Es jodido ver que en los tiempos que corren nos siguen tomando por tontos, un día sí y el otro también. Es continuo. El inicio de semana estuvo marcado por la carta que Mariano Rajoy habría enviado al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y donde, intentado eludir la multa desde Bruselas por no cumplir con el objetivo de déficit, se comprometía a tomar nuevas medidas en la segunda mitad del año y que irían encaminadas a nuevos recortes que obligarán a «todos» los españoles a «arrimar el hombro». ¿Se acuerdan de aquello? Una afirmación salida de la boca de algunos que nos toman por tontos.
La misiva Moncloa-Comisión Europea ocupó un espacio mediático relevante que se disolvió en veinticuatro horas, dos días a lo sumo. La campaña electoral, permanente, se dirime ahora en Venezuela, con lágrimas incluidas -tan creíbles como las de Pablo Iglesias abrazando a Julio Anguita-. No hay tertulia política que se precie, periódico de renombre o informativo de entidad que no dedique espacio al país sudamericano. ¿Lo mejor? Bajar la voz, pasar página o cambiar de canal. Poner en el foco mediático la lamentable situación por la que pasa el pueblo venezolano es una loable acción, pero ¿alguien se cree que el viaje de Albert Rivera iba encaminado a eso? Tontos, nos llaman tontos descaradamente.
No he visto todavía a Rivera llorar en ningún comedor social de España donde la gente también hace colas para lo mismo que lo hace en Venezuela, para comer. Y esto no es demagogia, esto es una realidad. Porque en nuestro país parece que todo va rodado, que ya no hay desahucios, que los millones de parados se han reducido, que la crisis económica es cosa del pasado. Me provoca un profundo rechazo que la angustia de un pueblo se utilice con fines electorales y se vaya de salvapatrias por el mundo cuando en el propio país no se ha sido capaz ni de conformar un mísero gobierno. De verdad, ¿tan poco inteligente consideran al personal?
A lo mejor es que me he perdido ciertas portadas de periódicos pero no he visto a ningún candidato a la presidencia de este país viajar a campos de refugiados, abrazar a las familias que cada día pierden parte de su vida intentando entrar en una Europa que los rechaza. No he visto lágrimas por el pueblo sirio y sí he visto complicidades para solventar el acuerdo entre Europa y Turquía que condenaba a miles de refugiados al ostracismo. Ayudar al pueblo sirio no da tantos votos como al venezolano porque seamos sinceros, ¿dónde estarían los que hoy lloran si Podemos no hubiera manifestado su conexión con Maduro? Hay cosas tan evidentes que revestirlas de humanidad es tacharnos de algo más que tontos.
No llego a prever las consecuencias mundiales que las visitas de políticos españoles a Venezuela tendrá. No sé si esto ha servido para que sea orden primordial en todo el planeta, desde luego el foco español está más allí que aquí. Espero que la ronda de viajes no cese y todos, todos, visiten países, dictaduras, también aquellas con las que el gobierno español mantiene relaciones comerciales, y se unan a los de abajo. Que hagan desde allí la campaña electoral y así nos ahorran a nosotros tener que escuchar discursos que insultan la inteligencia de cualquiera.
Por cierto, también podrían explicarnos qué van a hacer con la presión fiscal impuesta desde Bruselas, qué van a hacer para cumplir con el objetivo de déficit, qué recortes van a aplicar. Tal vez eso nos interese a los españoles algo más que los puñados de votos que se quieren ganar con lágrimas tramposas.
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