa a ciudad» con el que se pretende conmemorar el centenario de la concesión el título de ciudad a Pozoblanco arrancó ayer miércoles en una noche de estrenos. Porque no solo se inauguró el ciclo, con la presencia del concejal de Patrimonio, Alberto Villarejo, sino que José Luis González Peralbo se estrenó en su primer acto público de esta índole como Cronista Oficial de Pozoblanco. Y lo hizo con una conferencia con la que paseó, a través de sus explicaciones, documentación y de las fotografías en las que se apoyó, por el Pozoblanco de 1923.
Antes de ese viaje al pasado, José Luis González Peralbo hizo alusión a la actualidad y las pocas razones que hay que celebrar, aunque defendió que «hay que recordar con alegría un momento importante para Pozoblanco que de villa va a pasar a ciudad en 1923″. Las razones que llevaron a esa situación y lo que implicó llegar fueron los ejes en los que se sustentó la ponencia del Cronista Oficial que fue acercándose a esos ejes a través del Pozoblanco político, económico, social y cultural de la época. Dos reflexiones dejó el ponente a modo de final, la primera en el plano económico: el Pozoblanco de 1923 no era muy diferente ni tenía nada que envidiar al Pozoblanco de ahora. La segunda de calado social haciendo mención a que a pesar de que el título de ciudad es femenino, el protagonismo en la sociedad era «abrumadoramente» masculino.
Fue en 1478 cuando Pozoblanco obtuvo el título de villa y hubo que esperar casi cinco siglos para conseguir el título de ciudad. González Peralbo trazó un Pozoblanco «gris» a finales del siglo XIX que cambió y vio atisbos de modernidad en apenas tres décadas. «Fueron 30 años de transformaciones en muchos aspectos, Pozoblanco se convirtió en la referencia del norte de la provincia de Córdoba y la población, que había mirado hasta ese momento a la comarca, se abrió al resto de la provincia, a España y al mundo a través de la llegada de multinacionales».
Los primeros datos sobre los que habló el Cronista fueron los demográficos: 17.160 habitantes tenía Pozoblanco en 1923; 17.156 en 2021. La población subió casi en seis mil habitantes en veinte años por «la cantidad elevada de residentes temporales» y por el factor diferencial entre inmigración y emigración a favor de Pozoblanco. La demografía dejó paso a las «novedades políticas». Momento en el que se habló de la Restauración, el bipartidismo entre conservadores y liberales, de la violencia anarquista, el problema catalán y una crisis económica y social. En diciembre de 1922 se inicia la descomposición de ese régimen y se viven los últimos días del gobierno conservador dirigido por el cordobés José Sánchez Guerra. Con la llegada al poder del partido liberal, los ayuntamientos también cambian y Luis Díaz deja paso a Francisco Blas Carmona como alcalde de Pozoblanco. «Cuando cambiaba el gobierno lo hacía todo el Ayuntamiento, todos los funcionarios, había un trasvase total», recordó González. Resaltó el ponente la importancia y relevancia de los personajes políticos locales de la época con influencia en la Diputación y también que la política local «se dirigía desde el Palacio de Andrés Peralbo Cañuelo, edifico ya desaparecido«. Ese dibujo político sirvió para dar a conocer que «el título de ciudad pilló desprevenidos a todos» y se «cocinó en otros ámbitos y esferas» con protagonismo de los políticos cordobeses en Madrid. Posteriormente, el 13 de septiembre Primo de Rivera dio un golpe de estado declarando una dictadura militar que también llegó a los ayuntamientos y que no tuvo oposición, tampoco en Pozoblanco. Antonio Herrero sería el primer alcalde de ese periodo.
Urbanismo
Con la política de fondo pero dejada a un lado, González Peralbo abordó otros criterios que influyeron en la obtención del título de ciudad colocando al urbanismo entre esos criterios. «Pozoblanco había cambiado, pero cien años después cualquiera que pasee sabe lo que sigue siendo pueblo y lo que pretende ser ciudad«, bajo esa premisa expuso unos cambios que no llegaron a ser decisivos. Cambios como apertura de calles, con las consecuentes expropiaciones, notables proyectos urbanísticos, construcción de numerosas viviendas, la aparición de viviendas de dos pisos, la construcción de San Sebastián y Santa Catalina, el juzgado, la cárcel o el Ayuntamiento. A eso hubo que unir las fuentes públicas o la estación de ferrocarril. «La ciudad se transforma, pero no hay una situación idílica», detalló.
Sí resaltó, principalmente de la mano de un artículo de Moisés Moreno (Industrias Pecuarias) el poderío industrial de aquellos años que llevó a un crecimiento basado en la industrialización y comercialización textil, la paciencia para la acumulación de capital, los efectos económicos de la desamortización que permitieron construir más de 600 viviendas rurales o el aprovechamiento de los recursos agropecuarios. A todo ello hubo que sumar las oportunidades que trajo el ferrocarril, pero también problemas como la excesiva mano de obra campesina y la falta de empresarios que arriesguen, además de «un desajuste entre capital y trabajo que crea explotación y caos laboral». Los contrastes sociales también son marca de la época con un paro que de temporal pasa a ser estructural.
Sociedad y cultura
Y, ¿cómo era aquella sociedad? Pues González Peralbo resaltó que «va a cambiar mucho, van a aparecer nuevas actividades porque la luz cambia el modo de vida de las personas». Las tensiones ideológicas van en aumento, así como las gamberradas y la sanidad es uno de los temas que más preocupa a los pozoalbenses. En 1923, uno de los problemas más denunciados era la prostitución aunque «era legal y las autoridades poco podían hacer». Como dato curioso, había 65 tabernas a pesar de que los taberneros se «quejaban de los altos impuestos» y también espacio para las «clases pudientes» como el Casino o las fincas cinegéticas donde acudían personalidades como el propio Alfonso XIII.
En el apartado cultural destacó la prensa local, El Cronista del Valle, en órbita desde 1910, y La lucha que duró solo un año. La educación contaba con bastantes maestros aunque faltaba un centro de segunda enseñanza y se demandaba una escuela de artes y oficios. El escritor más famoso es Antonio Porras y hay un respaldo total al cine, el teatro y los toros. Sin embargo, las nuevas formas de vida favorecen otras actividades como «los paseos, ejercicios atléticos, ciclismo y, sobre todo, el fútbol». El primer partido oficial en septiembre de 1923 es un derbi Pozoblanco-Villanueva de Córdoba con González Peralbo asegurando que «la expectación del fútbol es bestial desde el primer momento».
El ciclo festivo se mantiene prácticamente igual cien años después y «algo que no puede faltar es la música, con el Centro Artístico Musical en el Palacio como referencia». Como curiosidad, la Banda Municipal se disolvió un año antes, pero «una semana después de conceder el título de ciudad va a dar su primer concierto la refundada y siempre querida Banda Municipal». Eso sí, el ídolo local es Marcos Redondo. Y los últimos datos: «En 1923, Pozoblanco contaba con 58 eclesiásticos, 39 abogados, 7 procuradores, 18 médicos, 6 farmacéuticos, 6 veterinarios, 9 practicantes, 12 maestras, 23 maestros titulados, además de otros muchos particulares, 2 ingenieros, 1 arquitecto y casi 100 bachilleres», un brillante panel del que destacó el escaso protagonismo femenino.
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