Tras el concierto, tomó la palabra Lorenzo Palomo para dar las gracias a su gente y a su pueblo por la noche que le habían brindado. “Mi música ha ido por todo el mundo y era la hora de que se tocara aquí. Es la vuelta. El círculo que se cierra. La vuelta a mis raíces”. Con esas palabras, y un agradecimiento con la mano en el corazón en medio de la ovación, se cerraba la vuelta de la música del compositor pozoalbense a casa, a su pueblo natal.
Pozoblanco ha seguido, durante años, al compositor que no se ha cansado de decir de dónde procede. Porque la música de Palomo ha tenido una pierna en Córdoba y otra en su pueblo. El mismo que le rindió homenaje con una buena entrada y que salió de El Silo con el mejor regalo que se puede hacer en estos tiempos: una sonrisa de felicidad. Quizá efímera, pero inolvidable para aquellos que presenciaron el homenaje al compositor.
La sonrisa que comenzó a gestarse cuando la obertura irrumpió en el Teatro. Sus paredes y butacas dejaron almacenadas las composiciones de Lorenzo Palomo a modo de melódicos recuerdos, como las fotos de Rafa Sánchez que rememoran en las paredes del hall del auditorio algunos de los momentos imborrables que allí sucedieron.
La Orquesta de Córdoba comenzó la primera parte de la función con Rossini. La de “El Barbero de Sevilla” fue la obertura de una noche lúcida y sentimental. Brilló Rossini para calentar motores de la mano de Lorenzo Ramos, quien dirigió con pasión y depurada técnica. Era una noche para disfrutar y la Orquesta de Córdoba lo sabía, quizá por eso sonaba completando las butacas vacías ante la mirada del viejo compositor. Palomo, sentado en primera fila, saboreaba el entrante de un menú hecho a medida.
“Las Escenas Andaluzas” de Bretón trajeron a Pozoblanco los sonidos de una tierra rica en cultura popular. La Orquesta trasladó a El Silo el ambiente de los tablados flamencos, la Semana Santa o los villancicos junto a la hoguera. Todo estaba preparado para dar paso, tras el descanso, a la obra de Palomo, donde la voz de Pablo García López y la guitarra de Javier Riba cautivaron en su némesis con la Orquesta de Córdoba.
Había llegado la hora de cerrar el círculo. De volver a las raíces. Era el momento para devolver la música de Lorenzo Palomo a Pozoblanco. Era la hora de que un “tenol” –Pablo García López siempre bromea con que es “tenol” y no tenor, ya que así es como lo dice su tía de Villaralto– devolviera a Pozoblanco el genio de uno de sus vecinos. El círculo comenzaba a cerrarse. El éxito internacional de Lorenzo Palomo volvía a sus raíces tarugas –como vulgarmente se conoce a los pozoalbenses–.
Sinfonía “Córdoba” es un paseo por lo mejor de una ciudad llena de esplendor. Un recorrido de la mano de la Orquesta de Córdoba por la mezquita, una noche bajo las estrellas en la rivera junto a la guitarra de Javier Riba o la irrupción del mayo cordobés y el olor a flores en la voz de Pablo García López. Una sinfonía que fue estrenada en el último día de Andalucía –28 de febrero– y que ayer volvió a cobrar vida en Pozoblanco. Lorenzo Palomo degustó su obra servida por aquellos que le daban vida encima de las tablas. Finalmente, la Orquesta dejó “El jardín solitario” para que la voz fuera la última protagonista de la noche.
Cuando parecía que todo había acabado Pablo García López brindó su voz melódica y llena de luz. Fue una sorpresa que dejó encantado al público, que sólo comentaba a la salida su actuación. La voz del tenor sacó la sonrisa definitiva y llenó de admiración a los congregados. Los presentes descubrieron la potencia y la melodía de este joven tenor –sólo tiene 26 años–, que volverá a estar en Villaralto en verano, cuando la agenda lo permita.
Villaralto es a donde Pablo siempre vuelve. Son quienes le siguen siempre que pueden y al que siempre regala su magia. Volverá, aunque sólo sea para hacer pasar una tarde agradable a los ancianos de la residencia Isidoro Fernández. Son muchos los compromisos internacionales que copan la agenda, pero siempre hay un hueco para su pueblo. Cada verano deja un regalo. No sabemos cuando será, ya que la fecha habitual está ocupada por un compromiso en Florencia. No será a primeros de agosto, pero sin duda que será.
La sorpresa estaba al final. Cuando Lorenzo Palomo ya no esperaba más y el repertorio se había agotado. El bis comenzó con “La niña de blanco. Sólo tú”, integrada dentro de “Primavera Andaluza” y con texto de Juan Ramón Jiménez. La voz acunó los sentimientos de los presentes, rindió homenaje a su amigo y potenció, junto a la maestría a la guitarra de Riba, los versos del premio Nobel español.
Fue una noche de éxito. “La alondra y el ruiseñor” de “Mi jardín solitario” fue el broche de oro. Una historia de amor puede ser la metáfora del idilio de Palomo y García López con el público de su tierra. Un cierre de fiesta que dio paso al deseo de que todo vuelva a suceder, de que la música de Palomo y García López vuelvan a brotar en su tierra y entre sus paisanos.
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