El pasado mes de agosto, el Ayuntamiento de Hinojosa del Duque acogía una reunión con familiares de las víctimas fusiladas que yacen en la fosa común del cementerio municipal con el ánimo de acercarles la historia de sus familiares que un día quedó enterradas. Podría ser el último paso para completar el puzzle de la memoria democrática, que las historias se unan y el círculo, de alguna manera, consiga cerrarse. Lo explicaba en este periódico la historiadora al cargo del proceso de exhumación de la fosa de Hinojosa del Duque, Carmen Jiménez Aguilera, que explicaba que con las tareas de exhumación «estamos viendo la punta del iceberg, vemos a la gente que ha sido fusilado, pero quedan sus familias y las condiciones en las que quedaron, eso son otras vidas, otras historias de vida para contar igualmente».
Es un proceso que se repite en numerosos puntos de la geografía española, en aquellos donde el movimiento ciudadano encuentra respaldo en las administraciones. Ejemplo de esa búsqueda es la que ha iniciado un grupo activo en la lucha por la memoria histórica en Poble de Sant Pere de Ribes (Barcelona), que bajo el trabajo de la historiadora Irene Estévez Bladé, ha descubierto la existencia de una fosa común de la Guerra Civil en el cementerio de ese municipio catalán. Es el primer paso para la recuperación de la memoria histórica.
Ese grupo está realizando una campaña para instar a investigar más a fondo la ubicación exacta de la fosa común y para poner una placa con los nombres de los fallecidos. Pero ese trabajo también está enfocado en informar a los familiares de las víctimas. Se tiene constancia que en dicha fosa común se enterraron a diecinueve soldados de diferentes lugares de la geografía española y que «nunca se intentó localizar a su familia», según narra este grupo. Y entre esos soldados se encuentra uno originario de Pozoblanco, Félix Díaz Bajo, cuyos familiares buscan ahora desde tierras catalanas.
El certificado de defunción de Félix Díaz Bajo refleja que participó como soldado en la Brigada número 3, era originario de Pozoblanco y tenía 22 años cuando murió por arma de fuego el 1 de julio de 1938. Murió en el Hospital de retaguardia de Carabineros de Sant Pere de Ribes (Actual finca Mas Solers). Además, para completar la información, este grupo por la memoria histórica recoge que el soldado es hermano de Catalina Díaz Bajo, que fue secretaria de la JSU, de Socorro Rojo Internacional y de Mujeres Antifascistas. Su sentencia del Consejo de Guerra de Pozoblanco de 29-11-1939 refleja que fue condenada a doce años por auxilio a la rebelión militar.
El llamamiento desde tierras catalanas ha llegado hasta Pozoblanco con el ánimo de que las conexiones se establezcan y las historias de quienes yacen en esa fosa común pasen a formar parte del movimiento en la lucha por la memoria democrática.
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